Hace unos días se escuchó decir a Mauricio Macri y a su delfín Marcos Peña que estaban trabajando para “salvar el alma de la Nación”. Es raro eso, porque lo primero que le baja a gran parte del imaginario social argentino cuando se apela al concepto “alma de la Nación” es precisamente la figura de Eva Perón, que está en la antípodas del neoliberalismo que encarnan Macri y Peña. ¿A qué tipo de alma se estarán refiriendo?

–Al alma de Wall Street, será. Es como el alma de Al Pacino en Pacto con el diablo (risas). Yo creo que hay un alma diabólica y un alma beata, y el alma de Eva es mágicamente beata. En cambio, la de los ricachones argentinos que la combatieron, que secuestraron su cadáver es un alma diabólica, aunque no se hayan animado a desafiar el miedo al infierno.

–El “cagazo metafísico”, que le dicen...

–(Risas.) Sí, claro, ese miedo metafísico que tuvieron con ella los obligó a pactar su entierro en Milán. Este libro sigue siendo una interpelación al presente y en todo caso, cuando uno se pregunta cuál es el alma de los argentinos, lo que se responde es que esta no es igual para todos. Hay un alma partida, un alma offshore, un alma que está en Wall Street, un alma que se vende al diablo, al FMI, y otra que pelea por derechos, por el bienestar de las mayorías, por la democracia, por las libertades, por el feminismo, en fin. Me pregunto, ¿cuál es el alma de estos funcionarios que creen que la figura de Eva puede ser reemplazada por una taruca? ¿Cuál es el alma de la taruca? Estos muchachos que gobiernan tienen un alma vinculada a las tarucas, una animalidad en su concepción del alma. Una animalidad que solo produce una pasión por el dinero, y no por el otro. ¿Cuál es ese alma? ¿La flexibilización laboral? ¿El endeudamiento externo? ¿El saqueo? ¿La entrega de las riquezas naturales? Creo que estos muchachos no pueden con el genio de la lámpara. Y cuando el pueblo argentino frota esa lámpara siempre aparecen Perón y Eva para recordarle cuáles son sus derechos.