Messi acaba de hacer lo correcto: jugó un muy buen partido; dio varias asistencias que llegaron al gol, y él convirtió uno de chilena. Sonríe. También lo hace el periodista que lanza:

–¿Usted cree que jugó bien, Messi...?

Se turba el jugador, tímido levanta los hombros, afirma con la cabeza. 

–¿Debo creer en su palabra...?

Vuelve a abrir grande los ojos el entrevistado.

–...Y..., sí..., ¿no...?

–Depende, depende del punto de vista, digamos, sabe que usted cuenta con enormes ventajas que pueden agredir a sus adversarios, por ejemplo, digamos, no creo justo su reclamo al réferi por no haber cobrado falta cuando usted se echó al suelo.

Pasmado, el número 10 aclara que él no se tiró sino que tres rivales le guadañaron las piernas y otro lo agarró del brazo y lo mandó a comer pasto.

–Eso es otra cosa, esos son los riesgos del juego, por eso es que usted usa canilleras, las usa porque usted tiene ventajas con las que puede perjudicar a sus contrarios...

Messi continúa asombrado, pero ahora se rasca la barba. Son ellos los que me perjudicaron, responde. Y se baja las medias y muestra las canilleras abolladas y las piernas llenas de moretones y tajos rojos. Fue lo mismo cuando me cabecearon el rostro y me partieron la ceja, me rompieron la nariz y estuve chorreando sangre como Don Segundo Sombra...

–Messi, seamos honestos y no me cambie de rubro, reconozca al menos que cuando usted hizo el tiro libre sabiendo que la barrera contraria saltaría para bloquearlo, usted la pateó peinando el césped y logrando el gol en el segundo palo solamente para humillar al equipo rival, no me diga que no, Messi, se cae de maduro que usted abusó de su poder. Si somos objetivos está clarísimo que usted se resbaló en la naturaleza de sus adversarios. Es más, le digo, o le pregunto: ¿usted no pensó en la familia de ellos, me refiero al sufrimiento infligido, eso digo, no pensó en la vergüenza que sufrirían al escuchar el llanto de sus seres queridos..., ¿o es que usted quedó resentido cuando sus hijos le enrostraron jugar mal, pésimo diría yo, cuando viste nuestra querida celeste y blanca...?

El gran dribleador abre la boca dibujando una O mayúscula. Es que yo juego junto al equipo, con el equipo, y para el equipo. Y sí, reconozco que si no cuento con un equipo que me acompañe no soy nadie...

–No-no-no, Messi, no me tome a chanza, yo lo estoy respetando ¿no?, así que le pido que usted también me respete, al menos por consideración al público televidente. No se me haga el humildito para ganar simpatías, sabemos de qué estamos hablando. Hablamos del respeto al otro. Digamos, cuando usted patea el penal y le manda el balón a la esquina contraria, sin duda debo razonar que detrás del hecho se esconde una muy grande carga de odio y perversión si es que evalúo los tiempos tenidos en cuenta...

–No, le juro que no es así señor periodista. El portero elige un palo. Debe elegir un palo porque si espera a que la pelota se patee, cuando él vuela para atajarla ya es tarde porque la velocidad que lleva la pelota es superior, y así el portero siempre pierde. Salvo el gol al ángulo desde 30 metros, pero...

–Mire usted, su otro yo lo ha traicionado, señor Messi, ha dicho “portero” vulnerando al humilde trabajador deportivo. Usted sabe que debe decir “encargado”...

–Es que en España decimos portero...

–Sr. Messi, no me cambie de tema, sabemos de lo que estamos hablando. Es como si yo le criticara la costumbre de elevar los deditos índice cuando conquista el gol, eso es decisión suya, de acuerdo, pero bien sabe que está brindando un apoyo subliminal a ciertas perversiones de las que, como persona honesta que soy no quiero poner en la mesa para no rebajarme a una controversia innecesaria, al menos por ahora, Sr. Messi...

Messi, con la barba colgando como estalactitas sufriendo un tórrido verano, implora ayuda buscando a su padre, allá detrás de cámaras, donde supone debe estar pero no lo visualiza debido a las fuertes luces que le caen encima. El periodista detecta la debilidad del crack internacional y aprovecha para insertar la espada traspasando el lomo hasta salir por la panza de la bestia peluda:

–Y se lo digo sin ánimo de ningunearlo, ni de molestarlo, ni de herirlo, Sr. Messi, se lo digo como un buen amigo y admirador de su juego, que lo soy, créamelo, se lo digo de corazón, usted no es un buen ejemplo para nuestra cultura ni para nuestra sociedad, Sr. Messi; usted nunca ha sido filmado borracho, ni le cortaron las piernas por drogadicto, ni tiene amantes, ¡todo lo contrario!, tiene familia cuando el poder mundial dictó la muerte de la familia; ama a su mujer desde que la conoció cuando mocoso, ¡y tiene tres hijos...! Sr. Messi, en realidad, usted es un enemigo público exhibiéndose en sus mansiones con sus perrazos, con sus publicidades y todo su egocentrismo ofensivo, cuando hay gente, no sé si se ha enterado, que duerme en la calle y revisa los tachos de basura para comer..., en fin, Sr. Messi, no lo ocupo más porque sé que tiene otras obligaciones, muy fuera de mi interés, por supuesto; que el resto del día le sea favorable... Señor director, puede disponer de las cámaras...

Se apagan las luces y Messi sale gateando, se arrastra por el piso tratando de pasar desapercibido; reputeando, el padre lo agarra del brazo y lo arrastra hasta la salida del canal, donde el portero les da reverendo boleo en el culo enviándolos a la cósmica estratosfera.