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1 Sin
efectivo
Quién no jugó de chico al tobogán? Uno subía
alto, muchos peldaños, y desde arriba se deslizaba, descendiendo
siempre, hasta una altura cero. Imagine un tobogán de cien
peldaños, cada uno con altura de 10 pesos; en total, mil
pesos; cuyo largo, medido sobre el suelo, entre el punto más
alto y el fin del tobogán (en la altura cero) es de 3 metros,
donde cada 10 cm representa un día; o sea en total, un mes.
Cuando se está en el comienzo del tobogán, el primer
día del mes, está en lo más alto del dinero
disponible: mil. Por cada día que avanza, sus tenencias líquidas
decrecen 33,33 pesos. Al llegar al día 30, habrá gastado
999,99 pesos, que es el valor de la canasta familiar. Al comienzo
sus saldos monetarios son mil; al final, son cero; en el medio,
en el día 15, sus saldos monetarios son 500. Se dice: dinero
activo es de 1000 pesos; el saldo activo medio, es de 500. Ahora
suponga 4 tobogancitos, cada uno de 25 peldaños, extendido
75 cm. Al comienzo de la primera semana, dispone de 250 pesos, y
al concluir tiene 0 pesos. El esquema se repite en las tres semanas
siguientes, hasta finalizar el mes. Ahora, a lo largo de cada semana,
el dinero activo es de 250, y el saldo activo medio, 125 pesos.
¿Qué se consigue al cambiar un esquema de ingresos-gastos
mensual por otro semanal? Pues reducir a una cuarta parte los saldos
activos medios en poder de la gente. Ni más, ni menos. Todo
quien gane más, digamos, 785 pesos más, podría
teóricamente gastarlos con su tarjeta de débito. Pero
ya está previsto que, de un día para otro, en 24 horas,
en el 99 por ciento de los casos no hallará quien le venda
nada con esa modalidad. Se sabe que pasarían años
hasta que cada comercio instale su maquinita para recibir pagos
con tarjetas de débito. Hoy por hoy, a los niveles de precios
que rigen en el país, cada cual está forzado a gastar
sus 1000 pesos de efectivo, sin que le sobre nada como para imaginar
alguna picardía. Por ejemplo, cambiar pesos por dólares.
Precisamente lo definitorio de la convertibilidad poder entregar
dinero argentino y recibir a cambio dólares hoy se
considera acto especulativo, y el Estado, para evitarnos caer en
la tentación, cuida nuestros depósitos
impidiendo convertirlos en efectivo. Nunca uno podrá verificar
si sigue siendo cierto aquel desafío de un presidente del
BCRA, según el cual las reservas en dólares podían
comprar la totalidad de dinero emitido. Los dólares ¿siguen
estando ahí?
2 Devaluación
El tipo de cambio es la cantidad de pesos que permite comprar un
dólar. Devaluar el tipo de cambio es hacer que una unidad
de moneda extranjera se cambie por más unidades de moneda
nacional. Antes de devaluar, el dólar es barato, se cambia
por menos pesos; o un peso se cambia por más dólares.
Después, un dólar es más caro, se cambia por
más pesos; o un peso se cambia por menos dólares.
Una devaluación afecta la riqueza, según se mida en
pesos o en dólares. En la economía hay familias, empresas,
gobierno y resto del mundo. Las familias consumen gran parte de
su ingreso en bienes importados, y les conviene un dólar
barato (no devaluar), lo cual consolida la desaparición de
la industria; el segmento más afortunado de las familias,
con ingresos en negro que desea esconder afuera, prefiere convertirlas
en la mayor cantidad de dólares posible, es decir, dólar
barato. Un dólar alto le convendría, indirectamente,
al desocupado, si con ello se reinstalasen industrias desmanteladas
y pudiera recuperar su anterior empleo. Las empresas deben separarse
en locales y extranjeras: a las locales, agropecuarias o industriales,
un dólar barato les dificulta exportar, y les deja como opción
ofrecer jornadas extenuantes y salarios misérrimos. Las extranjeras
no son exportadoras, pero sí necesitan remesar utilidades
a sus países y les conviene el dólar más barato
posible. Un dólar excesivamente barato, con productos extranjeros
baratos, configura a corto plazo una suerte de estado de bienaventuranza
para el consumidor, al precio de perderse fuentes de trabajo y capacidad
de exportación (y generación de divisas) y aumentar
la salida de divisas por importaciones y remesas de utilidades.
Pero tales estados siempre los paga alguien: como la bienaventuranza
de las empresas beneficiadas por Cavallo en 1982, hoy la pagan todos
con tasas de IVA altísimas, con las que se recaudan fondos
para abonar la deuda externa. Al gobierno le conviene un dólar
barato, pues es demandante de divisas, a fin de pagar la deuda pública
externa, y su compra se hace con dinero extraído mediante
impuestos. Un tipo de cambio más alto sería más
gasto público, y le obligaría a gravar más
a la población, haciendo más impopular al gobierno.
Además, mover el tipo de cambio convierte al peso en un activo
de valor decreciente y al dólar en uno de valor creciente,
y aconseja la fuga del primero hacia el segundo.
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