Analía Goldberg lleva años dirigiendo conjuntos de tango, desde el pugliesiano Color Tango hasta la actual Orquesta Chino Laborde, con el reconocido frontman. Después de tantos años, llega su primer disco solista. La pianista y compositora presentará Tan Goldberg junto a su propia orquesta en la Sala Argentina del Centro Cultural Néstor Kirchner (Sarmiento 151) este domingo a las 20. Además, la acompañarán los cantores Hernán “Cucuza” Castiello y Osvaldo Peredo.

“Siento este disco como una síntesis de mi carrera”, reflexiona Goldberg ante Página/12. “Toqué como intérprete muchos años y cuando empecé a estudiar composición se mezcló la interpretación que ya venía y que está intervenida por toda mi vida, todo lo que uno escuchó e hizo”. Del bagaje que trae destaca naturalmente a Osvaldo Pugliese (que, además, observa sonriente y con pañuelo verde desde la pared del Centro Cultural Oliverio Girondo, que Goldberg dirige artísticamente), pero también a Piazzolla, Troilo y Salgán. “Lo más antiguo me gusta pero a nivel testimonial: los sonidos han quedado, para mi criterio, un poco antiguos”, observa. “Cuando estudiás composición pasás por diferentes técnicas adquirís nuevos colores, formas que no tenías antes”, agrega.

-¿Y ritmos?

-No mucho. En “Murguita” agarré el toque murguero y lo metí en el medio. Pero en realidad es un tango-milonga, y tiene adentro la cosa murguera, como de platillitos y bombo. O en “Kukele” se incorpora una cadencia de violín muy larga, que no es usual en los discos de tango. “Kukele” también tiene una sonoridad muy debussyana, con unos colores particulares y una manera de escribir que tiene que ver con una época. Eso mezclado con el tango da un resultado muy particular.

-Justamente “Kukele” se distingue sonoramente del resto del disco.

-Es que quería plasmar esa sonoridad, esas dos capas de acordes, que interactúan pero se siguen sintiendo como capas diferentes y armónicas.

-Es un disco muy personal, podrías haber hecho un disco con tus otras formaciones. ¿Por qué elegiste un disco solista?

-Porque es el proceso que fui haciendo. El de componer mi música. No sé si me interesa tanto hacer covers en este momento o tocar tangos viejos, de otros compositores. Lo hago también y en el repertorio del CCK voy a hacer muchos clásicos. Me encanta tocarlos y hasta hay un par en el disco. Pero es el camino del artista: uno aprende copiando a los otros y luego da su propia opinión. Todos los tangueros que fueron personalidades empezaron como participantes de otras orquestas y luego hicieron su propio camino. Porque ese es el desafío: aportar tu propio sonido. Es parte del arte. Aportar la visión de cada persona.

-¿Se te mete en tu laburo musical esta pata de gestora cultural acá en Oliverio?

-Sí, ¡porque estoy cansada! Pero nada más. Me gustaría vivir enteramente de la música, pero no haciendo música de otro. La etapa de sesionista ya la pasé y ahora mi objetivo es dar mi propia opinión sobre todo eso.

-Usás mucho la palabra “opinión”, ¿qué opinás? ¿Qué querés decir con tu tango?

-Yo trato de sacarme todos los prejuicios al componer. Dejo que surja y trato de seguir esa idea que justamente aparece desde un lugar inconsciente, desde un lugar no muy a elección.

-¿Y con la obra ahí?

-Uno sigue eso y no sabe qué va a suceder. Yo no buscaba especialmente que lo mío sea tango. Pero cuando lo escucho, no puedo creerlo, me salgo de la silla para bailarlo. Nunca lo hice demasiado conscientemente. Por eso digo que es el resultado de todas las cosas que fui transitando. Hay giros que definen al tango y mi lenguaje musical los tiene. Mucho. Aún en “Kukele” o temas como “La pucha”, que son más raros. “La Pucha” tiene como una habanera en el medio, tiene una forma particular: cuando canta la voz, deja de tocar el piano, en las partes cantadas hay una insturmentación medio acústica y luego vienen los tuttis que completan. Y de lo que habla, porque usa palabras muy del tango, pero lo escucho como un Buenos Aires de ahora, muy actual. Ese texto tiene cosas nuevas, palabras que no se usaban antes.

-Trabajás en el rol de directora hace mucho, cuando había pocas mujeres liderando proyectos tangueros. ¿Qué cambió desde tus comienzos?

-Fundamentalmente la sororidad y el compañerismo entre nosotras. Ya no competimos para que un hombre nos ayude o nos dé un lugar, sino por nuestra independencia y nuestros derechos. En mi caso a la hora de hacer música pienso en música y a la hora de hacer política pienso en política. Las dos cosas mezcladas arriba del escenario no me interesan como producto artístico porque pienso que el arte no es algo panfletario, es más del terreno de lo inconsciente. Y por supuesto siempre quiero que suene bien y buscar a las personas que mejor suenen y en ese sentido no me fijo si son hombres o mujeres. Sí por suerte he trabajado siempre con muchas mujeres, cantantes en mi grupo, instrumentistas. Así que nunca me hice problema por eso.