La Guerra Fría construyó su propio escenario, un contexto propicio para el secreto, donde ambos bloques mundiales ocultaban sus fracasos y exhibían orgullosos sus adelantos. En este sentido, el clima de época operó de manera formidable para el brote de teorías conspirativas, pues, ni Estados Unidos ni la URSS tenían reparos en jugar sucio con tal de conseguir la delantera. Se buscaba arruinar la cosecha del adversario, incluso, hasta en lo más evidente. Hoy, a medio siglo de la llegada a la Luna , ese megaevento que ubicó a la humanidad en un sitio de privilegio, Diego Córdova se concentra en separar la paja del trigo y en refutar los mitos que rodearon al suceso desde sus comienzos y aún pululan por el aire. Periodista especializado en historia de vuelos espaciales tripulados, sondas interplanetarias y tecnología espacial, publicó de manera reciente “Huellas en la luna”, un libro de 444 páginas, con más 300 imágenes (varias exclusivas) y entrevistas a sus propios protagonistas: Edgar Mitchell (Apolo 14) y Charles Duke (Apolo 16).

--¿Cuál es la contribución de su libro?

--En las charlas sobre astronomía en las que participaba como expositor, advertía que el interés de las personas no se corría demasiado de los mitos que giraban en torno a la llegada o no del hombre a la luna. No hace falta mucho conocimiento, sino apenas un poco de información para destrabar las falacias que siempre están dando vueltas. No trato de convencer a los incrédulos ni a los defensores de teorías conspirativas sino brindar herramientas para una comprensión más compleja del acontecimiento.

--¿Cómo se destraban las falacias?

--Basta con observar las propiedades de las rocas lunares que se trajeron en las diferentes misiones de Apolo para comprobar la verdad del arribo. Aquellos que divulgan las conspiraciones se destacan por ser muy buenos conversadores. Uno exhibe una prueba científica y, rápidamente, demuestran virtud para cambiar el eje y filtrar la discusión por otros carriles. No admiten el peso de la evidencia y, ante las rocas, por caso, asumen una posición del tipo: “EE.UU. y la URSS estaban en la misma situación, intercambiaban figuritas. Mientras tanto, nadie salía perdiendo y la NASA funciona como única fuente de información”.

--¿Y usted qué responde?

--Que si bien las misiones correspondieron al ámbito de la NASA, las rocas circularon por espacios científicos que no dependían de la agencia espacial y fueron analizadas en países que ni siquiera estaban alineados políticamente con EE.UU. Fueron en total seis misiones que alunizaron en regiones distintas y de las cuales se extrajeron materiales que nos permitieron estudiar los orígenes del satélite. De hecho, la gran mayoría de datos que tenemos a nivel científico fue obtenida gracias a estas misiones tripuladas. La diferencia en las rocas lunares y las que puede haber en la Tierra es que las primeras estuvieron expuestas a miles de millones de años de radiación y ello modificó su composición mineral y química. La situación es muy distinta a la nuestra, ya que la geografía de nuestro planeta fue protegida por su atmósfera.

--¿Qué hay de las imágenes? Es muy común el argumento de los grupos incrédulos que desconfían de las fotos tomadas durante las misiones...

--Lo que les hace ruido es que en muchas fotos se observa al espacio como un manto negro limpio de constelaciones. Asumen que como las estrellas serían lo más difícil de falsificar, desde la NASA optaron por quitarlas y colocar un fondo oscuro. La realidad es que si uno observa fotografías de los viajes tripulados de los 60 y los 70, puede percibir que no hay estrellas de fondo porque el obturador de la cámara se abre unas décimas de segundo nada más. Como resultado, los objetos más brillantes y cercanos --como pueden ser los propios trajes de los astronautas, la superficie lunar o la nave-- reflejan la luz con una intensidad mucho mayor y palidece el brillo de los astros, como otros objetos secundarios.

--Entiendo, un asunto de óptica. Ahora bien, ¿qué explicación hay para los que descreen de la llegada a la luna porque ven la bandera flameando?

--Parece que flamea pero en verdad está tensa; estirada por los astronautas. Para ser desplegada, la tela está compuesta por una varilla horizontal y una perpendicular que genera esa sensación de volumen. Cuando Aldrin la sostenía quebró la diagonal y produjo esa ilusión de falso flameado. A las demás misiones les gustó esta postal y quebraron la varilla a propósito.

--¿Qué otros puntos de discusión hay?

--Hay muchos pero se eliminan a medida que son razonados. A nivel mundial, se calcula que solo el 6% de la población no confía en que el ser humano haya llegado a la Luna. Constituye un porcentaje pequeño que, sin dudas, está movilizado por un claro sentimiento antiyanki; el principal motor que los lleva a descreer todo cuanto venga de allí. Incluso, lo bueno.