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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
21 NOV 1999








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Mitá PAMÍ, mitá PAVÓ

En mis comienzos como docente, yo era uno más de varios a cargo de cursos de una misma cátedra. Un día el titular nos envía a cada docente un ejemplar de una publicación suya, con la indicación: “va para el parcial”. Estaba implícito que debíamos indicar a los alumnos a nuestro cargo que comprasen dicha publicación. Y supongo que el titular sabía el total de alumnos en los cursos y sacó la cuenta del número de ejemplares que se colocarían en pocos días. Y asimismo el editor de la obra se habría visto alentado a publicarla, sobre la promesa de una colocación tan segura como rápida. En el fondo, éramos subcontratistas encargados de la tarea sucia de obligar a los alumnos a reunir unos dinerillos que pronto pasarían a un editor. No fue el único caso. Hace poco conté que una cuadrilla fantasma, sin permiso, instalaba postes pintados de color igual al de los postes de luz, y que según se dice servían a la empresa de TV por cable del presidente de la Cámara de Diputados. No hubo manera de identificar a los trabajadores o al subcontratista que los llevaba de un lado a otro. ¿Cuántas veredas se perforaron sin permiso? El caso ahora es la subcontratista del PAMI, conocida como la gerenciadora, empresa formada ad hoc para administrar los servicios de salud de millones de usuarios. Al crearse se puso énfasis en la libertad de elegir de cada jubilado. Pero tal libertad en los hechos es nula, y el jubilado es compelido a aceptar el prestador que la gerenciadora tiene registrado en su cartilla. ¿Funciona el sistema? Sé y me consta que a jubilados con cáncer no se lo diagnosticó el médico de cabecera, que el especialista le dio un diagnóstico erróneo, sin hacerle los estudios necesarios, e incluso derivándolos a cirugía cuando la misma podía matar al paciente; que el cáncer fue detectado al someterse a hospitales municipales, y que la gerenciadora se negó a otorgar la continuidad de la atención de dichos pacientes en tales hospitales. En los mismos existen delegados “de PAMI” cuya misión es derivar a los ancianos a la órbita de la gerenciadora. En la experiencia narrada al comienzo, la capacitación del alumno no importaba tanto como que comprasen la publicación del titular. En el sistema de PAMI-gerenciadora, la curación de enfermos tampoco importa, sino que “aporten” su enfermedad a la gerenciadora, para que su firma legitime un movimiento de recursos, que se multiplica por millones.

No crecer duele: crecer también

Lo que distingue a un economista de otros seres pensantes (y no pensantes) es el tener internalizados ciertos límites, por ejemplo, que nada puede producirse sin usar algún recurso, y que ningún recurso es ilimitado. Luego vienen nociones derivadas, o de segundo orden, como que los recursos mismos se producen usando recursos, que la proporción entre diversos recursos es una técnica de producción, que el uso total del factor humano se llama pleno empleo, y que el incremento o mejora de los recursos productivos se llama crecimiento. Por ejemplo: el consumo total de un país (C), o bien su ahorro total (A), no pueden exceder el ingreso nacional total (Y). Un mayor consumo sólo es factible ahorrando menos, y viceversa, de donde la suma C+A no puede sobrepasar Y. A lo sumo, C+A = Y. Si la magnitud de Y es lo que traba nuestra apetencia de bienestar, ¿cómo expandirlo? Debería expandirse la cantidad de recursos naturales, por ej. la cantidad de tierra arable (DR) o su rinde, expandirse el número de trabajadores competentes (DT) o mejorarse su productividad, o incrementarse los equipos de capital (DK) o su tecnología. Las letras R, T y K abrevian tierra, trabajo y capital, y la letra griega D (“delta”) abrevia “incremento o acumulación de”. Un procedimiento para incrementar la cantidad de Y, propuesto por Adam Smith y reiterado por Prebisch para América latina, es dotar al trabajo (T) de más y mejores equipos de capital (DK). Ahora bien, DK se lee “creación de capital” o brevemente, “inversión”. La inversión es el ahorro convertido en equipos de capital. El ahorro es previo a la inversión, y fruto de una opción entre consumir hoy o diferir el consumo. Un mecanismo para convertir ahorro en inversión sería, simplemente, vedar a los trabajadores la posibilidad de consumir más allá de cierto límite, asignándoles una retribución que sólo permita adquirir los meros bienes de subsistencia. Todo lo que exceda ese límite lo toman los empleadores o empresarios, quienes canalizan el producto excedente no consumido en adquirir nuevos bienes de capital. Una sociedad así, basada sobre la distribución desigual y la acumulación incesante del ahorro, era la europea hasta 1914, descripta por J. M. Keynes en 1920. Nuestro desafío es pensar una sociedad democrática, más igualitaria, capaz de ahorrar para sostener la acumulación de capital requerida por el crecimiento económico.