Las páginas de un libro pueden encerrar desde la historia más ficticia hasta el dato más estadístico. Desde las primeras líneas, el lector entra en una conversación directa con el autor. Debate, lo avala o lo contradice, pero no siempre tiene en cuenta la existencia de un tercer actor: las editoriales. Ellas toman el lugar de mediadoras de ese intercambio y lo sostienen dentro de la matriz que propone el contexto en el cual lector y autor dialogan.

Las editoriales universitarias se inscriben en este esquema con el condimento extra de la democratización del conocimiento. Si bien su trabajo debe ser rentable para el mantenimiento de la actividad, a diferencia de las comerciales, su fin último es que la producción de contenidos esté al alcance de todos ampliando horizontes a nuevas temáticas y audiencias. Sin embargo, no escapan a la crisis que la industria del libro vive hoy en la Argentina por el aumento de los costos de producción, la falta de políticas públicas y la caída del consumo.

“Tenemos en nuestras manos toda la producción científica que hace a un país y, hoy en día, ese conjunto no tiene un canal de visibilización en términos de política editorial o lo tiene, en un contexto muy hostil”, consideró Facundo Ábalos, director de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edunlp) al Suplemento Universidad de Página12. La platense forma parte del directorio de la Red de Editoriales Universitarias Nacionales (REUN) que reúne a este tipo de entidades.

Antes del inicio de la gestión de Mauricio Macri, el Ministerio de Educación sostenía programas de financiamiento y fomento para que las editoriales de las casas de estudio participaran en importantes ferias internacionales como la de Frankfurt, en Alemania, o la de Guadalajara, en México. A su vez, la cartera realizaba compras habituales de manuales y otros formatos que funcionaban como un fuerte empujón y estímulo para el sector. Pero ambas políticas se detuvieron en los últimos años, lo que se sumó al recorte generalizado del presupuesto universitario que también afecta de forma directa a las casas editoras que guardan cierta dependencia con esas cifras. “Se desmantelaron de un día para otro”, aseguró Ábalos

La Edunlp reúne las producciones de 17 facultades y cuatro colegios dependientes. Editó en 2018 50% menos que en 2017, en base a un promedio de 100 libros digitales y 50 en papel por año. A la falta de medidas estatales se le agrega la realidad económica que derivó tanto en un encarecimiento de los insumos como en la reducción del consumo de bienes culturales de los diversos sectores. 

“Un libro no es prioridad cuando un chico no toma leche”, apuntó Carlos Gazzera, fundador y director de la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim). Es que, según la Cámara Argentina del Libro (CAL), en el mercado total ocho de cada diez editoriales bajaron sus ventas respecto al año anterior. Además, hubo sólo 43 millones de nuevas publicaciones, una merma del 15% con respecto a las que hubo en 2017, y una baja del 48% en relación a 2015, cuando se imprimieron 83 millones. Las editoriales universitarias se inscriben en este panorama con el 7% del total de las novedades anuales.

Gazzera habló desde las propias heridas de la editorial cordobesa: “El presupuesto universitario se ha degradado y eso significa menos dinero para financiar proyectos de libros. Pero también tenemos un alto porcentaje vinculado a las ventas y si cae el consumo de libros, también nos afecta ya que no nos permite el retorno de los recursos propios al fondo de la editorial. La devaluación de la moneda también es incisiva por los servicios dolarizados que hay que pagar”.

Eduvim publicó el año pasado 36 novedades cuando desde 2016, publicaba 48. A su vez, bajó el promedio de tirada de 1000 a 300 libros. Y el golpe es más bajo en editoriales de naturaleza cooperativa. Es el caso de la Editorial de la Universidad Nacional de Lanús (Edunla): la cantidad de ediciones cayó un 80% en un año, de 500 ejemplares a 100, al tiempo que las ediciones digitales comenzaron a reemplazar las de papel por la diferencia de costos. 

“Bajamos muchísimo en ventas y cada vez cuesta más caro la producción de los libros. Con la cola de producción con la que se viene trabajando desde hace unos meses uno se mantiene, pero la recesión hace que todo se ponga muy denso. Antes en el local de la facultad vendíamos 13 mil pesos al día, hoy vendemos 1500”, aseguró Gustavo Reyscher, referente de la editorial del Conurbano.

La Feria del Libro de Buenos Aires representa una oportunidad para las editoriales universitarias para dar a conocer sus títulos y aumentar su caudal de ventas. Pero aunque la presencia benefició a todas ellas, tampoco escaparon de la crisis: en todo el evento, las agrupadas en la REUN vendieron un 12% menos que en ediciones anteriores.

La Editorial de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) fue una de las participantes y ratificó el fenómeno de falta de políticas y el recorte de ventas. “Supimos tener una presencia internacional en conjunto que ahora sí falta, se nota”, afirmó su directora, Daniela Verón, en conversación con este medio.

En términos económicos y políticos, el panorama va de negro a más oscuro pero aún en el ambiente más hostil, la situación enriquece la calidad en las producciones y afianza el cooperativismo entre las diferentes casas de estudio. Las editoriales universitarias, como mediadoras entre el lector y el autor, entienden que lo más importante de las páginas de un libro es “el aporte del conocimiento” y además, “llegar a nuevos lectores que no necesariamente son universitarios”, apuntó Verón.

Las temáticas que abordan son cada vez más amplias. Géneros como teatro y novela de ficción también forman parte de los diferentes catálogos, sin perder la esencia de la divulgación científica que va en busca del nicho. Darío Stukalsky, director de la editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), resaltó que la edición académica “se ha profesionalizado muchísimo fruto de la reflexión de la función social que se cumple desde ese lugar”.

“Hay una tendencia a la profesionalización. Pasamos en conjunto a ser departamentos técnicos que asisten a algunas investigaciones para publicar su trabajo, a ser editoriales que construyen catálogos, públicos, lectores y colecciones. Históricamente, el eje estaba en publicar para el investigador, ahora está en publicar para construir públicos lectores”, describió.

Muchas de las casas editoras ahora también apuntan a lanzar libros para niños. De hecho, Luis Quevedo, gerente general de la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (Eudeba), aseguró que la editorial infantil y juvenil “crece año a año” y precisó sobre su importancia: “Una editorial universitaria tiene que contribuir a la formación de nuevos lectores”.

La diversificación de temáticas y la búsqueda de nuevos públicos dan la pauta de que el conocimiento puja por circular y mejorar. Las editoriales de las universidades nacionales moderan y ponen en marcha ese funcionamiento. Así, el contrato de lectura apuntará a ser la respuesta a una coyuntura que obliga a resistir con las mejores armas.