Straub-Huillet. Tal vez no haya en la historia del cine un nombre compuesto menos conocido por el gran público y, al mismo tiempo, más atesorado por aquellos espectadores aquejados por esa enfermedad mutante pero siempre viva: la cinefilia. En la Argentina, más allá de exhibiciones esporádicas en algún ciclo o festival, hubo que esperar hasta el año 2009 para que el Bafici entregara un foco contundente de su obra, que incluye largos, cortos y mediometrajes realizados desde los albores de la década del 60 hasta comienzos del siglo XXI. Ambos nacidos en Francia pero radicados en Alemania durante una parte sustancial de sus vidas, la filmografía de Danièle Huillet (nacida en 1936 y fallecida en 2006) y Jean-Marie Straub (nacido en 1933 y todavía activo) es el eje de una retrospectiva de trece títulos que la plataforma de video a demanda Mubi –gratuita para los usuarios de nuestro país hasta finales de este año– comenzó a desplegar hace algunos días con la presentación de uno de sus títulos más emblemáticos, Crónica de Anna Magdalena Bach (1967).

Se trata de una magnífica oportunidad para acercarse a un forma de entender el cine –es decir, el mundo– alejada de concesiones, modas y arquetipos narrativos. Suele leerse y escucharse que los films de Straub-Huillet son difíciles, lentos, arduos, intelectuales o directamente aburridos. Excepto la última definición (el aburrimiento es una condición humana y de ninguna manera es inherente a una película), el resto de los “epítetos” pueden transfigurarse de manera contundente en virtudes: en las creaciones de la dupla conviven los autores clásicos con la literatura más salvajemente moderna y las vidas de grandes músicos y pensadores con la reflexión política inteligente. Todo ello envuelto en la práctica de un estilo personal y único a la hora de enfrentar la mayor de las empresas, aquello que las películas suelen imponerse como meta: contar una historia, transmitir ideas y emociones, provocar placeres narrativos y estéticos. La moderna máquina cinematográfica Straub-Huillet nunca detuvo su movimiento y marcó un ritmo secreto que estos trece títulos –que estarán disponibles en Mubi de manera progresiva, en copias meticulosamente restauradas– son capaces de revelar.

El viaje se inicia con Machorka-Muff (1963), cortometraje firmado a solas por Straub, con asistencia de dirección a cargo de Huillet, y basado en un cuento breve del escritor alemán y ganador del Premio Nobel Heinrich Böll. Exhibido originalmente en el festival de cortometrajes de Oberhausen apenas un año después del famoso Manifiesto, lanzado allí por un puñado de jóvenes cineastas –entre otros, Alexander Kluge y Edgar Reitz–, esta breve película expresa abiertamente una preocupación que atravesó a toda una generación de jóvenes alemanes: el resurgimiento de las mismas fuerzas sociales y políticas que unas décadas atrás había llevado al poder absoluto al nacionalsocialismo. Straub y Huillet destilan las ideas del texto original, utilizando para ello un montaje disruptivo claramente influenciado por las ideas de Jean-Luc Godard (Straub definió al film como “un sueño visual abstracto, no una historia”). La excusa narrativa es mínima pero potente: a comienzos de los años 50, un coronel que supo participar en la Segunda Guerra viaja a la ciudad de Bonn con la intención de inaugurar una academia militar, limpiando así el nombre de un general caído en desgracia durante el proceso de desnazificación.

Los realizadores entrelazan imágenes de los encuentros del protagonista con otros militares y su amante con una serie de recortes reales de periódicos de época, todos ellos dedicados al resurgimiento del militarismo. “¿Nos convertiremos en martillo o en yunque?”, reza uno de los titulares más impactantes. Machorka-Muff es, en varios sentidos, un preámbulo de la siguiente película de la dupla, el mediometraje No reconciliados o Sólo la violencia ayuda donde la violencia reina (1965), que estará disponible en Mubi dentro de pocos días. Nuevamente tomando como origen una obra de Böll, en este caso la novela Billar a las nueve y media, los realizadores “ilustran” diversos pasajes del texto a partir de una serie de escenas que, por momentos, pueden aparecer como inconexas. Aquí comienza la puesta en práctica de un estilo de dirección actoral que llevó mucho más lejos los conceptos de “modelo” de Robert Bresson: los diálogos son transmitidos de manera no enfática, como si se tratara de un recitado, de modo tal que, desde un primer momento, la idea de actuación realista queda eliminada de la ecuación, reemplazada por la de representación. No es nada casual, por lo tanto, que No reconciliados comience con una frase de Bertolt Brecht.

La historia, como en la novela de Böll, sigue los pasos de tres generaciones de arquitectos, remitiendo directamente a la historia de Alemania desde fines del siglo XIX hasta los últimos años de la década del 50. En el libro, el hijo comienza a reconstruir una abadía diseñada por su abuelo y destruida durante la guerra por su padre, que supo ejercer el rol de experto en explosivos; en la película, esos detalles centrales son apenas expuestos en breves diálogos que poco tienen de expositivos. La dificultad inherente a la forma de No reconciliados radica en su condición de expresión abstracta del texto en el cual se basa. En ese sentido, su visión cambia radicalmente si el espectador ha leído el texto de Böll y conoce los pormenores de la trama o no. En última instancia, lo evidente y esencial es la imposibilidad de la reconciliación entre miembros de una misma familia con diferentes visiones de la sociedad alemana, una grieta insalvable que continúa reverberando en otras sociedades y grietas contemporáneas.

Suele afirmarse que Crónica de Anna Magdalena Bach, primer largometraje de Straub-Huillet, es uno de los títulos más accesibles de la dupla. Esa aseveración está ligada, fundamentalmente, a la construcción rítmica de la película, marcada por la aparición fugaz de la voz en off de la actriz Christiane Lang para detallar eventos de la vida del protagonista, contrapunto de la serie de ensayos y conciertos que conforman el núcleo del “relato”. Furioso anti-biopic del músico alemán –interpretado por el clavecinista y director de orquesta holandés Gustav Leonhardt–, Crónica de Anna Magdalena Bach se presenta como una narración biográfica que evita todas y cada una de las convenciones de las películas que reconstruyen vida y obra de personajes célebres de la historia. La música misma toma el control desde la primera escena, un extenso plano-secuencia con travelling de alejamiento que encuentra a Bach repasando su Concierto de Branderburgo número 5 en un clavecín. A partir del relato imaginario de su esposa, Anna Magdalena, que incluye consideraciones que sólo podrían presentarse post mortem, y escapando de cualquier clase de sentimentalismo melodramático por fuera de la ejecución musical, los cineastas demuestran en su tercer esfuerzo conjunto que su cine adquiría un nuevo norte, ese objetivo inasible llamado belleza.

* La retrospectiva Straub-Huillet en Mubi continuará con la inclusión de los films Othon, Lecciones de historia, Moisés y Aarón, Fortini/Cani, Dalla nube alla resistenza y Trop tôt, trop tard, entre otros.