Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus

Fue

Será

Ediciones anteriores

 

Jueves 7 de Octubre de 1999
tapa tapa del No


REEDICION DE UN DISCO HISTORICO, A TREINTA AÑOS DE SU APARICION
Salve, rey

E. F.


El disco se iba a llamar The cheerful insanity of Giles, Giles & Fripp, pero a la hora de terminarlo todo había cambiado. Tanto, que ni el grupo ni el nombre del debut eran los mismos. En julio de 1969, King Crimson (un título derivado de una letra de Peter Sinfield llamada “In the court of the crimson King”) debutó en el lugar menos pensado: el Hyde Park londinense, frente a 650 mil personas y como telonero de... los Rolling Stones. Poco después, In the court of the Crimson King le daba otro sentido a la definición “rock progresivo”.
Treinta años es mucho, pero aún así el debut de KC mantiene su potencia. Remasterizado (dato no poco importante, dado el pésimo sonido de las primeras reediciones en CD) y relanzado por un acuerdo entre EG y Virgin, En la corte del rey carmesí es un viaje alucinado por el desarrollo musical inglés pos Beatles, que arranca en el desmesurado alarido dibujado por Barry Godber para la tapa. Y que continúa con un track de apertura aún vigente, “21st. century schizoid man”, épico, histérico, preciso pero a la vez bestial. A la vez, las alturas musicales obtenidas por el primer Crimson cobran aún más valor si se tiene en cuenta que era un milagro que la formación se mantuviera estable por más de cuatro meses: el largo historial del monstruo aún hoy comandado por Robert Fripp es un constante ir y venir de músicos y, sin embargo, cada encarnación tiene la firmeza de un grupo de personas largamente establecido. En In the court..., Crimson es Fripp, Ian McDonald, Greg Lake, Michael Giles y el letrista e iluminador Sinfield, y son apenas cinco “temas” compuestos por innumerables partes de ensamble invisible. A Fripp le llevaría tiempo volver a producir un disco tan completo, y de hecho la unánime ovación con que fue recibido el debut no volvería a repetirse. Será por eso que el disco del grito desorbitado en la tapa resiste más que bien la prueba del tiempo. Sin olvidar que, a las puertas del siglo 21, son muchos más los hombres esquizoides que los elfos y duendes propuestos por otros exponentes de la misma época.




La Vela Puerca, un nuevo descubrimiento santaolallesco

Aguante, vo’

E.P.

Las bandas cantaban al ritmo de “Beso a beso” –por si vivís en un frasco, es el hit tribunero del momento–. Matizando la espera, los Redondos. Frío, mucho frío. Seis mil personas que llegan lentamente, algunos con el termo bajo el brazo. Ah... Primer indicio concreto de que en realidad, no es Buenos Aires, es Montevideo. Es que este sábado que pasó, en el Teatro de Verano –el mismo de aquel fallido show Divididos + Las Pelotas no fue Sumo–, La Vela Puerca celebró con una fiel hinchada que recrea cada uno de los tics de las bandas porteñas (aunque mucho menos agresivos, es cierto) la aparición de su disco debut oficial, el primero bajo la etiqueta Surco. “La Vela” representa el modelo de banda barrial y concientizada a la uruguaya, sólo que no abreva en fuentes stone sino que lo suyo es más bien del tipo ska-core y reggae explosivo. Letras fuertes, graciosas y por momentos monotemáticas con respecto a eso que se fuma (lo de “vela” no es casualidad ¿no?), una base instrumental bien potente y dos cantantes que no paran ni un segundo. Apareció uno de los históricos integrantes de la histórica Tabaré Riverock Band y también el pelado Cordera, quienes junto a Gustavo Santaolalla (a esta altura, el Jorge Griffa del rock latino), se unieron a los pibes para una caliente versión del clásico venezolano “Gavilán”. Ojo con La Vela, amigos, que ya se prenderá de este lado del río.



En combustion

POR MARCELO MONTOLIVO

Primeras Impresiones
Uno de los atributos del rock es el de shockear, de moverse ahí donde nuestra educación/experiencia puso el límite, provocando el posterior replanteo/ampliación de las costumbres. Desde el pubis batiente de Elvis, pasando por el largo pelo Beatle, la ambigüedad sexual de Bowie y todas las calamidades que representa Marilyn Manson, hay una larga tradición de merodeadores del lado salvaje. Extrañamente, en Argentina no se suele jugar demasiado con lo hormonal ni lo visual, por eso sorprende la aparición de un grupo como éste. Armados de una poética que descubre la relación sadomasoquista sobre la que está cimentada la realidad cotidiana, trepan al escenario con atuendos pos nucleares, potenciados por el atractivo sexy de Lorena, la vocalista de registro espectral. “Tenemos rasgos marcados de violencia en nuestras parejas y nuestra sexualidad, energía reprimida que volcamos en la música”, declaran. Comenzaron hace 4 años como un dúo tecno que incluía extremas performances cuasi teatrales. Fueron agregando integrantes hasta llegar a la temerario quinteto hardelectrónico actual. “De todas formas –admiten– el cambio fue gradual. Ahora estamos completamente trastornados, y cada vez es todo más violento.” Generadores de un repertorio dañino, que busca víctimas, escucharlos es flirtear con el peligro. Auténtico Shock Rock Argentino.

Gay Dad
Teóricamente, el aluvión britpop ya pasó pero, sin inmutarse, Gran Bretaña sigue escupiendo grupos de canciones con estribillos adictivos y guitarras estridentes que tienen su espacio en rankings y portadas de revistas. Los favoritos de ahora mismo son Gay Dad, sin duda, dueños del nombre más llamativo de la temporada. Liderados por el rubio, ex periodista musical Cliff Jones, quien aclara “estaba harto de entrevistar tipos que se creían estrellas y me contestaban con monosílabos, así que decidí hacer mis propias canciones y expresarme por otro lado. Realmente me tomo la música muy seriamente”. Los shows del grupo son frecuentemente coronados por batallas campales, generalmente provocadas por militantes de ultraderecha, ofuscados por el nombre del grupo y ciertas declaraciones donde confiesan su ambigüedad sexual. “Es jodido que se infiltren en los camarines tipos con pinta de mafiosos diciéndonos que quieren cortarnos la garganta, que saben dónde vivimos y no nos dejarán salir vivos -confiesan–, aunque, por suerte, hay otros que nos cuentan que somos lo mejor que les ha pasado en su vida.” Más allá de las trompadas, lo que puede escucharse en Leisurenoise (su debut largo) es un efectivo y vaporoso pop rock que, a diferencia de los militantes britpoperos, abre las puertas a influencias de grupos norteamericanos como Boston y Reo Speedwagon, ingleses no-tan-cool como Queen o los ya olvidados Bay City Rollers y, créase o no, cierto aroma mántrico a kraut rock. Trifulca y melodías.