En la semana inaugural de lo que ya se percibe como una nueva instancia de la lucha organizada del feminismo, centrales sindicales y organizaciones sociales, la movilización nacional del martes a las sedes de Anses con epicentro multitudinario en la Ciudad de Buenos Aires, y la Jornada Norma Pla el domingo último, acaso el disparador político más poderoso que precedió ese acto y repuso demandas urgentes, se encontraron en toda su potencia para dejar claro que la trama sólo puede crearse entre todxs, que los derechos no se arrebatan y el trabajo es una ventana de dignidad que debe reconocerse siempre.  Las consignas “No a la quita de las moratorias. Jubilarnos es nuestro derecho” se abrazaron con intensidad a “Los aportes que nos faltan se los quedó el patriarcado”, bandera que se alzó el domingo en el Centro Cultural Leopoldo González (ATE) tejiendo estrategias desde los feminismos contra el fin de la moratoria previsional y “el pacto empobrecedor de caballeros” que afecta a niñxs, mujeres, lesbianas, trans y travestis. 

De un sablazo, el Gobierno había dispuesto que la moratoria previsional vigente desde 2004 para mujeres de entre 60 y 65 años vencía el próximo 23 de julio, hasta que el reclamo de frentes de adultxs mayores, organizaciones feministas y sindicales logró frenar una exigencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y reparar el daño con la prórroga de la moratoria por otros tres años que prevé el artículo 22 de la Ley 27.260. De no implementarse, las mujeres de esa franja con menos de 30 años de aportes no podían jubilarse y recién a los 65 años accedían a la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM), que equivale al 80 por ciento de una jubilación mínima. Según datos del Indec, 1.076.028 mujeres de entre 55 y 59 años estarían cerca de cumplir con la edad jubilatoria en los próximos años, pero sólo 588.248 (55 por ciento) tienen aportes. Aquí la trampa: si bien el Gobierno prorrogó por tres años la moratoria en la Resolución 158/2019, no incluyó la prórroga de la fecha de corte. “No alcanza con extender el vencimiento de la actual moratoria –expresó la convocatoria de Mujeres Sindicalistas a la movilización–, debe extenderse la posibilidad de compra de años de aporte (fecha de corte), ampliarla a todas las personas sacando los filtros socioeconómicos que impiden acceder a ella y eliminar la PUAM.” 

 –Parece que ni siquiera puede vivirse una vejez con algún derecho a pasarla bien -lamenta Isabel, una de las trabajadoras de la economía popular, mayor de 50, madre de dos hijas que también marcharon a la ANSeS. Sostienen carteles: “Trabajadorxs Somos Todxs”, conjuro impreso contra el disvalor de su trabajo mal pago o jamás remunerado. Como si las estuviera escuchando, en el escenario es el turno de Estela Díaz. “Las trabajadoras organizadas, de la economía popular, de las cooperativas, las jubiladas, vivimos estos años en las calles plantándonos ante todos los recortes de derechos que nos quisieron imponer. Ahora hicieron una moratoria pero no vamos a parar hasta derribar esa reforma previsional. No importa la edad, somos trabajadoras, y nuestra concepción es la solidaridad intergeneracional. Queremos una jubilación digna porque ése va a ser también nuestro futuro.”

El 86 por ciento de las personas que hasta hoy accedieron a la moratoria previsional son mujeres que le hicieron un corte de manga a la división sexual del trabajo, a “las tareas hogareñas” como principio amoroso y al otro deslome invisibilizado de las trabajadoras domésticas. “Somos las que más estamos en la informalidad laboral pero además somos las que a lo largo de la vida estamos en todos los trabajos reproductivos de cuidados, familiares, comunitarios, sociales”, exclama Díaz. “Producimos riqueza para nuestra sociedad, entonces tenemos derecho a una jubilación digna de calidad.” 

Esta semana posibilitó, sobre todo, redensificar los espacios asamblearios y de manifestación legitimados en los paros internacionales del 8M, y seguir develando las identidades más perjudicadas en el esquema laboral de este modelo heteropatriarcal-neoliberal. “Rescato la articulación entre feminismo y sindicalismo para componer un acto en el que se habla de trabajo doméstico, de las economías populares y del trabajo formal en la misma clave en la que se hizo la movilización y el Paro del 8M: poniendo en primer plano los trabajos invisibilizados y precarizados que sostenemos las mujeres”, remarcó  Natalia Fontana, integrante del colectivo NiUnaMenos y secretaria de Género del Sindicato de Aeronavegantes, presente en la movilización del martes. “La consigna ´Los aportes que nos faltan se los quedó el patriarcado´, es un reconocimiento histórico de la desresponsabilización patronal y estatal. Se discute la no incorporación de las mujeres al empleo formal. Eso da cuenta de por qué las moratorias abarcan a mujeres en un 86 por ciento. Nadie llega a los 60 años sin trabajar.”

La secretaria de Género de la CTA-A Capital, Clarisa Gambera, replicó lo dicho en la Jornada Norma Pla al advertir que desde el feminismo de las trabajadorxs se construye una unidad articuladora de demandas que antes parecían sectoriales. Tomar las calles el martes con una representación tan amplia como la lograda es el resultado de lo caminado hasta ahora. “Nos fortalece a todas”, celebra Gambera. “Esa moratoria se caía, la pusimos en agenda las mujeres de los sindicatos para defenderla y nos quieren ofrecer una prórroga mentirosa y más restrictiva. Ante estas avanzadas que nos sacan conquistas, el encuentro entre feminismo y sindicalismo es la amplificación desde una mirada de clase y sindical del Ni Una Menos.”

Al patriarcado ni cabida

La voz de Norma Pla se amplificó en el Centro Cultural Leopoldo González con una frase que se hizo fuego y fuerza colectiva durante toda una jornada de domingo que llevó su nombre. “Quiero la plata hoy para gastármela en lo que quiera”. Luchadora popular, referente histórica de lxs jubiladxs contra un sistema que la trató de loca, puntera y violenta hasta su muerte. Y aquella frase hilvanada con el “Paramos porque se nos canta” que agitaron el 8M las mujeres de la villa 21-24. A esos calores de lucha se abrazaron quienes fueron a encontrarse 48 horas antes de la movilización a la ANSeS, en un teje de complicidades feministas que posibiliten estrategias por la moratoria previsional sin exclusiones, sí, pero también por fuentes de trabajo genuino.

“Organizamos la jornada viendo un cierre de la política en general hacia nuestra agenda feminista y la posible pérdida de un derecho tan importante en materia de justicia social para las mujeres e identidades disidentes. Decidimos rescatar a Norma Pla del olvido neoliberal porque su historia nos une, crea una trama entre todas las trabajadoras, las del laburo formal y quienes se lo tuvieron que  inventar, entre les pibis y las jubiladas”, explica una de las coordinadoras del encuentro, Mafalda Sánchez, militante lesbiana e integrante de Pacto Feminista. “Quisimos encontrarnos en nuestra potencia para poner en el centro este derecho y fortalecer la movilización convocada por las compañeras de las centrales sindicales. El feminismo viene atravesando todo y venimos dando fuertes peleas en el campo popular mientras defendemos el trabajo y tejemos por abajo para sobrevivir las políticas de ajuste del macrismo. Esta iniciativa buscó aportar en ese sentido, para nosotrxs es parte de un pacto feminista.”

Hubo un encuentro de deseos comunes, de militancias que van creciendo junto con otras que se reinventan, un acampe feminista que diseñó futuro por unas horas. Ni Una Jubilada Menos fue contraseña para hablar desde la insumisión. “Si perdemos la moratoria cuánto tiempo vamos a tardar en recuperarla, y mientras tanto el hambre se sigue cargando sobre las espaldas de las mujeres, travestis y trans”, interpelaba la diputada nacional y secretaria general de Sitraju, Vanesa Silley. La observaban algunas de “esas viejas” de la villa 21-24 que la referente barrial Natalia Molina acompaña en red desde 2013 para garantizarles al menos una comida diaria. “Y crear vínculo con lo que para la sociedad es descartable. En los últimos años hemos sufrido muchas necesidades en el territorio. No llegamos a fin de mes, pero tenemos mucho trabajo como activistas. Nosotras no nacemos con un propósito, lo vamos generando.” 

Ese domingo helado pudo detenerse el tiempo para desarmar las imposiciones de un modelo económico que desconoce cualquier campo de acción ganado, para exigir más representación de las organizaciones de pertenencia, para desnudar todas las formas de sometimiento posible sobre los mismos cuerpos que apañuelan el aborto legal, seguro y gratuito. Allí estaban Yamila Iphais, de la Asamblea Popular Feminista; Elia Espen, de Madres Línea Fundadora. Valentina Mencia, de la Coordinadora de Estudiantes de Base y estudiante del colegio de Bellas Artes Rogelio Yrurtia, cruzando moratoria previsional y procesos educativos como una pata más de los recortes del Gobierno. “Ponemos el cuerpo y nos siguen desvalorizando y marginalizando. Pero somos lxs que se aguantan el ajuste y la crisis sigue estando. Tenemos que organizarnos con lxs compañerxs porque no sirve la individualidad sino la construcción colectiva.”

La jornada dejó expuesta la suspensión de beneficios como un llamador de disciplinamiento sistemático, contra la moratoria previsional como ancla en la reparación de desigualdades sociales. “Y que la llamada jubilación de amas de casa abre la posibilidad de comprar pero también de tomar decisiones”, enfatizó Gambera. El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata (Cedlas) revela que la probabilidad de divorcio/separación aumentó en un 2,6 por ciento. “Significa un incremento del 18 por ciento en la cantidad de divorcios en parejas de más de 60 años”, apuntó la politóloga Verónica Gago, de colectivo NiUnaMenos y Pacto Feminista. “Se trata de pensar derechos sociales en clave de autonomía. Norma Pla hablaba de deuda externa vinculada a jubilación. Subsidios y jubilaciones sirven como garantía para tomar deuda. Por eso esta jornada fue pensada como lugar de elaboración colectiva, con una proyección organizativa en relación a la marcha del martes. Y se combinaron las experiencias de eso que llamamos trabajo no reconocido, trabajo doméstico y trabajo campesino, de las economías populares, y qué tiene que ver en términos intergeneracionales.”  

Nunca como en estos últimos cuatro años volvió a reponerse tan brutalmente el trabajo precario, invisible, no reconocido. Un vacío de tareas y un cúmulo de deudas y changas informales, todo amontonado en el mientras tanto de un retroceso que hace imposible pensar la vejez en los territorios si no se discute y denuncia la falta de accesos básicos. “En el sector rural el trabajo no se reconoce ni de forma simbólica”, lamentaba Carolina Rodríguez, mujer quintera y promotora de Género de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra (UTT). “Las mujeres campesinas trabajamos 18 horas al día, el Gobierno nos  abandona y no tenemos acceso a nada. Los viejos están todo el día en la quinta, sin ninguna información. Sólo nuestras organizaciones nos enseñan a reclamar y valernos como mujeres.” Jacquelina Flores, de la Ctep, rescata esa lucha. “Las del subsuelo de la patria nacimos sin derechos, pero estuvimos en la movilización porque no vamos a dejar que nos arrebaten el sentido de pertenencia de clase trabajadora.” El latiguillo burócrata de “¿Si te dimos los derechos, qué más querés?” le atrona los oídos a la activista y teórica travesti Lara Bertolini, y abre la respuesta como lanzallamas. “Régimen diferencial y moratoria para personas trans, subsidios por VIH que no deben retirarse cuando las personas comienzan a trabajar; no quitar las pensiones no contributivas. La dimensión estructural de las violencias en el colectivo trans debe ser reparada. ¿Por qué no hablamos del cupo integral que nos pone en categoría de enfermos? El patriarcado patologiza nuestra inclusión, nuestras formas de trabajo.” 

Un informe reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), detalla que las mujeres registran tasas de desempleo de 10,8 por ciento de desocupación frente a un 8,9 por ciento de los varones; esa tasa trepó al 19,3 por ciento para las que tienen entre 14 y 29 años, y un 37,1 por ciento de mujeres en relación de dependencia trabajan en la informalidad. Todas ganan 25 por ciento menos que los varones. “Las desigualdades económicas son un eje estructural”, concluye Valentina Mencia. “Hay un desfinanciamiento constante de la educación y la salud, y nosotrxs somos lxs que seguimos aguantando el ajuste. Tenemos que pensar un plan a futuro para no quedarnos con las sobras pero hay que romper paredes, si fuera necesario, y organizarnos. Este presente resistimos, pero en el futuro vamos a ocupar todos los espacios que nos negaron.”