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Jueves 8 de Febrero de 2001

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convivir con virus

MARTA DILLON

Todos los duelos traen una certeza: la blanda mano del tiempo que los consuela.
A la distancia, las peores pesadillas no parecen más que monigotes bailando detrás de un vidrio empañado, y aunque siempre cuesta caminar los pasillos de la pérdida, el tiempo enseña que no hay posibilidad de quedar atrapada en ese laberinto. Porque el curso de la corriente es inexorable y no queda más que navegar. A la deriva, es posible, o sosteniendo el timón, pero siempre en movimiento.

Mientras pueda decidir, busco mi huella. No encuentro razones suficientes para tragar agua hasta ahogarme. Cuando me toca la violencia de la catarata me dejo llevar, tampoco tiene caso oponerse, sólo esperar hasta que llegue la calma y entonces empezar a agitar las olas.

El cuerpo tiene su propio lenguaje para enunciar las pérdidas y asiste a sus otros duelos. Aun cuando no entienda sus imágenes, aun cuando están tan lejos de las imágenes que reconstruyo lejos del espejo, aun así hay una dinámica entre lo que veo y lo que quiero, lo que sé y lo que imagino, y en esos intervalos está mi identidad.

¿Hay espacios vacíos que llenar? ¿Hay encuentros posibles sin mantener el hueco listo para el encastre?

El tiempo ha quitado de mi piel su rastro. Como arena sobre el cuerpo mojado, así era su recuerdo. Y se cayó con el sol.

Sin embargo, el calendario hace su trampa con las fechas memorables y las cicatrices duelen como huesos rotos antiguamente en los días de humedad. ¿Qué me quedó en las manos de todo lo que tuve? Sí, la experiencia. Y un toque como de varita mágica que alguna vez me dijo que fui la elegida. Nada más. Soy otra, es cierto. Y a la vez la misma. La misma ilusión intacta de que navegar es preciso y ahora estoy más segura de hacia dónde quiero conducir mi nave. Sé también que las pequeñas muertes no me matan y que volvería a hacer todo de nuevo sin dudarlo un instante. Corregiría mis pasos hacia aquí o hacia allá, pero no me arrepiento. Siempre estuve dispuesta a lo que vendría como estoy dispuesta a morir cuando llegue el momento. ¿Y cómo será? ¿Duele? Antes pensaba que deseaba una buena muerte o una muerte digna. Ya no. Lo que me importa es el camino, en todo caso una buena vida.

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