A Thelma Biral, la vocación de actriz le apareció de forma precoz. Con solo tres años tomaba clases de declamación y esperaba el regreso a casa de su padre para recitarle los poemas aprendidos, y siendo adolescente ya ejercía como profesora de lectura expresiva y recitado y ofrecía clases a chicos incluso más grandes que ella. El debut sobre tablas de la niña prodigio llegó a los 16 años con su trabajo en Mademoiselle, de Jacques Deval, dirigida por Carlos Muñoz, en Montevideo, por el cual fue elegida Revelación del año. Sesenta años pasaron de esa primera vez, y Biral sigue de estreno. Príncipe azul es la nueva pieza que la enfrenta a su primera experiencia de dirección teatral a nivel profesional y que acaba de estrenar, con las actuaciones de Edgardo Moreira y Fito Yanelli (ver aparte), aunque la actriz se encarga de aclarar que nunca estuvo alejada de la dirección. “He tenido cursos donde he dirigido a mis alumnos y, además, cuando estoy en un espectáculo siempre me piden una opinión y estoy detrás del vestuario, o detrás del texto”, cuenta. 

Estrenada en el marco de Teatro Abierto, en tiempos de dictadura militar, la obra escrita por el dramaturgo y psicoanalista Eugenio Griffero pone en escena el reencuentro de dos hombres, cincuenta años después de la relación amorosa que vivieron durante su adolescencia. Convocada para dirigir la puesta por el productor Víctor Agu, luego de haberla dirigido anteriormente en un ciclo radial, Biral pone especial énfasis en el sentimiento profundo de los personajes. “Es una gran historia de amor. Es una obra atemporal, donde no se abordan dictaduras, odios, emociones resentidas, venganzas, ni nada de lo que pudo haber sido el texto en el momento en el que se estrenó. Príncipe azul es el amor después del amor. La pasión después de la pasión”, define.

Repuesta de un accidente que le provocó múltiples fracturas, mientras protagonizaba La herencia de Eszter, en 2016, la actriz se muestra enérgica y en simultáneo con su rol de directora planea su visita a Uruguay en agosto donde participará del Festival Internacional de Artes Escénicas con Aire fuego, el espectáculo de canciones, poesías y anécdotas que comparte con el actor y cantante Francisco Pesqueira. “Pienso en hacer cosas para el público, pero sobre todo hago lo que me gusta”, asegura.  

–¿Cómo transita esta primera experiencia de dirección a nivel profesional?

–Con mucha alegría, porque se da la posibilidad de que me convoquen, y porque además me toca dirigir a dos grandes actores y teatristas como son Edgardo y Fito. Ellos ya conocían el texto, y yo no sabía qué iban a decir, pero cuando se sentaron a hablar conmigo, y a ver mi propuesta, que tiene un color muy femenino, se animaron y aceptaron. Los dos están muy felices, y yo también. Estoy como con un chiche nuevo.

–¿Siempre tuvo el deseo de dirigir?

–El aprendizaje que tuve con mi accidente me hizo pensar mucho, y me di cuenta que no sabíamos qué iba a pasar conmigo cuando tuviera los dos pies en la tierra. No se sabía si iba a poder caminar. Los médicos dudaban. Entonces fue creciendo la idea de dirigir, porque yo siempre estoy con textos en la mano y leyendo lo último que se hace en el teatro.

–Trabajó mucho en teatro, televisión y cine. ¿En el teatro encuentra una esencia particular?

–Creo que cualquier actor tiene que empezar por el teatro porque eso te da la posibilidad de aprender los tiempos de la televisión y del cine. Son tres cosas muy diferentes. Hay gente de cine que nunca hará teatro, y viceversa. En mi caso tuve que aprender y transitar momentos duros en el cine, pero he tenido maestros como Ayala, Olivera y Torre Nilsson. En cine tenés que esperar tres días para grabar un segundo, y tenés que interiorizarte cómo va a estar la cámara. Yo aprendí a moverme en esos mundos con mucho esfuerzo. El cine es un arte acabado del director, en cambio el teatro es más solitario, porque cuando se levanta el telón no tenés a nadie más. Y la televisión está en el medio, porque tenés a los técnicos que te apoyan, y que te ponen lágrimas si no llorás.

–En el último tiempo, las actrices argentinas adquirieron un rol importante en el país para visibilizar las distintas violencias que vive la mujer en el ámbito artístico y fuera de él. ¿Qué evaluación hace de ese compromiso asumido por sus colegas?

–Me parece bárbaro. Yo soy feminista desde que nací, porque siempre luché sola. Hice mis experiencias, trabajé, me esforcé y estudié. Viví de lo mío. Y por eso no puedo decir nada en contra de este movimiento. He tenido situaciones de violencia como las que las actrices están denunciando, pero las he resuelto. Tuve una sola experiencia pésima con un compañero en Canal 13. Yo era un “perejil”, porque recién llegaba de Montevideo, y me decían “la uruguayita”. Pero le expuse mi queja al director del canal sobre lo que estaba pasando, y le dije que me iba a ir. Entonces, este señor habló con mi compañero. Como había testigos de lo que había pasado, se solucionó el tema, y esa persona nunca más me volvió a molestar. En ese momento, yo tuve la suerte y la capacidad de decirlo. Y otras veces no dije nada, porque no me molestaba tanto. Me impresiona mucho la valentía y la actitud de las actrices, aunque no me gustan mucho las maneras y se los digo cuando las encuentro. De todas formas, me parece absolutamente importante lo que están haciendo. Han caído tantos, y me duele muchísimo pensar que compañeros con los que he trabajado se hayan comportado mal con chicas y mujeres jóvenes. De ahora en más, tendremos que actuar de una manera diferente.

* Príncipe azul puede verse en el Teatro Regina (Av. Santa Fe 1235), los martes a las 20.30.