El ciberespacio le ha permitido a Cupido posibilidades antaño impensadas para conectar gente, establecer diálogos, compartir encuentros, sexo y afecto. De hecho, son muchas las parejas constituidas merced a las aplicaciones dispuestas en los celulares para que dos personas por fin se encuentren e intimen. También es cierto que sólo algunos de los que se sirven de estos dispositivos quieren formar pareja mientras que otros buscan un partenaire con quien contar de manera puntual y acotada en el tiempo. Por último, no faltan aquellos que buscan en las redes alguna aventurita para distraerse un rato de la pareja que, a su vez, también consiguieron en las redes, tal como atestiguan las aplicaciones que ofrecen encuentros furtivos sin que corran riesgo los vínculos ya constituidos. En fin, como se ve, el juego de oferta y demanda en las redes varía tanto como las particularidades de quienes se sirven de las mismas, más allá del sexo anatómico, el género y la imagen elegida para mostrarse en una aplicación. Desde nuestra perspectiva, a la hora de lograr un encuentro que comprometa algo de intensidad erótica lo que cuenta son las palabras, las que se dicen, las que se callan y sobre todo las que se insinúan. En efecto, esa verdad mentirosa que se vuelca en la edad, los gustos, la profesión, el oficio, el empleo, las frases representativas, las expectativas, el género y el objeto anhelado, forman parte de la presentación de quien dice buscar algo en una aplicación. En especial esos dichos que, lo sepan o no ambos interlocutores, trasuntan un decir cuya singularidad traiciona el universal elegido para hacerse conocer: vegano, espiritual, emprendedor, divertido, intelectual, compañero, amante de los animé, del fútbol, de Los Redondos, de Madonna, del Rubius o de Netflix. Eso que se vehiculiza en el monitor de un celu más allá del binarismo digital hace posible la factibilidad de un encuentro. Aquí cuentan los silencios, el espacio entre una y otra comunicación, la alternancia entre el humor y la seriedad, de la misma forma que entre las preguntas que se responden y las que se evaden, las fotos que se muestran y las que se niegan, transcurre la fina sintonía de la seducción: esa verdad mentirosa capaz de transmitir un efectivo interés. Por otra parte, si bien el rechazo en las redes -presentido o efectivamente expresado- suele no ser tan doloroso como en el encuentro efectivo de los cuerpos, el consultorio testimonia que la búsqueda de un partenaire en las redes puede ser duro, sobre todo para aquellos que se acaban de separar tras largos años de matrimonio o convivencia. Quizás por eso, tal como en Her -aquella película en que la voz de Scarlett Johansson interpretaba a una computadora que sostenía seiscientos diálogos a la vez-, quien se sirve de las aplicaciones acostumbra a entablar múltiples diálogos hasta que, de manera fortuita e imprevista, algo de lo singular es tocado y ya no da lo mismo quien está del otro lado de la pantalla o del monitor.

*Psicoanalista. Fragmento de texto a publicarse en la revista Imago Agenda en agosto 2019.