Especialistas en medio ambiente revelaron a Página|12 la gravedad que representan los incendios forestales en el Amazonas . “La reducción de los bosques es muy preocupante. Estamos perdiendo un reservorio de humedad que cumple con un rol fundamental en la regulación del régimen de precipitaciones y su variabilidad en la región. Todos nuestros países sentirán los cambios, estamos comprometiendo el futuro de nuestros hijos y nietos”, dijo Pedro Silva Dias, profesor e investigador de la Universidad de São Paulo. "Nuestras autoridades se niegan a ver esta realidad."

En el mismo sentido  José Marengo, meteorólogo y coordinador general de investigación y desarrollo del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Brasil) sostuvo que “los fuegos están fuera de control, se convirtieron en un problema cultural. Las acciones ambientales de Bolsonaro siguen la agenda de Trump. El odio que tiene el presidente hacia los científicos y las ONGs ambientalistas es profundo. Culpan a estas organizaciones de colocar el fuego en la selva, el Ministro de Medioambiente vive a la defensiva”.

La causa de los incendios 

El Amazonas es el bosque tropical más grande del planeta (abarca siete millones de kilómetros cuadrados y comprende nueve países) y cuenta con unos 400 mil millones de árboles de los tamaños y tipos más variados. El “pulmón del mundo” está prendido fuego y la mala noticia es que el gobierno de Brasil intensifica su asfixia al ignorar las problemáticas ambientales. Bolsonaro redujo en un 95% el presupuesto de acciones destinadas a combatir el cambio climático y, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués), ya son 73 mil los focos de quema registrados en lo que va de 2019.

Literalmente, el Amazonas arde y la deforestación amenaza con ser la peor de la historia. ¿Por qué? Desde comienzos de su gestión, los grandes terratenientes cuentan con el visto bueno del mandatario para quemar regiones boscosas y barrer con la biodiversidad presente. Cinco estados han experimentado un incremento notable en sus incendios: Mato Grosso del Sur (260%), Rondonia (198%), Para (188%), Acre (176%) y Río de Janeiro (176%). En estos momentos, el corredor se extiende por varias regiones del país (Medio Oeste, Sudeste y Sur) que declararon su situación de emergencia por alerta ambiental y avanza a ritmo sostenido sobre Argentina, Uruguay, Perú y Bolivia.

El impacto ambiental

La quema y la deforestación de la selva disminuyen el caudal de los “ríos voladores” –flujos aéreos masivos de agua en forma de vapor– responsables de gran parte de las lluvias que se generan en el continente. “En San Pablo llovió agua negra porque los vientos llevaron todo ese humo hacia nuestra ciudad. Esto provoca graves inconvenientes de polución y obstrucciones respiratorias en la población. Es muy fuerte ver a las autoridades cómo dan la espalda y tildan a los científicos de sensacionalistas”, cuenta Marengo.

En esta línea, también se ve afectado el papel que el bosque desempeña en relación al ciclo hidrológico. “Parte de la lluvia se genera por humedad transportada desde el Océano Atlántico y confluye con la evapotranspiración de los bosques. Entonces, cuando llueve en la región, los ríos voladores arrastran esa humedad de la Amazonía hacia el sur. Si toda la flora desaparece y las temperaturas aumentan, se podría producir una crisis hídrica implacable”, alerta el especialista.

Quiénes son los responsables

“Siempre hubo malas intervenciones de los gobiernos en asuntos ambientales. Lo que ocurre ahora es de una agresividad notoria, no les gusta la idea de monitorear los incendios. Impresiona cómo se despreocupan por tener datos reales acerca de lo que verdaderamente sucede”, plantea Silva Dias. Lo que aún significa más, la decisión gubernamental ha sido contratar a una empresa de EEUU para reemplazar las funciones del INPE: “No me entra en la cabeza, no lo puedo entender, porque es un tema de interés nacional. INPE tiene la competencia y es reconocido internacionalmente, sus técnicas fueron empleadas y certificadas en otros países. No importa la calidad científica de lo que hagamos, siempre es mejor si viene de afuera. Al gobierno no le interesa contar con nuestras capacidades humanas para producir productos tecnológicos y eso es un problema”, apunta Silva al respecto.

Como todo conflicto medioambiental, las razones hay que hurgarlas en la política. El mandato productivista se lleva de maravillas con el cortoplacismo y la protección de recursos naturales y la biodiversidad de la ecorregión se vuelven prescindibles. Mientras tanto, para los medios hegemónicos, unas catástrofes importan más que otras. Notre Dame tuvo mayores repercusiones y coberturas mediáticas que el infierno del Amazonas. Y no se trata de comparar conflictos para medir cuál duele más. Más bien, se vincula con un proceso educativo: enseñaron a valorar Occidente. Un Occidente, blanco, europeo, civilizado. Y en el proceso de colonización, también enseñaron a olvidar lo propio.

 

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