Ya no son los tiempos en que los hinchas de Racing apelaban al gol del Chango Cárdenas para revivir momentos gloriosos. El chiste fácil era que de tanto repetir las imágenes aquel disparo, la pelota iba a salir desviada. Ahora el club funciona bien, la cancha está impecable, hay continuidad de entrenadores, buenos jugadores y referentes. Además volvieron los títulos. De eso escribe Alejandro Wall en su reciente libro Ahora que somos felices, una obra de casi 300 páginas en las que habla de su infancia en el Cilindro, de malos tiempos futboleros pero en compañía de su papá, y de este presente glorioso en el que comparte momentos y gritos de gol junto a sus hijos: ni Camilo ni Santiago Wall imaginan el dolor del descenso, ni el de una frase tan lapidaria como "Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir". Ellos crecen, cuenta Wall, sin miedos y con alegrías que se repiten.

-Decís que ahora los hinchas de Racing son felices. ¿Hasta qué punto te quedó la herida de los años malos? ¿Se olvida el miedo?

-A los más grandes todavía nos queda alguna sensación de que todo está a la vuelta del primer tiempo. Ese hincha viejo es contra el que tenemos que luchar, por eso planteo la idea de la deconstrucción. Como hincha, hay cosas que ya no me asustan porque siento que lo vivimos todo: descenso, posible liquidación, gerenciamiento, tres décadas y media sin ganar títulos locales. Creo que eso lo cicatrizamos al fortalecernos en la derrota. Hicimos de esas debilidades una virtud. El descenso, la quiebra, no fueron temas tabú. Nuestro himno de cancha habla de eso. Esa es nuestra historia, no la ocultamos, pero nuestra historia es también lo que pasó más atrás, el heptacampeonato del amateurismo, el tricampeonato, el Racing de José. La historia no siempre es en colores. Por eso sostengo que ahora retomamos una normalidad.

-Escribís que tus hijos pueden ver un Racing ganador. ¿Qué te dicen cuando les contás cómo era el Racing de tu infancia?

-Ellos viven el fútbol y a Racing con menos dramatismo, quizá porque les toca un momento de mayor disfrute. La noche en que fuimos campeones en 2014, contra Godoy Cruz, estábamos en la cancha con mi hijo más grande, Camilo, que ahí tenía ocho años. Y recuerdo que cuando terminó el partido, entre lágrimas y abrazos, le dije algo que a la distancia lo veo muy pavote: "Salvaste la primaria, ya está". Yo había pasado la primaria y la secundaria sin ser campeón. Me parece que me miró raro y siguió revoleando su camiseta. El más chico, Santiago, sufre y grita en los partidos y a la vez disfruta de los jugadores. Sus jugadores favoritos están en Racing. Si no es Lisandro, es Arias o Cvitanich o lo fue Pol Fernández. Esa identificación con los jugadores es hermosa. Nosotros nos vinculamos con Racing, pero yo trato de no transmitirles lo que fui como hincha o lo que viví como hincha. A veces aprendo de ellos, de sus comentarios, de cómo viven a Racing. A mí me tocó ser hincha en otra época, en la que todo tuvo que ser hiperbolizado. Para ellos todo eso es la prehistoria. Lo interesante es que puedan conocerla también para que no vuelva a pasar. Porque es cierto que a veces es ganar o perder, cosas del fútbol, pero también se hicieron demasiadas cosas mal para destruir al club.


-¿Qué te significa ir a ver a Racing con tus hijos?

-Es un rito que cada vez se pone mejor. De alguna manera, como cuento en el libro, Racing nos ordenó hace dos años una nueva vida, la separación con su madre, los planes de a tres. Siempre teníamos a Racing, nos ordenó la conversación, las salidas, las cenas en la nueva casa. Y el Cilindro se convirtió en nuestro espacio. Como dice Nick Hornby en Fiebre en las gradas sobre la relación con su padre, la cancha fue nuestro jardín. Compartir la tribuna con ellos es un rito que para mí empieza en subirse al auto con la camiseta, en la caminata desde el auto hasta la cancha, en las charlas durante la espera, en un ritual que es nuestro y de nadie más pero que a la vez es de miles. Y digo que se pone mejor porque cada uno atraviesa su propia etapa, porque ellos crecen y ya no es que los llevo a la cancha, ya no es una iniciación, ellos ya se apropiaron del rito de ver a Racing.

-De tus cuatro libros, tres son sobre son Racing. ¿Seguirás escribiendo sobre Racing o apuntás a algo más general?

-Es raro porque hace poco alguien me marcó que los tres libros podrían ser, sin quererlo, una trilogía. Abordan los tres distintas etapas, aunque uno de ellos es una biografía, la de Corbatta. Yo no tenía pensado seguir escribiendo sobre Racing. Este libro fue una idea de Rodolfo González Arzac, editor de Planeta. Y de alguna manera es un lado B de Academia, carajo, que son los 35 años sin títulos y el cruce con el país de 2001. Digo que no tenía pensado seguir escribiendo sobre Racing, pero escribí. Y te diría que ya no tengo más nada para escribir sobre Racing, pero estoy seguro que algo se pondrá en el camino para contar. En ese sentido, me parece que Racing, como el fútbol, son excusas para seguir escribiendo sobre cosas humanas.

-¿Recomendarías al hincha de otro club que lea este libro?

-Yo sé que el hincha de Racing se puede vincular con la historia del libro de otra manera. Quizá hasta se puede ver ahí. Es obvio que si hay un lector interesado, está ahí. Pero el libro sigue siendo sobre el amor a un club de fútbol, sobre los vínculos, sobre la relación padre-hijo y el fútbol. Sobre el ganar y perder. Y, como me dice Villanueva Chang en un momento, sobre un tema tabú de la literatura: la felicidad. Así que yo diría que si eso interesa, no importa si sos de Racing.

-¿Te hace feliz Racing?

-Ahora que somos felices no significa que antes no lo fuéramos. Pero era una felicidad autogestionada. Nos teníamos que forjar esa felicidad, teníamos que ser, como hinchas, más protagonistas. Esto es un disfrute, es diferente. Y tampoco tiene que ver tanto con el resultado. Racing va a perder, no va a ganar todo, se va a comer goleadas horribles como la de River, pero la clave va a ser reponerse. Viví una época en la que cada golpe a Racing era el hundimiento del Titanic. Ahora nos levantamos y seguimos. Me muero por ganar la Copa Libertadores, por ver cada vez más grande al club, pero que sea normal tener jugadores como Lisandro y símbolos como Milito en el club ya me hace muy feliz.