En la semana que pasó volvió a instalarse una vieja idea. Que la FIFA estudia quitarle a Qatar la sede del próximo Mundial 2022. Hay motivos para pensar que sería cierto. Pero también hay otros para suponer que no. Estados Unidos, el país más poderoso de la tierra, perdió la organización del torneo en una recordada votación de diciembre de 2010. Se la arrebató el pequeño emirato, que alberga la base aérea más grande de EE.UU en Medio Oriente desde 2001. Esto explica que el fútbol se mueve con cierta autonomía de la geopolítica global y que para EE.UU es acaso más importante tener aviones disponibles en esa zona del Golfo Pérsico que jugar una Copa del Mundo en casa.

La chance de despojar a los qataríes de su sueño deportivo se reflotó por el efímero arresto que sufrió Michel Platini en París el martes último. Se sabe que el ex presidente de la UEFA cambió su voto en la FIFA hace nueve años a pedido de Nicolás Sarkozy, quien gobernaba Francia en aquel momento. Los dos están hoy en problemas con la Justicia, aunque eso no implica que la corporación del fútbol vaya a actuar como un tribunal francés. Qatar Airways es uno de los principales sponsors de la organización que lidera el suizo Gianni Infantino. Las partes mantienen un contrato vigente desde 2017 que finaliza en 2022. La Conmebol tiene otro vínculo semejante. Por eso y aunque se destapen nuevas ollas parece improbable que este vínculo se rompa.

La versión que corrió al ser detenido Platini es que el Mundial se trasladaría a Estados Unidos, México y Canadá. De ese modo se adelantaría cuatro años la Copa del 2026, cuyas sedes no requerirían demasiado acondicionamiento si se diera el cambio. La noticia la difundieron la cadena TNT y el sitio digital francés Mediapart. Sin identificar la fuente, la primera señaló que "la FIFA se encuentra realizando reuniones en secreto para buscarle un reemplazo a Qatar como organizador del próximo Mundial 2022". El segundo informó: "Habrá que esperar el correr de las horas para ver si se precipita la decisión de no llevar adelante la competencia en el país asiático". La idea de un correctivo inminente a los qataríes no parece sencilla de aplicar, más allá de los problemas que tienen en su región y de que quedaron expuestos por las denuncias de sobornos en la FIFA.

Platini aparece en esta saga de negociados desde que el 23 de noviembre de 2010 se produjo un encuentro secreto en el Palacio del Eliseo francés. En esa reunión participaron el ex presidente Sarkozy -el primero que es juzgado por corrupción en su país en sesenta años-, el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani y el ex dirigente de la UEFA. Fue a poco menos de un mes de que la FIFA votara la Copa Mundial 2022. Al año siguiente, otro qatarí, Nasser Al Khelaifi, adquiría el club PSG. Es el mismo que acaba de ser imputado por corrupción activa en un procedimiento abierto por la justicia francesa. "Habría firmado un pago de 3,5 millones de dólares al ex presidente de la IAAF para ayudar a la candidatura de Qatar a llevarse el Campeonato Mundial de Atletismo de 2017", informó Rusia Today el 23 de mayo último. De cualquier modo, la sede del torneo fue asignada a Londres que se impuso a Doha, la capital qatarí, por 16 votos a 10.

En 2014 el periódico The Telegraph había revelado que Platini se reunió entre 30 y 50 veces con funcionarios qataríes en los meses anteriores al Congreso decisivo que eligió a Qatar para recibir la Copa del 2022. Pero si existieran posibilidades más concretas de que se despoje al emirato del Mundial, se debe también a la siempre conflictiva relación política entre los vecinos del Golfo Pérsico. El pequeño emirato rico en gas, petróleo y otros recursos, con uno de los PBI más elevados del mundo, es aliado de Irán. Su relación con el gobierno persa lo ha enfrentado con la principal monarquía de la región, la de Arabia Saudita. Otras naciones tan chicas como Bahréin, Emiratos Arabes Unidos e Islas Maldivas, junto a Egipto y Libia, también rompieron relaciones diplomáticas con Qatar entre 2017 y 2018. Lo acusan de financiar al terrorismo, algo más pesado que pagar coimas en la FIFA porque puede llevar a una guerra, aunque no comercial.

Las noticias que brinda la prensa occidental sobre este conflicto, incluyen la creciente hostilidad de EE.UU contra Irán al que acusa de haber derribado un drone o avión no tripulado -que aquel país niega- y la rivalidad cada vez más exacerbada entre el reino saudí y Qatar. Aunque todavía faltan tres años hasta el Mundial, hay medios que empiezan a instalar las dificultades que tendrían los turistas para viajar a la región y presenciar el torneo. Los de México deslizaron a coro que la FIFA ya puso al tanto a Robert Kraft, presidente honorario de la Copa 2026, que podría darse el intercambio de las sedes. Lo llaman plan B. El dirigente estadounidense es el dueño de los Patriotas de Nueva Inglaterra, una franquicia de la NFL, la liga de fútbol americano, además de que maneja desde su fundación al New England Revolution, un club de fútbol profesional de Boston que compite en la Major League Soccer (MLS).

Kraft, un hombre mayor, fue acusado en febrero de este año por solicitar prostitución en una casa de masajes de Júpiter, Florida. Se le levantaron cargos porque quedó grabado en un video junto a una mujer que le practicaba "una sesión de sexo oral y otra manual" a cambio de dinero, informó la agencia EFE. Después de salir del Day Spa Orquídeas de Asia se fue a ver tranquilamente un partido de los Patriots en Kansas. Según Forbes, su fortuna se calcula en 6.600 millones de dólares y el año pasado ocupaba el puesto 79 entre los estadounidenses más ricos. Comparado con Nasser Al Khelaifi, el dueño del PSG, es un millonario a secas. A 2017 se estimaba su fortuna en 16 mil millones de euros. Es la cara visible del Qatar Investment Authority, el fondo de inversión que no paró de comprar futbolistas por cifras obscenas desde que se quedó con el club parisino en 2011. Esta clase de personajes es la que toma las decisiones más importantes en el mundo del fútbol.

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