Desde París
Otra vez la sombra de la guerra. Europa y Estados Unidos con Francia en primera línea vuelven a estar al borde de una confrontación que se disparó luego de que el gobierno francés decidiera aplicar una estrategia contra las artimañas fiscales de los grandes grupos de internet. Se trata de un impuesto conocido como “la tasa Google” o “tasa GAFA” que aplica un impuesto del 3% a las empresas que componen el denominado grupo GAFA: Google, Amazon, Facebook y Apple. Estas empresas son depredadores universales de los sistemas fiscales en los países donde operan. Un armado llamado “optimización fiscal” les permite saltarse las obligaciones fiscales de los países donde están implantadas. Francia lidera desde hace mucho esta iniciativa y ahora la ha hecho realidad una vez que, el pasado 11 de julio, el Parlamento adoptó dicha tasa.
El Míster furibundo que preside los destinos de Estados Unidos salió enseguida con su Twitter-espada a amenazar a Francia con represalias. El presidente norteamericano tuiteó este texto: “anunciaremos próximamente una acción reciproca substancial después de la estupidez de Emmanuel Macron. Siempre dije que el vino norteamericano era mejor que el vino francés”. Seguro que Trump no conoce mucho de vinos. En todo caso, el mandatario cursó órdenes al Secretario de Comercio exterior, Robert Lighthizer, para que evaluara el perjuicio que este impuesto podría acarrear para sus empresas. El mandatario norteamericano dejó claro que podría castigar a las importaciones francesas de productos como el vino o el sector automotriz. La investigación “301” es la misma que desató la guerra de aranceles con China.
Antes de que Francia votara la tasa, Washington buscó disuadir a París de que implementara el impuesto a través de una retórica al mejor estilo de la guerrilla comercial. En junio, Robert Lighthizer dijo que ese impuesto “está dirigido a perjudicar desproporcionadamente a las empresas estadounidenses", y que, por consiguiente, Washington debía “tomar fuertes medidas". El Ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, le respondió de forma tajante: ”Francia es un Estado soberano, que decide soberanamente sus disposiciones fiscales”. París lidera desde hace mucho la iniciativa de una tasa que debió ser aplicada por el conjunto de los países de la Unión Europea. Sin embargo, las reticencias de Irlanda, Suecia, Dinamarca y Finlandia frenaron que Europa se presentara unificada. La tasa GAFA también concierne a empresas como Meetic, Airbnb e Instagram y debería aportarle al Estado unos 400 millones de euros en 2019 y 650 en 2020. La idea consiste en que el impuesto recaiga sobre las empresas cuya cifra de negocios digitales supera los 750 millones de euros en el mundo y, a partir de allí, imponerles un gravamen del 3% de la cifra de negocios concretada en Francia, especialmente en lo que atañe a la publicidad en línea elaborada a través de perfiles y la venta de datos (todos robados por esas empresas a sus usuarios).
El presidente francés, Emmanuel Macron, había anunciado la imposición de este gravamen a finales de 2018, cuando la crisis de los chalecos amarillos estaba en su apogeo. La meta del impuesto apuntó a contribuir al financiamiento de las medidas de urgencia económicas y sociales (10 mil millones de euros) adoptadas en plena crisis.
El tema de esta tasa siempre desató fuertes divisiones en el mundo y demostró sobradamente la pavura que ciertos países manifiestan ante el poderío norteamericano y sus mecanismos de retorsión. Durante la cumbre del G20 celebrada en Japón a principios de junio pasado, la tasa figuró entre las negociaciones como un medio de “poner la justicia social en la fiscalidad internacional” (Bruno Le Maire). Por ahora, Francia navega sola en estas aguas soberanas. Estados Unidos detenta leyes como la Trade Act que los autoriza a imponer aranceles en caso de que un país adopte medidas consideradas “desproporcionadas” o “injustas” capaces de dañar el negocio de sus empresas globales.
Los responsables franceses estiman que el capitalismo, tal y como está modelado hoy con su mezcla de destrucción de los recursos naturales y las diferencias fiscales abismales “entre las empresas digitales y las otras va camino a su perdición” (Bruno Le Maire). Día tras día, las amenazas fueron subiendo de tono. El trumpismo sacó a relucir su arte marcial de las relaciones internacionales. Judd Deere, una de las portavoces de la Casa Blanca, dijo hace unos días que “el gobierno de Trump no se quedaría de brazos cruzados”.
Obedecer o morir es la consigna de la Casa Blanca. Con todo, existe una negociación en curso que apunta a armonizar este impuesto. Este pasaría por un esquema elaborado por la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), la “GAFA Global”, capaz de contener reglas aceptables por todos los estados (127) cuya presentación está prevista para 2020. La iniciativa francesa es un paso pequeño pero altamente simbólico y de mucho coraje político en un contexto donde las empresas digitales ganan miles de millones de dólares, no pagan impuestos y, además, basan su fortuna en el robo masivo de datos, la confección de perfiles y el abuso de la confianza que los usuarios han depositado en las nuevas tecnologías. Para las poblaciones mundiales expoliadas por estos cleptómanas digitales disfrazados de modernos lo que está en juego es enorme. Quentin Parrinello, portavoz de Oxfam Francia, recordó hace poco que “las multinacionales transfieren hasta el 40% de sus beneficios realizados en el exterior hacia los paraísos fiscales. Las reglas fiscales en vigor no permiten que esas multinacionales paguen una parte justa de los impuestos”. En 2015, en Francia, esas empresas evadieron impuestos por un monto de 118 mil millones de euros.
La confrontación que se abrió ahora es delicada pero, por una vez, pionera y necesaria. Aunque modesta, la tasa GAFA francesa busca romper el muro y hacer que las negociaciones con vistas a una armonización fiscal globalizada y aplicada a los gigantes digitales no sólo avancen sino, también, ganen adeptos. Después de la fracasada diplomacia del beso asumida por Emmanuel Macron tras la elección de Donald Trump, la hora de los antagonismo claros y asumidos parece ser la nueva etapa. Como los conflictos modernos, la guerra será digital.