Una mujer, sentada en un cuarto oscuro, redacta informes sobre asesinatos, violaciones, abusos de niños y casos de violencia de género para la policía de Berlín. Una maratón de interrogaciones y confesiones que finalmente harán estallar a la protagonista de La Dactilógrafa. Tal fue el disparador de la realizadora Nina Grosse para esta miniserie de cinco episodios que comenzará a emitirse desde mañana a las 22 por Europa Europa y también estará disponible en Flow.

Ser una mecanógrafa de la división de homicidios, supone discreción, pragmatismo, convertirse en una sombra apenas perceptible en los cuartos de investigación policial. Freya Becker (Iris Berben) cumple a rajatabla con el protocolo, pero por otro lado está paralizada por el dolor, sigue traumatizada por el pasado violento de su propia familia y las confesiones que escribe, viviendo sola en un apartamento que apenas ha cambiado desde la desaparición de su hija. La lupa sobre el mundo interno de uno de esos personajes que siempre se vieron en esta clase de ficciones como decorado es uno de los atractivos del programa presentado en 2018 en el festival Cannes Series.

Freya quiere resolver el caso que la dejó en stand by por dos hechos puntuales: dejan libre al único hombre que podía darle información sobre el destino de Marie y la justicia declara inocente al acusado de un caso con similitudes al de la chica que ya no está. “Yo estaba allí para el interrogatorio. Podía oler su miedo. Lo ví en sus ojos. Sé que es culpable”, dice con voz inercial. La actuación de Berben es otro de los encantos de la ficción. Encarnación parca y crepuscular, con más de un link con el recordado espía de La Vida de los Otros quien también se involucraba demasiado a pesar de lo que mandaba su rol.  A Freya apenas se le tensan los músculos, susurra antes que hablar, deja mensajes en la contestadora telefónica a su hija ausente por más de una década. Básicamente, es una muerta en vida que de tanto en tanto deja aparecer emociones en toda la escala de grises.

En esta compleja trama intimista hay tres personajes secundarios que la secundan. Henry Slowoski (Peter Kurth), su nuevo jefe en la división de homicidios, quien quiere reflotar los casos fríos como el de Marie y siente atracción por Freya más allá de lo profesional. Luego está su hermano, Jo (Moritz Bleibtreu), otro sujeto con un pasado borrascoso. Y claro, también brota una Berlín lejana de los aires de cabaret y con su nocturnidad omnipresente. La producción anda por los carriles del subgénero de gente desaparecida sin rastro y el de una madre en plan de vengadora anónima. A eso se le añade el inefable toque alemán. El resultado es un thriller acompasado y ominoso situado en la capital germana con una narrativa que reclama atención y paciencia, aleándose del impacto o del vértigo visual.

La directora vinculó a esta entrega con otras producciones alemanas recientes en las que se destacan protagónicos ambivalentes y sombríos: Babylon, Berlin; Four Blocks (cuya segunda temporada estrenará pronto TNT Series); Perros de Berlín; Bad Banks y Dark (Netflix). ¿Qué es lo que destaca a Freya de sus compatriotas de la ficción? “Es una mujer encerrada y dura con una misión oscura. Creo que el papel encaja con el nuevo impulso de la emancipación, que las mujeres solo demandan y experimentan. Estamos luchando por nuevos modelos para las mujeres, no solo en las películas, sino en todas partes. Que no somos solo amantes, novias o madres. Que las mujeres pueden tener y jugar el mismo rango de héroes y personajes que los hombres, ser pecadores, asesinos, traidores. Es todo un nuevo paisaje”, dijo Grosse.