Maira Benítez desapareció el 16 de diciembre de 2016, en Villa Ángela, Chaco. El 17, cuando Antonia Morán constató que su hija no había regresado a la casa, comenzó a buscarla. Con un coraje ejemplar, la vimos remover cielo y tierra.

A Antonia la conocimos en la primera audiencia del Juicio Ético a la Justicia Patriarcal, que se realizó en Resistencia durante el 32° Encuentro Nacional de Mujeres. Allí denunció con una memoria detallista y minuciosa la trama del poder, involucrada en la desaparición de Maira, un entretejido de complicidades que remite a las redes de prostitución existentes en la provincia.

En mayo de este año, la Cámara del Crimen de Villa Ángela rechazó la demanda de que se considerara el crimen como un femicidio, en el que intervinieron varias personas, y condenó solamente a Rodrigo Silva a la pena de 21 años, por considerarlo culpable de “homicidio simple”.

En la noche del 20 de agosto, unos peones encontraron restos óseos en la zona rural de Villa Ángela, que podrían ser de Maira Benítez. Todavía se está en proceso de investigación. Volvimos a encontrarnos con Antonia y sostuvimos con ella este doloroso diálogo.

“Hubo novedades sobre el caso de Maira, porque se encontraron esos restos óseos, que había mucho indicio, y apuntaban a que sea Maira. Si me preguntás por qué te digo que una de las cosas es que el lugar donde se encontraron está muy cerca del campo donde vivía Rodrigo Silva. Además, no hay denuncia de otra chica desaparecida en Villa Ángela. Otra cosa que dice el perito, es que hace aproximadamente dos años que está el cuerpo ahí. Me llamaron a Fiscalía para ver si podía reconocer alguna prenda que también se encontró ahí. Había un buzo que no era de Maira, unas zapatillas que tampoco, la remera tampoco. Me llamó mucho la atención una gomita, con la que se ataba el pelo Maira. El perito me dice que ese buzo estuvo en ese cuerpo. Estaba muy ultrajado, quizás por animales que removieron la tierra. Si efectivamente son los restos de Maira, Rodrigo Silva podría haberle puesto ese buzo ya sin vida, porque ella en ese momento llevaba puesto un jean verde muy ajustado, elastizado. Todas esas cosas a mí me llevan a pensar que puede ser mi hija. Otra prueba es la parte dental, porque Maira un tiempo atrás se había hecho sacar las muelas, y esos maxilares tenían todo sellado. No había orificios. Igual hay que esperar que se confirme. Mi deseo era que esos restos fueran llevados a otra parte, no en la provincia del Chaco, para estar más segura de los resultados de los estudios.”

¿Quién es Rodrigo Silva? ¿Quiénes son sus cómplices?

-Rodrigo Silva está condenado, porque fue el último al que se lo vio con Maira. Los testigos lo vieron por última vez el 17 de diciembre a las 7 de la mañana. Yo creo que hubo otro participante. Para mí la libertad de los otros acusados fue pactada, con la condena que se le dio a él de 21 años. Yo quisiera reabrir la causa como femicidio, pero me dijeron que no es posible, porque ya fue condenado por homicidio. Quisiera también que se reabra la causa para juzgar a los demás responsables, Catalino Silva, su padre, Belén Ledesma, Gabriel Cáceres. Porque Rodrigo se sabe que iba con Cáceres, dejó a su novia primero, después a la novia de Cáceres, y por último la llevaron a Maira, que nunca llegó a la casa.

¿Por qué dejaron a las novias y quedó sola Maira?

-Belén Ledesma, que Maira creía que era su amiga, hay un audio en el que ella le dice a Rodrigo, antes que fuera detenido, “Nunca estuve tan nerviosa como lo estoy ahora. Por acá a cada rato pasan los milicos. Decí que no fui con vos donde la dejaste”. Para mí ella sabe adónde fue y dejó a mi hija Rodrigo, no sé de qué manera.

En Villa Angela circulan versiones que relacionan este crimen con la existencia de redes de prostitución, para las que trabajaría Rodrigo Silva. El campo donde trabajaba pertenece a un juez llamado Eduardo Costa. Se cuenta que hace siete años, en ese mismo campo, Rodrigo Silva habría violado a Micaela Pérez, una chica menor de edad. Por esa causa debería estar preso, pero el tema se tapó con el argumento de que Micaela había dado su consentimiento. Se sabe también de las fiestas que hacia este juez en la quinta, y que quien era el encargado de llevar a las chicas para esas “fiestas” era Rodrigo Silva. Cuando se investigó el lugar, los perros marcaron que Maira había estado ahí, en la casa de Silva.

Muchas veces la información sobre lo sucedido a las jóvenes desaparecidas resulta difícil de desencubrir, porque detrás de esas tramas tenebrosas están los señores del poder. Mientras tanto, las familias de esas jóvenes recorren un sinfín de dolores, de aprietes para que dejen de buscar, además de vivir cotidianamente con la ausencia.

¿Cómo está Brisa?

-Brisa cumplió cinco añitos. Ahora ella se está adaptando a lo que estamos viviendo. Ella sabe que yo soy su abuela, pero también soy la mamá para ella. Sabe que Maira es su mamá, pero me llama mamá a mí también. Ella escucha todo, absorbe. Vino conmigo a Resistencia. Varias veces la traje en los primeros tiempos, a hacer estas marchas por Justicia para Maira. Ella ya sabe que su mamá no está, pero no sabe que –en el caso que se confirme que esos son los restos de Maira- su mamá no va a volver más. Cuando esa noche me informaron a mí que encontraron sus restos, yo más tarde fui a bañarla, y ella me decía: “¿Por qué llorás mami? ¿Llorás por mi mamá Maira?”. Es como una puñalada al corazón.

Mientras conversamos se realiza el Primer encuentro de educadoras y educadores populares. Cuando le toque hablar va a contar de la importancia que tuvo para ella estar acompañada siempre.

¿Qué significa caminar con las compañeras?

-Yo llegué a Resistencia muy mal, con mucho dolor. Llegué acá a unirme con las compañeras pidiendo auxilio. Tuve el apoyo de todas las compañeras, porque imagínate que nunca había pasado por esto, no sabía cuáles eran los pasos que tenía que dar. Pude levantarme gracias al gran apoyo que me generaron las compañeras, esa fuerza que me dieron para salir y gritar en las calles, pidiendo justicia.

En el Juicio a la Justicia Patriarcal, compartiste con Marta Ramallo, la mamá de Johana -otra joven desaparecida y asesinada-, y con otras mujeres, el dolor de la búsqueda de sus hijas. ¿Qué quisieras compartir ahora con ellas?

-En el caso de la mamá de Johana, hablamos sobre el pedido la aparición con vida de Johana. Yo estaba en la misma. Después me enteré del final que tuvo Johana. También se quedó con una nieta chiquita. Yo no sé si me animaría, pero quisiera preguntarle a ella cómo sacar fuerzas, cómo seguir adelante. Y a otras mamás que pasaron por situaciones parecidas, quisiera solamente pedirles que no bajen los brazos, que hay que seguir luchando. Hay que seguir adelante, reclamando justicia, y tenemos que enfrentar a estos tipos que nos sacan la vida día a día. Si Maira no está más, no voy a estar en paz, y ella no va a estar en paz, si los culpables, que me la sacaron, no van presos. Quiero que sea una justicia ejemplar, para toda la sociedad.

Nosotras, las que gritamos Ni Una Menos, las que lo escribimos en las paredes, tampoco vamos a estar en paz, mientras no haya justicia para Maira, para Johana, y para todas las pibas.