Aida Garifullina nació en Kazán, capital de la república rusa del Tartaristán, a orillas del Volga. Recibió las primeras lecciones de canto de su madre, se perfeccionó en Núremberg y luego en Viena. En 2013, con 26 años, ganó el concurso Operalia, que desde 1993 impulsa Plácido Domingo. Desde entonces comenzó una ascendente carrera en la lírica internacional. El viernes a las 20, la soprano rusa ofrecerá un recital en el Teatro Colón, en el ciclo Intérpretes Internacionales. Secundada por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en la ocasión dirigida por Carlos Vieu, Garifullina interpretará páginas de Georges Bizet, Charles Gounod, Giacomo Puccini, Guseppe Verdi, Pietro Mascagni, además de compositores rusos, como Piotr Illic Tchaikovsky, Nikolai Rimsky-Korsakov. También, “como una sorpresa para el público, algunas canciones argentinas muy famosas”, según adelanta la cantante en diálogo con PáginaI12.

Su natural combinación de presencia y buena voz hace de Garifullina una cantante capaz de conmover en un gran teatro haciendo Musetta en La boheme, o entretener cantando junto a Robbie Williams en la apertura del Mundial Rusia 2018, o ser una de las estrellas en la fiesta de la celebración del día de la Bastilla en París. Celebrada en importantes casas de ópera del mundo como protagonista de títulos de Mozart, Verdi, Puccini y Donizetti, la soprano abordó también el repertorio ruso. Últimamente debutó el papel de Luisa en Bodas en el monasterio de Sergei Prokofiev, en la Staatsoper de Berlín, dirigida por Daniel Barenboim. “Mi relación con la ópera rusa es muy fluida. Amo cantar en ruso, porque es mi lengua. La ópera es mi otra lengua”, asegura la cantante. “Compositores como Prokofiev o Rimsky Korsakov me resultan cercanos, lógicamente, aunque la preparación es siempre ardua, porque el ruso no es tan fácil de cantar como el italiano, que es un idioma mucho más suave. En Buenos Aires también presentaré repertorio ruso, que sé que ustedes conocen muy bien”, adelanta.

-¿Se siente una embajadora de la opera rusa?

-La verdad, cuando tomo una ópera para interpretar, no me importa si es rusa, italiana o lo que sea. Soy muy cuidadosa, pero la elección no pasa por el origen. Pero hay muchas óperas rusas que no se conocen y eso me entristece. No porque sean rusas, sino porque son tan bellas que quiero darlas a conocer. Me hace feliz cantarlas.

-En 2013 ganó el Operalia y desde entonces su carrera tomó vuelo internacional. ¿De qué manera cambió su vida?

-Nunca pensé que podría acceder a esa competencia. Me invitó a participar Plácido Domingo, después de escucharme cantar en Verona. Yo no estaba del todo convencida. "Hay tantas sopranos, es tan grande, no sé si es para mí", pensé. Pero mis padres me animaron a ir, por eso lo hice. Era una principiante y el triunfo en el Operalia cambió mi carrera. Muchas puertas comenzaron a abrirse.

-Su nombre, Aida, parece haberla destinado a la ópera. ¿Su hogar era muy musical?

-Aida en árabe significa “regalo”, mi madre lo eligió. Mi padre es arquitecto, paisajista, es un artista en otra manera. La referencia musical en casa fue mi madre, que se formó como directora, aunque ya no trabaja como tal. Ahora hace música contemporánea, compone bandas de sonido para películas y para las orquestas. Está siempre cerca de mi carrera y es mi mejor consejera. Cuando necesito una buena crítica, le pregunto a ella. Es mi crítica, pero también mi gran admiradora, por supuesto.

-Actúa en casas de ópera tradicionales, y también en conciertos multitudinarios. ¿Cambia su manera de cantar en estos ámbitos tan diferentes?

-En verdad, no. Cambia la experiencia, pero desafío técnico es el mismo. Por supuesto, lo del Mundial fue completamente diferente, un estadio enorme con 60 mil personas y la transmisión a todo el mundo, fue una situación particular. Fue excitante y estaba totalmente nerviosa, pero salió bien. Por supuesto, en los teatros canto arias de óperas clásicas y los programas están totalmente previstos. En las performances de ópera represento un personaje, soy otra, pero en los conciertos puedo tener un contacto más cercano con el público, mirarlo con mis propios ojos. Son experiencias distintas, que no cambian la manera de cantar.

- En la actualidad la ópera exige a los cantantes mucho más que una buena voz. ¿Cómo cuida su figura?

-No hago nada en particular. Soy una persona que no engorda, es genético. No soy muy fan de gimnasia, pero trato de hacer mis ejercicios de yoga con continuidad. Pero en general no hago nada que vaya en contra de mis deseos, nada que sea una carga.

- ¿Cuáles son los roles que le gustaría abordar a futuro?

-En este momento estoy preparando Mimi de La boheme, un rol que me apasiona. Ya había cantado el papel de Musetta, pero hacía rato que quería hacer Mimi. En setiembre lo haré en la Staatsoper de Viena, donde el año que viene debutaré el papel de Violetta Valery en La Traviata.

- ¿Tiene algún proyecto musical que vaya más allá de la ópera, vinculado al pop, por ejemplo?

- Al pop no. No cambiaré mi estilo por completo. Estoy metida de lleno en la ópera, la amo y ese es mi mundo. Pero sí me gustaría asumir algunos desafíos. Por ahora no puedo contar mucho, pero estoy preparando algo que tiene que ver con mi origen. Estará basado en música clásica y arias de ópera famosas, pero será nueva música clásica, especialmente compuesta para la ocasión y con toda una puesta en escena. Espero que pronto podamos mostrar al mundo este hermoso proyecto. Estoy ilusionada.