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Jueves 15 de Febrero de 2001

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convivir con virus

MARTA DILLON

Es un día sin urgencias. Seguramente hay algo que hacer muy lejos del borde de la pileta, donde nos acomodamos como gatas haciendo equilibrio para recibir hasta el último resto de sol que queda de la tarde. Seguramente dentro de la casa el teléfono suena, o se acumulan esas tareas que siempre quedan para un día libre, que no es éste, claro. Lo mejor es que es un día hábil. Un día en el que seguramente deberíamos estar en otro lado, cumpliendo alguna función como miembros activos de esta sociedad. Pero decidimos tomar ese día por asalto y dejarnos llevar por conversaciones lentas, por chistes pavos, por chismes baratos –y de los otros–. Así es como llegamos a nuestro eterno tema de amor o al amor y sus variantes como tema. “Coger es fácil”, dice una de las cuatro mujeres que allí rememorábamos nuestras últimas aventuras y pesares. “¿Fácil? Sí, claro, nadie necesita tomar clases, el problema es llegar al punto”, reflexiona alguien más haciendo círculos con el brazo en el agua, “será fácil pero tenés que encontrar la persona correcta, al menos te tiene que gustar, aunque sea hacerte una cosquilla”.
“Lo difícil no es coger sino hacerlo bien”, se entusiasma otra de las chicas, diciendo bien como si se escribiera con v corta. “Para hacerlo realmente bien hay que estar enamorada”, insiste la primera, que evidentemente goza de los favores del amor.
–No estoy de acuerdo –digo yo, que estoy muy lejos del festejo de San Valentín y en uno de esos estados en que pensar en enamorarme es una sensación parecida al haberse quemado con leche y ver una vaca. El amor es un poderoso afrodisíaco pero también hay encuentros dignos de mencionarse, que tal vez no pasen de eso, pero son encuentros, en los que además de caricias también hay palabras y emociones y descubrimientos, intimidades que se comparten, de alguna manera no siempre se vuelve igual después de haberse desnudado delante de alguien más, después de haber soltado los sonidos del placer y haber perdido esos pocos gestos que construyen un personaje y que suelen caer como fruta madura cuando nos hamacamos juntos sin pensar en nada más. Claro que esto también lleva tiempo, y yo no lo llamaría fácil. Puede no ser amor, pero por lo menos es un mínimo de cariño y un máximo de respeto.
Después de semejante discurso, hay acuerdo. Hay acuerdo también en que siempre nos alegra la vida, siempre que ese bien pronunciado mordiéndose el labio haya formado parte de la historia lentamente pasamos a diversas consideraciones sobre el sexo ocasional, compulsivo, frecuente, emocionante, intenso, fugaz, de vacaciones y mil formas más de relacionarse con más o menos compromiso. Compulsivo ya no nos gusta, eso lo dejamos para los adictos a cualquier cosa, ya sabemos que hay mejores maneras de terminar una noche, por ejemplo, que irse a dormir. Hay otro acuerdo también, un poco obvio pero siempre necesario, hay que estar siempre lista por si la magia te toca y para eso nada mejor que una linda caja de forros en el bolsillo.

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