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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
28 NOV 1999








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


Noches pasadas decidí airearme un poco caminando por Florida, ahora que amaga recuperar mínimamente su viejo esplendor. Tras dar algunos pasos tuve la primera extraña sensación de inestabilidad, que fue repitiéndose a intervalos irregulares. Mis sobrias oscilaciones eran acompañadas por ciertos ruidos a hueco, unos golpeteos que sonaban a choque de masas quebradizas. Bajé la vista y descubrí lo que, inconscientemente, me resistía a admitir: que el flamante pavimento de la principal peatonal porteña bascula al ritmo de sus baldosones flojos, despegados de su contrapiso mientras aún resaltan los orgullosos carteles rojiblancos radicales que colocó el gobierno de la ciudad para propagandear la renovación de la calle, con una banda sobreimpresa, más jactanciosa todavía, que da por terminada la obra. Terminada y, por lo visto, mal hecha, bajo la conducción política de Nicolás Gallo, responsable del tema en la comuna, y quien lo será, a partir del 10 de diciembre, en la nación. El tema no tiene nada de nuevo: los contratistas suelen reparar mal las aceras y las calzadas, tal vez porque así les sale más barato, o también porque eso provoca nuevas licitaciones que se repartirán los mismos socios del club de adjudicatarios. Los funcionarios se quedan igual de contentos, quizá porque son parte del sistema, o porque les luce políticamente anunciar la realización de obras (tantos metros cuadrados de veredas o de asfalto, tantos árboles plantados, etcétera), sin que les interese después si todo vuelve a estropearse al primer uso o si los retoños se secan antes de brotar. Para que el perverso mecanismo funcione a la perfección es preciso, obviamente, evitar el mantenimiento. Nadie debe acudir a reparar los baldosones de Florida a medida que se vayan soltando y acto seguido partiendo (¿el contrato incluye un servicio posventa a cargo de la constructora?), porque más rentable es esperar que la tradicional arteria vuelva al calamitoso estado previo y sea preciso llamar a una nueva licitación antes que cante el Gallo