Desde Río de Janeiro

Las últimas décadas del siglo XX no permitían predecir lo que viviría el continente en la primera década del nuevo siglo. El viraje conservador en el mundo se había reflejado en que América latina se había vuelto la región del mundo con mas gobiernos neoliberales y con sus modalidades mas radicales.

Chile, de ser de los países menos desiguales en el continente, se convirtió en uno de los mas desiguales. Argentina perdió su autossuficiencia en combustibles. En su conjunto, América latina había perdido peso a escala mundial. Ninguno de sus presidentes importunaban el orden neoliberal mundial. Menem, Fujimori, Cardoso, Carlos Andres Peres, Salinas de Gortari, Ricardo Lagos, Sanguinetti, entre otros, eran todos absolutamente subordinados a las políticas de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional. El neoliberalismo se extendía prácticamente a todo el continente. Los ajustes fiscales comandaban a la economía de los países, confirmando la fama del continente como el mas desigual del mundo.

El haber sido víctima privilegiada de los cambios conservadores en el mundo es lo que ha permitido que Latinoamérica se haya vuelto el escenario de la irrupción espectacular de los únicos gobiernos antineoliberales en la primera década del siglo XXI.  Fue un ciclo virtuoso de crecimiento económico con inclusión social, único en el mundo.  Así como no se podía ver por dónde América Latina saldría de las trampas neoliberales de los anos 90, tampoco era fácil saber por qué gobiernos de tanto éxito en la primera década del siglo XXI, serían desplazados por nuevos proyectos neoliberales. Se ha pasado a discutir si con los virajes en Argentina, Brasil, Ecuador, además de dificultades en Venezuela, Bolivia, Uruguay, se habría agotado el ciclo de gobiernos antineoliberales.

Un nuevo ciclo conservador, de restauración neoliberal, no podría tener vida larga, porque ese modelo ya había demostrado que no logra conquistar bases sociales de apoyo. La derecha ha demostrado que no ha sabido renovarse, que no dispone de otro modelo más allá del neoliberal. Así, el ciclo reabierto espectacularmente con la victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina, seguido por el gobierno de Michel Temer en Brasil y el de Lenín Moreno en Ecuador, tuvo un apogeo corto, para pasar rápidamente a su agotamiento y declive. Ni la victoria electoral de Bolsonaro en Brasil, incluso por las condiciones anómalas en que se dio, logra dar nuevo impulso a esa ola conservadora.

Pero como en los años 1990, no queda claro cómo se puede salir de éste. No por el apoyo que los gobiernos neoliberales tenían, y que no tienen ahora, sino por el esquema de blindaje político que promueven.  Los mejores presidentes que Argentina, Brasil y Ecuador jamás han tenido, favoritos para volver a dirigir a  esos países, son perseguidos estúpidamente, en lo jurídico, en lo político y en lo mediático. Lula está preso y condenado sin pruebas, Cristina es perseguida por todos lados,  Correa está asilado en Bélgica.

¿Cómo revertir esa situación, con sus líderes perseguidos de esa forma? ¿Cómo impedir la judicialización de la política? ¿Cómo restablecer la democracia plena en esos países? ¿Cómo impedir que ese tipo de gobierno llegue a Uruguay y a Bolivia?

En otros momentos tampoco aparecían en el horizonte las vías de salida. Los años 1990 parecían virar definitivamente hacia una página de la historia en la que la izquierda era desplazada. Sin embargo, hemos encontrado la forma de enfrentarnos al modelo neoliberal, considerado universal en tantas otras regiones del mundo.

Un gobierno como el de Macri fue muy apresuradamente considerado que por un largo tiempo sería la nueva cara de la derecha argentina. El PT y Lula fueron, también apresuradamente, considerados superados en la historia brasileña. Rafael Correa fue caracterizado, apresuradamente, de pertenecer al pasado de la historia ecuatoriana. Sin embargo, los tres, Lula, Cristina y Correa, siguen liderando las encuestas en sus países, siguen teniendo el apoyo de la mayoría de la gente de sus países. La memoria de las personas los guarda y de la forma mas positiva. Mientras que Macri, Temer y Moreno pasan rápidamente, sin dejar rastros

Le toca a la izquierda profundizar la reflexión y el conocimiento de la situación de sus países. Toca a la izquierda reconstruir su capacidad hegemónica, la misma que han logrado construir a comienzos del siglo, adecuada al presente. Ese presente y el futuro inmediato definirán cómo llegaremos al final de la segunda década de este siglo y cómo se dibujará toda la primera mitad del siglo XXI para nuestros países. Tenemos que estar a la altura, teórica y política, de los nuevos desafíos y de sus circunstancias.