Los resultados electorales abren para los feminismos grandes perspectivas pero mayores desafíos. Si bien celebramos la negativa popular a legitimar la violencia clasista, consideramos importante profundizar los debates.

El contexto electoral impone dinámicas que le son propias, profundamente atravesadas por el verticalismo y el disciplinamiento. Pero este no es cualquier año electoral: del 2015 al presente pasó un tsunami bajo el puente. Más allá de filtrarse en la mayoría de las listas, el lugar del feminismo en la campaña es marginal. Esta monstruosa máquina aplanadora exige moderar demandas y jerarquizar objetivos. Pero el hasta dónde y por qué no constituyen verdades absolutas sino nuevos terrenos de disputa. ¿Qué tan piantavotos puede ser la fuerza más viva de nuestro tiempo? ¿Qué consecuencias tiene ese insistente llamado a la moderación?

Se percibe una puesta en pausa del feminismo más combativo hasta después de las elecciones como si se hubiese tratado de un juego y ahora llegó el momento de la política dura. Nos negamos a legitimar esa dicotomía jerarquizada entre política en serio y política feminista. Nos resistimos a hablar de hambre sin mencionar la feminización de la pobreza y el trabajo doméstico invisibilizado. Nos rehusamos a ignorar la implosión diaria de la crisis en nuestras casas, cuerpos y barrios.

Nos quieren imponer una agenda de lo urgente aislada de la feminista, porque leerla en nuestra clave implica cuestionar más estructuras y menos figuritas. Cambiarlas es imprescindible pero insuficiente y nuestro voto no será un cheque en blanco. Las elecciones son un medio para mejorar las condiciones de disputa, adentro y afuera de las instituciones. Disputa por un proyecto político alternativo al neoliberalismo en todas sus dimensiones: económica, ecológica, política, cultural, sexual y afectiva. Esta alternativa de la que nuestros cuerpos son testigos desborda y atraviesa la batalla electoral.

Octubre importa, pero urge mirar más allá y desde ahora fortaleciendo nuestra transversalidad. El feminismo tiene capacidad de hacer añicos las viejas divisiones entre el adentro y el afuera habilitando nuevas formas de construir poder. Es necesario profundizar estas redes subterráneas para que les #FeministasEnLasListas tengan aire para llevar a cabo agenda propia. La experiencia nos enseñó que los voluntarismos individuales no alcanzan y que la política se hace en la calle: son las relaciones de fuerza las que sacuden la historia.

 

El feminismo no se reduce a la legalización del aborto, sino que constituye una forma crítica de ver, pensar y sentir el mundo. Es una ideología y una práctica, un camino y un destino: la llave para construir una alternativa al neoliberalismo. Llegó la hora de hacernos cargo de nuestro fuego.