21 de junio

El departamento de al lado, simétrico al mío, forma con él un mismo lote con los mismos problemas técnicos. En su esfuerzo por solucionarlos mi vecina de al lado, según presencié en una reunión de tiempos mejores, formó una carpeta idéntica a la que yo tenía en 2016: los mismos planos. Ahora le debo estar ganando porque sumo más data y ya casi no cabe en la carpetita oficio marrón. Mis archienemigos del fondo tienen diálogo con ella y su familia.

Hoy a las 11:30 me despiertan las voces al otro lado de la pared de mi dormitorio, la misma pared donde hasta hace dos meses sonaban unos rítmicos golpes que yo no sabía a qué causa atribuir. Me divertí este verano asustando a mis amigos con la historia de un fantasma golpeador o fenómeno poltergeist, claro que para que fuera eficaz yo también tenía que creerla. Me parecía una hermosa historia la del espíritu atrapado comunicándose en código Morse y gente ayudándolo desde este lado, y como hacía rato no sonaba decíamos que había llegado al cielo.

Las voces de esta mañana tienen cuerpos reconocibles que las emiten. Es una conversación donde un hombre habla y mi vecina de al lado va como asintiendo o simplemente escucha. En la voz masculina principal me parece oír dos veces el sintagma "vieja loca", aunque como estoy tan sugestionada quizás sea un fenómeno de ilusión auditiva, una pareidolia como la que la vista nos regala cuando encuentra ovejitas en las nubes. Como siempre, no sé de quién están hablando.

El tipo que hablaba sale al pasillo, lo despiden, abre la reja, la cierra y camina solo hasta la puerta de calle, de lo cual deduzco que tiene llave. Su voz no era la del dueño de la casa de al lado, que es inconfundiblemente aguda y nasal.

Ni bien esa charla termina, en la pared de mi dormitorio y justo al lado de mi cama donde estoy acostada en ese momento, suenan los golpes del hit del verano, un ritmo de martillazos en la pared que siento como piñas en el estómago. Me gustaría creer que se trata de una heladera vieja y que lo que salió era un técnico, ¿pero cómo puede ser que tenga llave? Los de al lado tiene un hijo que nunca se deja ver. Podría ser él el que pega los martillazos. Si fue así todo este tiempo, era mucho más tranquilizadora y menos de terror la historia del fantasma.

No sé cómo subir acá el audio que alcancé a grabar desde mi patio durante 1 minuto mientras la de al lado me veía con el celular en alto. Es una voz de hombre que grita y grita, agresivo, contra una mujer que le responde lo que puede. Viene de mi manzana, aparentemente. La vengo oyendo desde las 15 horas más o menos y al parecer es lo que oí todos estos días, desde hace un mes, pero mi sesgo cognitivo influido por mis propios problemas inmediatos tendía a asociarlo con éstos. Que por otra parte existen pero que no están en esa "voz lejana". O a lo mejor es el mismo tipo en los dos casos, no sé.

22 de junio

Pájaros del vecindario: el pajarito botón ("¡te vi! ¡Te vi!") y el pájaro obvio, que sólo abre el pico para decir "pío, pío". Se los oye en un día como hoy, un sábado sin ruidos de obra alrededor.

Hoy llevé al gato a la vete a terminar de curarle una pata que se había herido levemente en una pelea con el Kitler, el gato negro y blanco del edificio de adelante que viene a ejercer su expansionismo en los alrededores de nuestra casa y tiene una manchita en la cara que parece el mostacho de Hitler.

La veterinaria me recomienda que por mi parte continúe con las flores de Bach. Su vida es un ejemplo de supervivencia. Tiene la astucia de lxs sobrevivientes, que consiste en hacerse responsable de su mundo. No existe en una vida como esa el "...pero ellos deberían...". Y así le va bien. No sólo eso sino que florece, literalmente.

 

Pero nunca me gustó que hubiera que ser así. Es un modo de ser y de estar que descubrí en Buenos Aires, en especial entre la comunidad judía y en un angloargentino particularmente brillante. Ella se define como obsesiva. Yo la pienso como noblemente astuta, una astucia con ética. A mí me hace ruido esa capacidad de no demanda, esa independencia que por otro lado me la convierte en un firme anclaje, una persona cuya sola presencia me calma.