Lunes. Luego de una larga cola en la fría vereda de la sombra matinal del último otoño macrista, pude por fin entrar a la cabina del cajero automático. 

Introduje mi tarjeta y escribí la clave. 

Mientras esperaba las opciones, me sorprendió lo limpia que estaba la pantalla, podía ver mi cara como en un espejo. Me detuve en unas arrugas alrededor de los ojos que no recordaba haber notado antes.

–¡Chist! –escuché.

Giré la cabeza hacia ambos lados instintivamente, aunque sabía que estaba solo en la cabina.

–¡Chist! –Se oyó nuevamente– ¡Acá... acá... en la pantalla!

No lo podía creer, era mi propio reflejo el que me hablaba. Aunque ahora, además de las arrugas, tenía el pelo más largo y canoso, la barba gris y las cejas... ¡mi dios, esas desmesuradas cejas blancas que casi cubrían mis párpados!

-.¿¡Qué le pasó a mi cara!? –grité.

–No sos vos, soy yo –me respondió la pantalla–. Soy tu yo del futuro.

Desesperado, me puse a apretar la opción de “Cancelar”, la de “Borrar”, la de “¿Desea realizar otra operación?”, pero nada.

–No tengas miedo –me dijo–, me estoy comunicando del futuro para advertirte a vos y a todos.

–¿Advertirme de qué?

–De que Macri no puede ganar las elecciones.

–Llegaste tarde, ya ganó en el 2015.

–No... te digo que no puede ganar otra vez en 2019.

–Ni en pedo vuelve a ganar –le/me dije sonriendo– olvidate.

–Eso mismo decía yo... ¿Sabés cuantos años más que vos tengo?

–Mmm... no sé. Doce... ¿quince?

–¡Dos! ¡Estoy en 2021!

–¿¡Dos años!?¿¡Qué me pasó!?

–¡Macri te pasó, boludo! Y más vale que hagas algo, porque si no vas a terminar así.

–Esto no puede ser cierto –me dije. Me alejé un paso del cajero y miré para todos lados buscando la cámara oculta.

–¿Es una jodita para VideoMatch? ¿Dónde estás, Marcelo?

–En la Secretaría de Cultura –me dijo.

–¿Cómo?

–Tinelli es el “Secretario de Cultura de lo que queda de la Nación”. 

–¡Nooo... me estás jodiendo! ¿Y quién conduce el bailando?

–Lombardi, en la TV Pública... y no lo hace tan mal. Al menos ahí hace menos daño.

La situación me estaba superando. A esa altura me costaba respirar, nunca me sentí cómodo en los ambientes cerrados.

–Me empieza a faltar el aire –le dije a la pantalla– sabés que soy medio fóbico.

–Te entiendo... no sabés lo que me costó cuando me vine a vivir acá.

-.¿A vivir adónde?

–Acá, a la cabina. Hace un año y medio que vivo acá.

–Pará... ¿y mi casa?

–¿La que estabas pagando con el crédito UVA? Jaja... –Noté que una lágrima se perdía en el laberinto de sus arrugas.– Sé que estas por pintar el living, no te gastes, haceme caso.

–¿Voy a perder mi casa?

–Tu casa, tu laburo, tu auto... tu dignidad. Esa camisa que tenés puesta la vendí por 45 pesos en la venta de garaje un día antes del desalojo.

–¿Cuarenta y cinco pesos? ¡Mil cuatrocientos la pagué ayer en 6 cuotas, con tarjeta!

–Si te sirve de consuelo, la sexta cuota ya no la vas a pagar.

–¿Alguna promo?

–Sí, la promo “Se fue todo a la mierda”.

–No entiendo.

–En noviembre, después del “Corralito final” se acaba todo lo que vos conocés como sociedad de consumo, capitalismo, neoliberalismo, neocolonialismo o como lo quieras llamar.

–¿Corralito final, dijiste?

–Final y definitivo. La gente incendia los bancos, el papel moneda desaparece y se crea el Ministerio del trueque. A partir de ahí todo se negocia en bienes y servicios. Tu casa se la quedó un cartonero que se la cambió al banco por un changuito lleno de diarios y dos gallinas. 

En ese momento me golpean el vidrio, el tipo que me seguía en la cola me señala la fila que ya está dando la vuelta a la esquina. Le hago el gesto de que espere un minuto. En el movimiento de sus labios adivino algo referido a cierta parte del cuerpo de mi madre.

–Pero hay algo que no entiendo. Vos me decís que ganó Macri, pero en noviembre estalló todo.

–Ni llegó a asumir. Después de las elecciones le diagnosticaron estrés poselectoral y le dieron cuatro años de licencia en Villa La Angostura.

–¿Y quién asumió?

–La vice.

–¿Michetti?

–Lagarde.

–¿¡¡Quééé!!?

–La fórmula de Cambiemos fue Macri-Lagarde. Una idea brillante de Durán Barba, que ahora es ministro de Pro-paganda.

–Pero ¿puede ser ministro siendo extranjero?

–Ya no es extranjero, ahora toda América es una sola.

–¿La Patria Grande? ¿La que soñaron San Martín y Bolivar?

–Ponele, ahora somos Las Provincias Unidas del Fondo Monetario.

–¡No puede ser! ¿Cómo llegamos a esto?

–Permitiendo que ganara Macri.

–Pero es imposible que gane, fijate en las encuestas, mirá las últimas elecciones, perdieron todas, los bailamos en Entre Ríos. No hay forma de perder.

–Sí que hay...

–¿Cómo?

–¿Viste cuando vos empezás con eso de que con este no me junto porque hizo esto y que a aquel otro no lo quiero porque hizo aquello? Es lo que hice yo, sé de lo que estoy hablando.

–Sí, bueno, pero hay cada uno...

–A eso me refiero. Tenemos que ir todos juntos. Este tipo no puede estar cuatro años más.

–Está bien, pero juntarnos con...

–Sí...

–Y aceptar a...

–¡También!

–Mmmm... tendría que pensarlo...

–Bueno, pero pensalo bien... y esta noche cuando te acuestes en tu cama todavía calentita, no te olvides de esta cara, que pronto podría ser la tuya. Y ahora tengo que dejarte porque llegó mi compañero de cuarto.

–¿Qué... no vivís solo en esa cabina?

–¿Qué te creés, que soy rico?

La imagen de mi otro yo se desvaneció y todo volvió a la normalidad.

Antes de cerrar, el cajero me preguntó si quería realizar otra operación, puse “Si” y retiré mis trescientos pesos, consciente de que podían ser los últimos.