Decenas de miles de manifestantes pro-democracia salieron a las calles por noveno fin de semana consecutivo para rechazar un polémico proyecto de ley de extradición y en reclamo de reformas que no aten a la ex colonia británica a China. La protesta fue duramente reprimida por la policía.

La división antimotines de la policía de Hong Kong no dudó en usar gases lacrimógenos contra los manifestantes en la plaza céntrica de la ciudad, luego de que un grupo destrozara una comisaría en el barrio de Tsim Sha Tsui, zona comercial y turística de Hong Kong. Previamente, centenares de asistentes enmascarados habían levantado barricadas improvisadas para bloquear varias calles en la zona.

La protesta había comenzado de manera pacífica con unas 120.000 personas congregadas en el distrito de Monh Kok, un popular destino de compras y escenario de los enfrentamientos de los reclamos prodemocráticos de 2014. Miles de personas salieron a las calles entonando eslóganes y llamando a los habitantes a unirse a la huelga del próximo lunes. De esa forma se mueven los manifestantes, un colectivo formado de manera espontánea sin líderes ni rostros.

La crisis estalló hace dos meses a raíz de la oposición a un proyecto de ley -en la actualidad, suspendido- que permitía extradiciones a China. Pero el movimiento se fue transformando en una denuncia por el recorte de libertades y exigiendo reformas democráticas, en este enclave que pertenece a China. En virtud del principio "un país, dos sistemas" con el que el Reino Unido cedió Hong Kong a China, la ciudad goza de libertades desconocidas en el resto del país, en principio hasta 2047. Pero cada vez más hongkoneses temen que China desoiga este acuerdo.

La agresión a manifestantes a finales de julio por parte de presuntos miembros de las llamadas tríadas -bandas criminales de origen chino que operan en China y Hong Kong- dejó 45 heridos y avivó aún más la tensión.

La represión va en aumento. Esta semana, 44 manifestantes fueron inculpados por su participación en disturbios, un delito penado con hasta 10 años de cárcel. El viernes los empleados públicos salieron a las calles pese a la advertencia de las autoridades de que podrían ser despedidos. La movilización resultó una iniciativa inédita para ese sector, conocido por su conservadurismo y discreción.

En paralelo, una contramarcha reunió a miles de personas vestidas de blanco y llevando banderas de China. Los manifestantes pro-gubernamentales se reunieron en un parque para expresar su apoyo a la Policía con carteles que decían "dale una oportunidad a la paz".

La jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, que suspendió el controvertido proyecto de ley de extradición, hizo pocas apariciones públicas. Los manifestantes exigen su renuncia, una investigación independiente sobre la actuación policial, la amnistía de manifestantes encarcelados, la retirada total del proyecto de ley y el derecho a poder elegir a sus dirigentes.

El domingo, hay otras dos marchas organizadas, una en la isla de Hong Kong y la otra en el sector de Tseung Kwan O. Y el lunes está convocada una huelga general en toda la ciudad, además de manifestaciones en siete localidades.