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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 DICIEMBRE 2001








Devaluación dolarización

- Economistas del establishment financiero, que siempre fueron enemigos acérrimos de la devaluación, hoy creen que no hay otra alternativa.

- No es casual: el Fondo Monetario y el Tesoro norteamericano también están presionando por esa salida.

- En el equipo de Cavallo tienen otro plan: defender a rajatabla la paridad cambiaria, dolarizar y emitir bonos (tipo Lecop o Patacón) para pagar salarios, jubilaciones y proveedores del Estado.

- Mientras se define esa puja, el reloj que marca el fin de la convertibilidad corre aceleradamente.

 


Lo que viene

Por Maximiliano Montenegro

Qué puede esperarse? Mayor probabilidad de desdolarizar y devaluar”, dice el informe reservado para sus clientes de uno de los consultores top de la city. Economistas del establishment financiero, que siempre fueron enemigos acérrimos de la devaluación, hoy creen que no hay otra alternativa. No es casual: el Fondo Monetario y el Tesoro norteamericano también están presionando por esa salida. En el equipo de Cavallo tienen otro plan: defender la paridad cambiaria, dolarizar y emitir bonos (tipo Lecop o Patacón) para pagar salarios, jubilaciones y proveedores del Estado. Mientras se define esa puja, el reloj que marca el fin de la convertibilidad corre aceleradamente: según los cálculos más conservadores, dada la sangría de depósitos de los bancos –incluso con el congelamiento parcial– y las necesidades de financiamiento del Gobierno, el Banco Central perderá en las próximas semanas tan rápidamente divisas que, hacia febrero, sólo habría 0,66 dólares para convertir cada peso circulante. Obviamente, llegado a ese punto ya sería tarde para cualquier salida “ordenada”. En cualquier caso, los depósitos permanecerían congelados por mucho tiempo: ¿6 meses?, ¿1 año?, ¿más? De triunfar la posición de Washington también habría quita, la pregunta es cuánto y cómo. “Hay cinco D y las cinco se combinan de diferente manera”, le dijo un analista a Cash, explicando la incertidumbre que existe sobre lo que se viene. Cinco D: Depósitos congelados, default, desdolarización, devaluación, dolarización. De ese menú, Washington y Cavallo se pelean por qué platos servir. Vamos por partes.
Primera D (Depósitos congelados): Era la primera condición para aplicar cualquiera de las otras D. Cavallo la adoptó como una medida desesperada, para salvar a los bancos, tras varios meses de persistente fuga de depósitos. Sin embargo, paradójicamente, este paso agrega margen de acción a la política económica, abriendo un abanico de posibilidades que antes estaba cerrado. Dicho de otro modo: antes, el Gobierno temía declarar el default con los acreedores por miedo a potenciar la corrida bancaria. Hoy ese riesgo no existe.
Sea como fuere, el corralito dispuesto por Economía sobre los ahorristas no es suficiente para detener el goteo de fondos del sistema, que pueden convertirse en correntada si la gente sigue abriendo cada vez más cajas de ahorro en distintos bancos para transferir a ellas plazos fijos vencidos y saltear el límite máximo de extracción de 1000 pesos por mes. Según la estimación más cautelosa, que no considera esta clase de comportamientos, la sangría neta de fondos del sistema sería de unos 1100 millones mensuales. Cálculos más ajustados a la realidad, hablan de más de 2000 millones.
Aún en el mejor escenario, los bancos estarían nuevamente en problemas para devolver los depósitos, a menos que fueran asistidos por Roque Maccarone, titular del BC, para evitar la quiebra. Esa sería una canilla abierta de reservas del Central, actuando como prestamista de última instancia, que disminuirá el respaldo en dólares de los pesos en circulación. (Recordar que las reservas están para convertir los pesos en bolsillo del público, en cuentas corrientes y cajas de ahorro. No hay dólares billete suficientes para responder a los depósitos a plazo.)
De continuar esta filtración, es probable que en los próximos días Cavallo decida congelar totalmente los depósitos a plazo, renovándolos automáticamente a su vencimiento e impidiendo a sus titulares transferirlos a cajas de ahorro.
Segunda D (Default): Sobre esta segunda D, absolutamente nadie discute que es inminente y necesaria; en especial, después de que el FMI bajara el pulgar al desembolso de 1260 millones de dólares. Cavallo quería utilizar dichos fondos para terminar los pagos de diciembre a los acreedores extranjeros, para eludir demandas legales mientras renegocia las condiciones del segmento internacional del canje de deuda. Sin embargo, elFondo no estaba dispuesto a enviar los recursos por una ventanilla, para que se los llevaran los acreedores privados por la otra. A partir de la semana próxima hasta fin de mes, hay vencimientos por 1588 millones de capital y 410 millones de intereses, contemplando el efecto del canje local: sobre los nuevos títulos recién se pagará intereses a partir de abril y capital dentro de tres años.
Cavallo cuenta con el aval del Fondo y el Tesoro norteamericano para el pagadeus y seguramente la oferta de canje para los extranjeros será mucho menos favorable que la que aceptaron bancos y AFJP locales: habría quita de capital, un período de gracia más largo e intereses bastante inferiores al 7 por ciento.
La idea es que el Gobierno ya tiene cortado el crédito en el exterior y seguir cumpliendo con los vencimientos de la deuda denominada en los viejos títulos –aquellos que todavía no ingresaron al canje– sería dilapidar reservas del Banco Central. Dicho sea de paso, eso fue lo que hizo el Central en los últimos meses, vía préstamos al Banco Nación, que a su vez los derivaba al Tesoro.
Sin embargo, aún con default, la canilla del Central para financiar al Tesoro seguirá abierta, porque, con el derrumbe de la recaudación el Gobierno no tendrá pesos para pagar salarios, aguinaldo, jubilaciones y otros gastos indispensables. Cavallo ya adelantó que, antes, manoteará 3000 millones de dólares en plazo fijo de las AFJP, a cambio de una Letra del Tesoro, que se derivarán a las cuentas de pago del fisco.
Pero agotada esta fuente, deberá ir a la golpear a la puerta de “Papito” Maccarone que, al emitir pesos a cambio de títulos públicos y no de nuevos dólares, seguirá deteriorando la convertibilidad de los pesos circulantes. Tanto más rápido será este proceso cuanto más caiga la recaudación y, dado el parate que provocaron las medidas del domingo último, nadie sabe cuánto se precipitarán los ingresos del fisco en diciembre, pero es seguro que la caída será impresionante.
La única alternativa es que Cavallo decida, una vez agotada la cuenta de las AFJP, dejar de pagar los gastos del Estado nacional en pesos y hacerlo, como las provincias, con bonos. Como se verá, esta es una opción que analiza el ministro.
En síntesis, así como van las cosas, el que corra último para hacerse de dólares contantes y sonantes se quedará sin verdes, al menos a la paridad 1 a 1. Según las cifras que manejan consultores y analistas de bancos de inversión, actualmente, por cada 1 peso circulante hay 0,95 dólares billete en el Central. Para fin de diciembre, habría 90 centavos; a fines de enero, 77 centavos; y a fines de febrero 66 centavos de dólar. Este es el límite mínimo de “reservas líquidas” que autoriza la ley para que la convertibilidad siga existiendo, ya que el resto de reservas puede constituirse en títulos públicos emitidos por el Tesoro. Pero está claro que, llegado a ese punto ya no se podrá dolarizar, retirando todos los pesos en circulación a la paridad de 1, sino que sería necesaria una fuerte devaluación.
Tercera D y cuarta D (desdolarización + devaluación): Las cuentas anteriores son vistas con atención en Washington. Allí también saben, al igual que Cavallo, que de no hacerse nada, es cuestión de tiempo para decretar el final de la convertibilidad con una devaluación desordenada. Pero la presión del FMI para que Argentina abandone el tipo de cambio fijo, como parte de un nuevo programa, apunta a otro lado. Tal como lo planteó, en ámbitos semipúblicos, la número 2 del organismo, Anne Krueger, el staff de técnicos del Fondo considera que, después de 4 años de depresión, Argentina debe recrear las “condiciones objetivas” para crecer, porque la confianza de consumidores y inversores tardará mucho tiempo en recuperarse. Es decir: abaratar el precio en dólares de la producción nacional para hacerla competitiva frente a la importada y crear nuevos negocios rentables. De otro modo, aseguran ahora, no hay cuenta fiscal que cierre, ni préstamos que en el futuro puedan ser devueltos. Esta posición rechaza cualquier intento de dolarización de urgencia en los próximos días, porque cristalizaría la actual depresión. Pero, además, no lograría ningún “efecto confianza” –el principal argumento para dolarizar, al desaparecer el riesgo devaluatorio– sobre consumidores e inversores, después de haberse pisado los depósitos a los ahorristas y declarado el default de la deuda.
En Washington, creen que éste es el momento ideal para “la deva” por dos motivos. Por un lado, porque con semejante recesión, el impacto inflacionario sería mínimo. Por otro lado, porque, ya se dieron los dos pasos previos necesarios. Con congelamiento de depósitos el Gobierno podría levantar de un plumazo el ancla que pesó durante tantos años para no salir de la convertibilidad: el impacto sobre un sistema financiero casi totalmente dolarizado. La fórmula sería primero desdolarizar, convirtiendo todos los depósitos a pesos, lo mismo que los préstamos (ver aparte). Así, quedarían a salvo los bancos, al reducir sus pasivos (depósitos) y mejorar las condiciones de repago de su cartera activa (los préstamos). Con el default, en tanto, no existiría el problema de que los servicios de la deuda en dólares aumentaran en forma exponencial, mientras la recaudación se levanta en pesos.
Por supuesto, este camino para devaluar también debería contemplar una desdolarización de las tarifas de servicios públicos.
Esta fórmula fue enunciada hace más de un mes por Ricardo Haussman, ex economista jefe del BID y ex defensor a ultranza de la dolarización para Argentina. Después, Paul Krugman, un economista estrella en Estados Unidos, escribió en el New York Times que su tesis de siempre –que Argentina debió devaluar hace años– podría ser llevada a la práctica “al estilo Haussman”.
Curiosamente, esta propuesta fue repetida esta semana por economistas que hasta hace muy poco defendían la dolarización antes que cualquier plan de devaluación. Por ejemplo, el ex viceministro de Roque Fernández, Carlos Rodríguez escribió el martes pasado en BAE que ahora “entre los costos a asumir se encuentra la necesidad de reconocer el default financiero externo e interno y la necesidad de un tipo de cambio real significativamente más alto...”. “Una alternativa es la libre flotación de la moneda manteniendo la prohibición del BCRA de emitir moneda, como no sea para comprar dólares (al precio de mercado). Esta alternativa requeriría convertir todos los depósitos (hoy pisados) a pesos, al igual que los créditos otorgados”, explica Rodríguez. Para el economista del CEMA, el think tank de donde salió el primer proyecto de dolarización, auspiciado por Pedro Pou, “otra alternativa es la dolarización inmediata basada en los 14.000 millones que nos quedan en el BCRA. El problema en esta alternativa es que no permite el aumento del tipo real de cambio por lo que éste debería alcanzarse a través de una prolongada deflación (o por una devaluación previa a la dolarización”, concluye.
La misma propuesta escuchó este diario un día después, en un selecto seminario de uno de los principales consultores del establishment financiero. Entre los principales bancos extranjeros también circula un paper elaborado a pedido, el domingo último, después de conocidas las medidas, por Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, que plantea distintas vías para devaluar salvando el problema de los endeudados en dólares y la solvencia del sistema bancario.
Quinta D (dolarización a la Cavallo): El jueves, antes de partir a Washington, Cavallo dijo que era imposible devaluar, porque el dólar no se podía devaluar. Así, quiso transmitir el mensaje de que, antes que romper el 1 a 1, el Central entregaría al público todos los billetes verdes necesarios para dolarizar. Sin embargo, el ministro también dejó entrever que la devaluación podría hacerse sobre “cuasi monedas”, como los bonos provinciales, aunque no por decreto sí por la depreciación propia de esos papeles si la gente no los aceptara a su valor nominal. Dos colaboradores del ministro comentaron a Cash que en el equipo económico son conscientes de que la dolarización al actual tipo de cambio “es ahora o nunca”; y que debería mantenerse simultáneamente la restricción a la salida de capitales y el congelamiento sobre los depósitos. Para este propósito, sostienen, el desembolso del FMI sería fundamental. Sin embargo, el ministro no cree en una dolarización por decreto y preferiría mantener la convertibilidad, con un tipo de cambio comercial mucho más alto para los exportadores, algo que ensayó sin éxito con el factor empalme.
En Economía también dicen que, sin financiamiento para el gasto público, Cavallo podría defender la convertibilidad haciendo que el Estado nacional emitiera bonos para pagar a empleados públicos, jubilados y proveedores. Tales bonos no sólo serían inconvertibles con el dólar sino que además no deberían servir para pagar impuestos. De este modo, la depreciación de facto se produciría sobre este segmento del circulante, manteniéndose el resto de los contratos de la economía. No parece ser un plan muy sustentable, como quiere Washington.