El 24 de abril arribó Buenos Aires la ex presidenta Dilma Rousseff para la presentación del Comité por la Libertad de Lula y Justicia por Marielle. En un multitudinario acto, con la presencia de dirigentes políticos, sociales, sindicales, rectores y artistas se pretendió otargarle visibilidad internacional a la lucha colectiva por la libertad del ex presidente y denunciar la política de impunidad frente al asesinato de la dirigente social y concejal de Río de Janeiro. Rousseff siempre recalca que el accionar en el exterior genera un impacto superlativo en la sociedad brasileña y rompe el cerco que imponen los medios más poderosos, por ello pasa tanto tiempo en el extranjero promoviendo la libertad de su "hermano" Lula.

Por indicación de la ex presidenta comenzó un tedioso proceso de presentaciones judiciales para lograr la primera entrevista para un medio argentino. La conformidad del propio propio Lula habilitó el inicio de los procedimientos. A partir de allí, con el patrocinio de los abogados de Lula, a mediados de mayo, se solicitó ante el 12º Tribunal Federal de Curitiba la autorización correspondiente. Documentos, notas, antecedentes, todos traducidos al portugués, eran requeridos por la justicia. Solo quedaba esperar.

"Infelizmente ainda não" era la respuesta de cada semana frente a la consulta a Paulo Freire, uno de los abogados de Lula. La rutina se repetía y la respuesta era la misma. Las dilaciones implicaron nuevas presentaciones hasta que el 2 de agosto el Tribunal decidió favorablemente.

Ahora era necesaria la autorización y coordinación con la Policía Federal de Curitiba. Un mes después, el 4 de septiembre el portavoz de Lula, José Chrispiniano informó que estaba todo listo.

El 11 de septiembre a las 9:30 horas era el día. 60 minutos para dialogar con el principal protagonista de la historia latinoamericana contemporánea: Lula, injustamente detenido en la capital del Estado de Paraná, en un Brasil oscuro, donde la democracia se encuentra debilitada, secuestrada.