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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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La
economía del Discoplus
Los depósitos que la gente tiene atrapados en los bancos
se parecen a los premios del Discoplus. Estos consisten en puntos
acumulados con las compras, pero que no pueden ser monetizados.
Sirven sólo para canjearlos por una gama de productos,
exhibidos en un rincón de cada supermercado, cada uno con
su correspondiente precio en puntos. Pero aun en caso de que a
un cliente ninguno de ellos le despierte interés, no dejará
de convertir su puntaje en objetos con tal de no perderlo.
Del mismo modo, quien posee pesos o dólares en un banco
se siente empujado a trocarlos por algún bien tangible:
electrodomésticos, un auto, una casa, pensando que si retira
los 250 permitidos por semana se arriesga a haber recuperado una
pequeña proporción de su capital para cuando todo
el sistema se hunda, si es que esto ocurre. En la otra punta,
el vendedor de esos mismos bienes obviamente no pretende hacer
la operación inversa: cambiar productos por puntos en una
Discoplus. Si es una agencia de coches, los vende a cambio de
recibir un crédito en su cuenta, que le servirá
para cubrir, mediante transferencias intrabancarias o cheques,
los costos de su negocio, que así podrá seguir funcionando.
El agenciero deberá sí resignarse a que su ganancia
quede prisionera del banco.
Tratándose de departamentos usados, los dueños están
vendiendo para cancelar deudas directas (una hipoteca sobre el
mismo inmueble) o cruzadas, sobre todo si fueron tomadas en dólares.
El circuito de esta operación, que incluye el retiro de
un depósito y la cancelación de un crédito,
comprime el giro bancario. Al banco que devuelve el depósito
se le reducen proporcionalmente los requisitos de liquidez, de
modo que le reclama al Banco Central el excedente, movimiento
que se traduce en un drenaje de reservas. Toda la economía
opera en función de un gran objetivo: escapar de la trampa
bancaria. Pero la salvación individual conduce a la perdición
colectiva, porque se logra a costa de más depresión.
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