En crisis de proporciones, como la que se está desplegando en la economía macrista , existe un eslabón débil que no es observado con la atención que merece. La urgencia se concentra en contener la paridad cambiaria y frenar los aumentos de precios, mientras se va incubando el descalabro. Las medidas convencionales para evitar los desbordes del dólar y la inflación, concentradas en subir la tasa de interés con contracción del gasto público, arroja a la mayoría de las empresas hacia la insolvencia. Con tasas de interés reales altísimas, el ahogo financiero del sector privado es fulminante. La cadena de pagos cruje, las ventas no se recuperan y los costos fijos trituran el cuadro de resultados.
Como si el cierre y achicamiento de las firmas, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo , fuera un costo ineludible para garantizar la estabilidad cambiaria, se va destruyendo sin pausa el tejido productivo y sociolaboral.
Los dólares del FMI han servido para eludir el default de la deuda del sector público en la segunda mitad del mandato de Mauricio Macri, pero no pueden evitar el proceso económico que desemboca en el default privado; más bien lo termina provocando con el paquete de ajuste.
Sin capacidad de reacción, sólo contando los días como un preso en condena hasta las elecciones PASO de este domingo, el gobierno observa con pasividad desvergonzada la sucesión de anuncios de cierres de comercios y plantas industriales .
Alarmas
El default del sector privado enciende alarmas acerca de la solvencia de los bancos. Al analizar la evolución de la morosidad del sistema aparece el alerta, no tanto por su nivel que sigue siendo manejable en relación a otros momentos críticos de la economía argentina, sino por la firme tendencia al alza. Si no se revierte, y por ahora no hay señales que vaya a suceder, sería el inicio de un proceso con desenlace inquietante.
Cuando se dispara al alza la morosidad de las empresas los bancos se enfrentan a un problema patrimonial. Por ahora, los niveles de solvencia bancaria son adecuados pero si no se detiene la hemorragia el monto de las previsiones puede ser insuficiente.
Los bancos son intermediarios de dinero. Captan fondos de ahorristas para prestar gran parte. La diferencia entre tasas de interés –entre las que paga por el dinero y las que cobre por darlo en crédito- es la fuente principal de ganancias. Cuando el deudor se enfrenta con dificultades para hacer frente a los vencimientos del préstamo, las entidades registran pérdidas que son enjuagadas con las previsiones realizadas. Cuando la incobrabilidad se generaliza, esas defensas empiezan a ser insuficientes.
La recesión prolongada pone en aprietos el cuadro de resultados de los bancos en el rubro financiaciones al sector privado. Los datos duros del aumento de la insolvencia privada son alarmantes: el último reporte del Banco Central indica que la morosidad de empresas en el sistema financiero era de 1,1 por ciento sobre el total de los créditos en mayo del año pasado, subiendo a 4,2 por ciento doce meses después. En apenas un año, el incumplimiento en el pago de los créditos por parte de firmas subió 282 por ciento.
Estos registros subestiman la situación crítica, puesto que los bancos tratan por diferentes vías (refinanciación, alargamiento de plazos o ampliación de préstamos) esquivar la degradación crediticia de sus clientes. Lo hacen no solamente por el vínculo comercial de años con la empresa, sino, fundamentalmente, para no tener que aumentar las previsiones por incobrabilidad que afectan la rentabilidad.
Otro indicador proporcionado por el Banco Central refleja esa respuesta de los bancos ante el incremento de la morosidad. Las previsiones sobre la cartera irregular eran del 125 por ciento en mayo del año pasado, para descender a 96 por ciento doce meses después.
Recesión
El ajuste sumerge a la economía en un círculo vicioso de deterioro extendiendo el período de recesión. Con un mercado totalmente desregulado y un Banco Central ausente en la administración del crédito, los bancos, con morosidad en aumento, asumen una posición defensiva con los recursos disponibles y reducen el otorgamiento de préstamos al sector privado. Con tasas de interés arriba del 60 por ciento anual que paga el Banco Central con las Leliq, las entidades derivan gran parte del dinero que captan de plazos fijos hacia esas colocaciones. Además, si la economía se encuentra en un estado de estancamiento, no van a aumentar el monto de las líneas de financiamiento. De ese modo se realimenta la dinámica recesiva de la economía.
El saldo de crédito al sector privado viene retrocediendo en forma ininterrumpida. El último registro (mayo 2019) es el noveno consecutivo con resultado negativo. La caída fue de 31,7 por ciento en las líneas en pesos y de 5,0 por ciento en las de dólares respecto a mayo del año pasado. Todas las actividades –hasta la de producción primaria- registraron descensos, destacándose Comercio con el desplome de 40,1 por ciento interanual, seguido de Construcción con la baja de 28,6 por ciento.
Como se sabe, sin crédito es complicado que el motor de la actividad pueda subir de revoluciones para impulsar el crecimiento. Si se suma que el gobierno ha debilitado a la banca pública, que puede ser utilizada como un actor financiero anticíclico en periodos recesivos, se agrava el panorama para las empresas en dificultades.
El último reporte de Fide advierte acerca de la intervención del macrismo en el Banco Nación. Menciona que la principal entidad financiera del mercado local se ha visto sometida a un conjunto de decisiones que han debilitado su capacidad operativa actual y futura. La titular de Fide es la economista Mercedes Marcó del Pont, quien antes de ser presidente del Banco Central estuvo al frente del Nación. El informe apunta que la transferencia de capital del Banco Nación al Tesoro por 35 mil millones de pesos (aprobada en el Presupuesto Nacional de este año) condiciona al banco en sus posibilidades de apalancamiento, disminuye los espacios para desplegar su política crediticia y altera los parámetros crediticios, reduciendo su capacidad para dar asistencia a las empresas.
La ortodoxia ha estado años criticando el uso de la “caja” del Banco Central para financiar al Tesoro. Ahora, el macrismo, ante las urgencias fiscales, avanzó en la descapitalización de uno de los principales bancos comerciales del país, “con efectos muy negativos sobre su capacidad para desenvolver sus objetivos fundacionales en materia de financiamiento a las pymes y economías regionales”, señala Marcó del Pont.
Chicas, medianas, grandes
La crisis de la economía macrista no discrimina tamaño de empresas para tumbarlas . Por cantidad, suman más las pymes, pero el derrumbe es generalizado. Muy pocas se salvan de estar viviendo un periodo de achicamiento y quebrantos. Un reciente informe de la consultora Radar reveló que en los registros de empleadores de la Afip de junio de este año, en comparación con igual mes de 2015, aparecen 19.131 firmas menos. En cuatro años, hubo una destrucción de 3,4 por ciento de empresas.
En relación al año pasado la caída fue de 2,7 por ciento, la mayor desde la crisis de 2001/2002, resultado de la corrida cambiaria y el posterior ajuste fiscal y monetario. La consultora de Paula Español apunta que “todo indica que esta dinámica se mantendrá en lo que resta del año, dado que sectores más ‘empresas intensivos’ (Comercio) tienen malas perspectivas”. Los motivos que señala para la quiebra de empresas son la menor demanda interna, el aumento del costo financiero y la falta de previsibilidad.
La megadevaluación del año pasado provocó fuertes pérdidas o una disminución abrupta de ganancias en balances de grandes compañías . Las pérdidas por el fuerte alza de la paridad cambiaria las contabilizaron en el rubro “diferencia de cambio”, que reflejó el impacto de la deuda contraída en dólares por el mayor costo en pesos por intereses a pagar y por el aumento de los pasivos equivalente en pesos. El saldo negativo se abultó por las tenencias de bonos dolarizados en sus carteras de inversión, que tuvieron una baja de las paridades. Otro frente de tormenta provocado por el ajuste cambiario fue el mayor costo en pesos de reposición de insumos importados y el alza de las tarifas de luz y gas dolarizadas por el Gobierno.
Knock-out
El fuerte derrape de la economía está provocando una catástrofe en el sector privado, con el nivel de actividad en el fondo y con el riesgo de continuar la caída si se precipita una nueva megadevaluación macrista . El cuadro de situación muestra quiebras de empresas, convocatorias de acreedores, pedidos de procedimiento preventivo de crisis de grandes firmas, cierres de locales comerciales, despidos y suspensiones de trabajadores.
Como arriba se mencionó, el sistema bancario lo refleja con un sustancial aumento de la morosidad y una brusca reducción del financiamiento a las empresas. La conducción ortodoxa de Guido Sandleris en el Banco Central acentúa esa debacle con las tasas de interés reales más altas del mundo, que las sube aún más ante cualquier posibilidad de que se desate otra corrida cambiaria.
La devaluación y tasas de interés récord mundial constituyen el uno-dos de knock-out en el rostro de las empresas. El Centro de Economía Política Argentina realizó un relevamiento de 63 empresas líderes (a partir de información de la Revista Mercado, medios de comunicación y balances), el cual arrojó que entre 2018 y 2019 el 21 por ciento de los casos analizados presentaron problemas para el sostenimiento de empleos, el 15 por ciento acusó dificultades financieras y el 16 por ciento aplicaron una reestructuración de planes de producción o directamente cancelaron inversiones.
El informe analiza los rubros afectados, sobresaliendo las firmas dedicadas al consumo interno. Apunta que grandes empresas redujeron personal o contabilizaron una merma en sus ingresos. La capacidad de destrucción del renovado proyecto neoliberal liderado por Macri está siendo impactante, tanto por la velocidad como por la intensidad.
Medidas
Hubo varias medidas de la economía macrista que se fueron sucediendo en estos años para provocar el actual descalabro general:
· La apertura importadora, que comenzó castigando a los eslabones más débiles de la cadena productiva, para finalmente terminar arrasando a toda.
· El derrumbe del poder adquisitivo del salario y de las jubilaciones, que afectó la dinámica del mercado interno haciendo crujir a diferentes actividades.
· Tasas de interés reales elevadísimas, que ahogaron financieramente a las empresas trabando el giro del capital de trabajo.
· Los tarifazos en luz, gas, agua y combustibles, que fueron un golpe durísimo sobre la estructura de costos de las empresas.
La amplia cobertura previsional, la extensa red de protección social, el ahorro de las clases medias y una tasa de desempleo de un dígito constituyeron un importante colchón social y económico, dejado por el gobierno anterior, que amortiguó el primer shock inflacionario provocado por la megadevaluación de diciembre de 2015 y los desproporcionados aumentos de tarifas.
Ese margen de ingresos se fue agotando hasta quedar sin resto con la debacle cambiaria iniciada en abril del año pasado, que derivó en otro desborde inflacionario. Fue el golpe final a una estructura productiva y comercial castigada por la economía macrista. Desde entonces aumentó sin pausa el incumplimiento de la deuda bancaria y la cantidad de cheques rechazados .
El default privado se extiende sin que el gobierno de Macri tenga una estrategia para evitarlo, puesto que su único objetivo ha sido que la paridad cambiaria no se descontrole hasta la primera estación electoral de las PASO. Como es una política que continuará hasta la primera vuelta en octubre y, eventualmente, hasta el balotaje en noviembre, la debacle de empresas con crecimiento de la morosidad puede llegar a derrumbar las fortalezas de liquidez y solvencia del sistema financiero.