Con notable nivel musical, variedad de géneros y una estimulante respuesta de público, el Festival Internacional de Música de Bariloche tuvo un buen comienzo durante el fin de semana que pasó. El sábado en la catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi, la Orquesta Filarmónica de Río Negro dirigida por Martín Fraile, director artístico del encuentro, recibió al Sexteto Escalandrum; el domingo, en el céntrico teatro La Baita, el cantautor brasileño Chico Cesar entusiasmó durante casi dos horas con un concierto en el que repasó canciones de sus distintas etapas, ante un público que supo escuchar y bailar. 

Bariloche, en temporada baja, no deja de ser una ciudad atractiva. Se muestra con otra cotidianeidad, sin el vértigo de los intercambios turísticos y con el gesto distendido de la flema provinciana. Respira con otro ritmo, contenida por un lago continuamente encrespado por el viento que desde abajo la mira como una advertencia de la naturaleza. El otoño, además de la riqueza bella de sus ocres, propone todavía temperaturas amables. A pesar de algunos chubascos, el frío es una opinión que varía entre el lugareño que cruza por el centro en magas de camisa y el forastero que por las dudas se enrosca tres vueltas de bufanda.

En este panorama, la música de espesor artístico y variedad es un programa ideal y en este contexto el Fimba irrumpió con fuerza y sentido de la oportunidad. La prueba inmediata está en las expectativas que despierta en el público. Las entradas, que se entregan desde un día antes de cada concierto de manera gratuita en el Centro Cívico de la ciudad, se agotan en pocos minutos. Un festival de estas características toca una fibra sensible, que tiene que ver con una tradición que es necesario recuperar. “Bariloche tuvo siempre manifestaciones relativas a la música artística y ese espacio quedó vacante en los últimos años. La gran respuesta del público es la muestra de la necesidad que hay de manifestaciones de este tipo”, dice Lucio Bellora, productor ejecutivo del encuentro impulsado por la provincia de Río Negro, con el apoyo del Fondo Federal de Inversiones.    

Como tantas cosas en estas latitudes, la Filarmónica de Río Negro es la orquesta estable más austral del mundo. Más que un rótulo es la prueba de que aun en condiciones geográficas desfavorables es posible trazar un proyecto capaz de llevar música por toda la provincia. Significativo resulta el hecho de que lo primero que puso en escena el Fimba fue la Filarmónica provincial, una orquesta compuesta en gran parte por jóvenes, que a partir de un trabajo continuado ha logrado muy buenos niveles de rendimiento. El encuentro con Escalandrum, con arreglos para sexteto y orquesta elaborados por Nicolás Gerschberg, fue una buena idea para una inauguración que debía reflejar uno de los puntos importantes del programa estético del festival: el de los cruces estilísticos. 

Entre una idea de jazz con colores locales y la personal visión de la obra de Astor Piazzolla, Escalandrum es una banda con sus propios cruces hechos. El encuentro con una orquesta potenció las cualidades tímbricas de una música abierta, que termina de cumplirse en las individualidades. Pipi Piazzolla en batería, Martín Pantyrer en clarinete bajo, Nicolás Gerschberg en piano, Mariano Sívori en contrabajo, Gustavo Musso en saxo alto y soprano y Damián Fogel en saxo tenor, componen una formación sólida, forjada en los equilibrios entre composición e improvisación, que encontró casi siempre buenas respuestas en la orquesta dirigida por Fraile. A partir de un repertorio que incluyó temas propios y, en la segunda parte obras de Astor Piazzolla, el concierto tuvo sus mejores momentos con “Milonga for Three and Final”, con un solo soberbio de Musso en el alto y una versión de “Adiós Nonino” que compendia gestos de la gran cantidad de versiones de uno de los temas emblemáticos de Piazzolla y de la música argentina. En el final, “Libertango” sacudió con esa sensación de plenitud que tiene la música de Piazzolla cuando está bien tocada.

“Vamos a terminar de instalar el Fimba para que tenga larga vida”, decía Arabela Carreras, la gobernadora electa que desde diciembre será la primera mujer en conducir la provincia de Río Negro y que como Ministra de Turismo, deportes y cultura de la provincia impulsó el nacimiento del festival. El entusiasmo estaba en el aire también en la segunda jornada, mientras el público colmaba el teatro donde actuó Chico César. Por primera vez en Bariloche, el brasileño desplegó variedad expresiva, con sus palabras elaboradas y la marca africana de su música, a la que contribuyó una banda ajustada y en sintonía con la idea de ofrecer canciones para escuchar y bailar. Chico interpretó “Palabra mágica”, “A primeira vista” y “Estado de poesía”, entre otros. Y respondió con un brazo en alto y el puño cerrado cuando desde la platea pidieron por “Lula libre” y hacia el final recordó a Marielle Franco, antes de una ampliada y preciosa versión de “Mama Africa”.

La Orquesta de Instrumentos autóctonos y nuevas tecnologías, la Camerata Bariloche y Liliana Herrero son algunas son algunas de las propuestas que darán continuidad al Fimba, que culminará el sábado con la contrabajista norteamericana Tonina Saputo.