“Es una composición mágica, si mirás bien debe aparecer hasta la fórmula áurea”. El tecladista y ruidista Satur trae a cuenta la perfección matemática del resplandor que envuelve a la Virgen de Guadalupe mientras busca en su celular la foto de la patada que el tucumano Juan Krupoviesa le metió al Rolfi Montenegro en un Boca - River del 2006. Una patada colosal, casi artística en su gracia de ballet asesino con los brazos del futbolista estirados hacia arriba, una pierna flexionada sobre el suelo y la otra apuntando a la rodilla del rival en vuelo, uno de esos golpes que nos devuelven al aquí y ahora para recordarnos que esto es y será la jungla y en la jungla no hay cámaras ni árbitros ni millones que valgan. 

“Es como una variación del fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina con Adán y Dios estirando las manos, solo que acá son el pie y la rodilla”, ríe Nico Lantos, cantante, letrista, bajista, uno de los fundadores del Festipulenta y, como si todo esto fuera poco, periodista gráfico especializado en política que también se deja ver en encendidos debates como panelista en programas de TV. Pero Krupoviesa, la banda que Satur y Lantos fundaron en 2013, no es una banda futbolera ni un fortín desde el que pretendan bajar línea de ningún tipo, sino que más bien toman al fútbol de la misma manera en que toman al imaginario peronista, las fiestas de cumpleaños, la CGT, los Simpson o el cine clase B: elementos vitales de la cultura popular que asoman en sus letras como partes de un todo que no quiere esquivar nada. Un todo de alma cancionera y política guitarrera que, a los teclados espaciales de Satur y el modo casi hablado de cantar de Lantos, suma las arremetidas de melodías y explosiones del Tano Nicoletti y la versatilidad entre golpes furiosos de la riot girrl Mariana Coccaro. “En veinte años esta va a ser recordada como la formación clásica de Krupoviesa”, bromea el cantante, orgulloso a la vez de haber sabido conjurar la química que les permitió encerrarse durante más de doce horas en un estudio para dar forma de tirón a las veintiún canciones (“tres tomas máximo cada una”) del genial Un lugar donde ver el fin del mundo, el primer y esperado larga duración de la banda.

El disco arranca con unos segundos indistinguibles de fondo, algo así como la banda probando sonido a lo lejos, para enseguida dar paso a la combustión instantánea de “Primavera Nuclear”: “Que los cumplas feliz”, canta Lantos en deadpan mientras el noise de la banda recrea el transfondo apocalíptico de la bienvenida. De ahí en más sueltan una seguidilla de veinte temas de no más de tres minutos, polaroids de melancolía, furia y soledad con la alienación de la vida urbana como paisaje de fondo (“Hay cosas que se perderán/ en las tinieblas del tiempo/ pero yo tengo tanta urgencia/ como un misil en movimiento/ solo, sobrio, triste y violento/ en busca del último bar abierto”, gritan en “Llega un Grito a Través del Cielo”). “El disco es una plantada de bandera de la banda, resume seis años de laburo y plasma la foto del mejor momento de la película. Por eso decidimos grabar no solo canciones nuevas sino también incluir otras de nuestro repertorio que hoy suenan muy distintas. Además, si pretendía escribir veinte canciones nuevas íbamos a tener que esperar hasta el 2025”, ríe el cantante. “Son ventiún patadas al pecho que te dejan siempre con ganas de más”, agrega Nicoletti. “Canciones contagiosas donde nunca falta un estribillo y que nunca pierden el espíritu punk que nos gusta”.

Recién llegados de una gira por México, antes de registrar su primer larga duración la banda había grabado siete EPs, una seguidilla que arrancó en 2013 con “La canaleta del juego y de la droga” y llegó hasta “Whiskey caro del pico” y “Más excusas para no estar sobrio”, ambos lanzados en abril de 2016. “Grabamos las bases de corrido en un solo día, los cuatro juntos. Fue extenuante pero salimos más que satisfechos”, cuenta Satur. En este sentido se destaca el trabajo en producción de Ale Schuster, cantante de Viva Elástico: “Ale supo traducir bien lo que queríamos mostrar”, afirma Lantos, “esa mezcla de alma pop rodeada de distorsión que de alguna forma es lo que él hace en Viva, sobre todo en el primer disco, que para mí es fascinante”.

 

Krupoviesa nació en 2013 durante un ensayo con corte de luz que no los detuvo: juntaron todo y se fueron a otro lugar para seguir tocando. Pero la génesis de la banda había tenido lugar diez años antes, cuando Lantos y Satur se conocieron y decidieron cruzar los proyectos que tenían por entonces. Satur tocaba guitarras en Smoke 2 Joints (SMK2JTS) y Lantos pertenecía al colectivo A Mulher Gorila, con quienes hacían fanzines, improvisaban dibujos en billetes o salían a corregir la ortografía de carteles en la calle. “Ellos hacían eventos de lectura y nosotros éramos la banda estable de esos eventos”, recuerda Satur. “Después la continuamos en el Festipulenta, donde yo hacía el sonido. Pero la banda pintó años más tarde, cuando Nico tuvo un par de temas armados y me dijo que buscaba un tecladista. Yo nunca había tocado un teclado pero agarré viaje igual”. Lantos asiente: “Quería alguien que metiera ruidos. Tenía la influencia de Devo, Pere Ubu, y él siempre me pareció un gran músico y a la vez también le gustaba toda esa música deforme: ya sabía que cuando lo invitara se iba a prender enseguida”. 

¿Y cómo se equilibra esto de ser periodista político y tener una banda de rock? “No me gusta hablar directamente de política en los temas, tenés que ser The Clash para bajar línea y no irte para el lado de los tomates”, afirma el cantante. “Es la diferencia entre Mano Negra y Manu Chao. En Mano Negra no bajaban línea pero estaba clarísimo lo que pensaban. No creo que haya que hablar en todas las canciones de política para ser un artista comprometido. La política es parte de la vida que nos rodea y cuando escribimos lo hacemos sobre esa vida que nos rodea, con todo lo que eso implica. Es como con Krupoviesa, el futbolista”, concluye Lantos. “Hoy se lo recuerda por la patada, pero antes de eso se lo conocía como un futbolista que tiraba caños o metía golazos al ángulo de tiro libre, no era alguien indiferente al juego lindo. Creo que al final la banda es eso, el pop, lo cotidiano, lo rústico y lo lírico: nos gusta mucho hacer ruido con todo eso”.