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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 DICIEMBRE 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

1
  Sin efectivo

Quién no jugó de chico al tobogán? Uno subía alto, muchos peldaños, y desde arriba se deslizaba, descendiendo siempre, hasta una altura cero. Imagine un tobogán de cien peldaños, cada uno con altura de 10 pesos; en total, mil pesos; cuyo largo, medido sobre el suelo, entre el punto más alto y el fin del tobogán (en la altura cero) es de 3 metros, donde cada 10 cm representa un día; o sea en total, un mes. Cuando se está en el comienzo del tobogán, el primer día del mes, está en lo más alto del dinero disponible: mil. Por cada día que avanza, sus tenencias líquidas decrecen 33,33 pesos. Al llegar al día 30, habrá gastado 999,99 pesos, que es el valor de la canasta familiar. Al comienzo sus saldos monetarios son mil; al final, son cero; en el medio, en el día 15, sus saldos monetarios son 500. Se dice: dinero activo es de 1000 pesos; el saldo activo medio, es de 500. Ahora suponga 4 tobogancitos, cada uno de 25 peldaños, extendido 75 cm. Al comienzo de la primera semana, dispone de 250 pesos, y al concluir tiene 0 pesos. El esquema se repite en las tres semanas siguientes, hasta finalizar el mes. Ahora, a lo largo de cada semana, el dinero activo es de 250, y el saldo activo medio, 125 pesos. ¿Qué se consigue al cambiar un esquema de ingresos-gastos mensual por otro semanal? Pues reducir a una cuarta parte los saldos activos medios en poder de la gente. Ni más, ni menos. Todo quien gane más, digamos, 785 pesos más, podría teóricamente gastarlos con su tarjeta de débito. Pero ya está previsto que, de un día para otro, en 24 horas, en el 99 por ciento de los casos no hallará quien le venda nada con esa modalidad. Se sabe que pasarían años hasta que cada comercio instale su maquinita para recibir pagos con tarjetas de débito. Hoy por hoy, a los niveles de precios que rigen en el país, cada cual está forzado a gastar sus 1000 pesos de efectivo, sin que le sobre nada como para imaginar alguna picardía. Por ejemplo, cambiar pesos por dólares. Precisamente lo definitorio de la convertibilidad –poder entregar dinero argentino y recibir a cambio dólares– hoy se considera acto especulativo, y el Estado, para evitarnos caer en la tentación, “cuida” nuestros depósitos impidiendo convertirlos en efectivo. Nunca uno podrá verificar si sigue siendo cierto aquel desafío de un presidente del BCRA, según el cual las reservas en dólares podían comprar la totalidad de dinero emitido. Los dólares ¿siguen estando ahí?

2  Devaluación

El tipo de cambio es la cantidad de pesos que permite comprar un dólar. Devaluar el tipo de cambio es hacer que una unidad de moneda extranjera se cambie por más unidades de moneda nacional. Antes de devaluar, el dólar es barato, se cambia por menos pesos; o un peso se cambia por más dólares. Después, un dólar es más caro, se cambia por más pesos; o un peso se cambia por menos dólares. Una devaluación afecta la riqueza, según se mida en pesos o en dólares. En la economía hay familias, empresas, gobierno y resto del mundo. Las familias consumen gran parte de su ingreso en bienes importados, y les conviene un dólar barato (no devaluar), lo cual consolida la desaparición de la industria; el segmento más afortunado de las familias, con ingresos en negro que desea esconder afuera, prefiere convertirlas en la mayor cantidad de dólares posible, es decir, dólar barato. Un dólar alto le convendría, indirectamente, al desocupado, si con ello se reinstalasen industrias desmanteladas y pudiera recuperar su anterior empleo. Las empresas deben separarse en locales y extranjeras: a las locales, agropecuarias o industriales, un dólar barato les dificulta exportar, y les deja como opción ofrecer jornadas extenuantes y salarios misérrimos. Las extranjeras no son exportadoras, pero sí necesitan remesar utilidades a sus países y les conviene el dólar más barato posible. Un dólar excesivamente barato, con productos extranjeros baratos, configura a corto plazo una suerte de “estado de bienaventuranza” para el consumidor, al precio de perderse fuentes de trabajo y capacidad de exportación (y generación de divisas) y aumentar la salida de divisas por importaciones y remesas de utilidades. Pero tales estados siempre los paga alguien: como la bienaventuranza de las empresas beneficiadas por Cavallo en 1982, hoy la pagan todos con tasas de IVA altísimas, con las que se recaudan fondos para abonar la deuda externa. Al gobierno le conviene un dólar barato, pues es demandante de divisas, a fin de pagar la deuda pública externa, y su compra se hace con dinero extraído mediante impuestos. Un tipo de cambio más alto sería más gasto público, y le obligaría a gravar más a la población, haciendo más impopular al gobierno. Además, mover el tipo de cambio convierte al peso en un activo de valor decreciente y al dólar en uno de valor creciente, y aconseja la fuga del primero hacia el segundo.