Por segundo año consecutivo llega al país el Tour de cine francés, muestra itinerante que ofrece una selección de los títulos más destacados de cada temporada, producidos por una de las industrias cinematográficas más poderosas del mundo. Ese carácter viajero se hace explícito ya desde su nombre y es lo que distingue a este evento de otros similares, permitiendo que su programación recorra distintos puntos de la Argentina en lugar de estacionarse, como suele ocurrir, en Buenos Aires.

Se trata de una iniciativa de la distribuidora mexicana Nueva Era Films –que ya lleva 23 años organizándola en su país— y cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia en México y la Federación de Alianzas Francesas. Su pata local es la empresa Village Cines, cuyos complejos permiten que las siete películas que integran la programación realicen su recorrido. De esta forma el ciclo se proyectará del 3 al 16 de octubre en las sedes de Recoleta y Caballito, del 10 al 16 en las salas de Pilar, Avellaneda y Rosario, mientras que del 17 al 23 se lo podrá ver en las ciudades de Mendoza y Neuquén.

Detrás de este particular formato que busca nuevos públicos para el cine francés está el mexicano Leopoldo Jiménez, director de Nueva Era Films y alma mater del Tour. Jiménez está al tanto de la histórica cinefilia local y del vínculo intenso que sus espectadores mantienen desde siempre con el cine de aquel país. Pero también es consciente de la negativa concentración cultural que se produce en el territorio porteño y sabe que las características del Tour ayudan a ir contra la tendencia. “Buenos Aires es una ciudad que siempre ha sido bien servida de eventos culturales”, afirma el gestor del evento, “por lo que creemos que es importante que el Tour no solo sea presentado en la capital, sino también en otras ciudades del país”.

Ese vínculo extenso que el público local mantiene con el cine francés hace que el Tour no sea la primera iniciativa que tiene a la cinematografía gala como eje. De hecho desde hace más de una década se realiza en la ciudad el Festival de Cine Francés Les Avant Premieres. Aún así Jiménez considera que la programación del Tour ofrece un perfil propio: “Para nosotros es importante que las películas sean ‘populares’, en el buen sentido de la palabra”. Pero si bien el objetivo inicial es conseguir que “el público quede satisfecho y con ganas de buscar en la cartelera un cine que no sea solo el de los estudios norteamericanos”, al mismo tiempo el programador aspira a que la misma despierte “el interés del público más cinéfilo”. “Francia produce alrededor de 300 películas al año y no pretendemos resumir en siete títulos una cinematografía tan rica”, continúa Jiménez, quien considera que la clave de la programación del Tour se encuentra en la amplitud y el equilibrio. “Es importante escoger diferentes géneros, que haya un balance entre los nuevos talentos y aquellos que ya tienen una gran trayectoria”, explica.

“Cada vez hay menos espacio para disfrutar en los cines de películas que no sean las de Hollywood”, insiste Jiménez al ser consultado acerca del rol que tienen (o deberían tener) propuestas como la que el Tour ofrece, teniendo en cuenta el contexto actual, signado por la concentración de pantallas a favor de las mega-producciones norteamericanas o de la nueva ola de consumo doméstico del cine vía sistemas de streaming. “Es un fenómeno que sucede en todo el mundo y estoy convencido que los ciclos, festivales y muestras juegan un papel relevante en la creación de públicos: el de demostrar que existe una audiencia para el cine independiente, tanto nacional como extranjero”, asegura el organizador de este ciclo itinerante. Y se suma a la polémica que separa a quienes defienden la experiencia en sala de los que buscan flexibilizar la definición del cine: “Me parece muy bien que existan los sistemas de streaming, pero el cine se produce para verse en la pantalla grande. Ahí es donde nació y donde se tiene que seguir viendo”, concluye.

Dentro de las siete películas que podrán verse hay tres que ya tienen confirmado su estreno comercial en el país. Se trata de Amanda, dirigida por Mikhaël Hers, El misterio del Sr. Pick de Rémi Bezançon, y En buenas manos, de Jeanne Herry. La primera recorre el arco clásico de las películas en las que la vida del protagonista se modifica de forma tan repentina como radical. David es un joven veinteañero que disfruta de vivir evitando asumir cualquier cosa que represente un compromiso. Pero todo eso cambia cuando conoce a la chica de su vida casi al mismo tiempo que su hermana muere en un atentado en París. La tragedia lo convierte en la única persona que puede hacerse cargo de Amanda, su sobrina de siete años.

Lejos del drama de la propuesta anterior El misterio del Sr. Pick combina la comedia con la estructura del relato policial, pero utilizándola en un contexto distinto: el de la industria literaria. Una joven editora descubre el manuscrito de una novela extraordinaria escrita por un pizzero que falleció dos años antes sin haber manifestado nunca una inclinación por las letras. El libro se convierte en un boom, pero un severo crítico literario desconfía de su curioso origen y decide investigar. El misterio del Sr. Pick está protagonizada por Fabrice Luchini y Camille Cottin, actriz cuya cara se volvió conocida a partir de su trabajo en la popular serie francesa Diez por ciento. Por su parte En buenas manos aborda los siempre complejos temas de la maternidad y la adopción, a través de la historia de una mujer que lleva diez años luchando por ser madre. Sandrine Kiberlain protagoniza esta película que aborda el vínculo entre esta mujer y el bebé de tres meses que queda a su cargo.

La programación del 2° Tour de Cine Francés se completa con Blanca como la nieve, de Anne Fontaine, versión aggiornada y en tono de comedia negra del clásico cuento de Blancanieves, con la inigualable Isabelle Huppert en el rol de la madrastra malvada; Cyrano mon amour, de Alexis Michalik, que narra el mito de origen detrás de la escritura de Cyrano de Bergerac, la obra más popular de la historia del teatro francés; Mi niña, de Lisa Azuelos, donde la misma Kiberlain vuelve a asumir el rol de mujer abnegada que esta vez debe lidiar con el otro extremo del drama materno: la partida de su hija de 18 años del hogar familiar. Y finalmente Un amor a segunda vista, de Hugo Gélin, comedia romántica de tono fantástico que recurre a un truco similar al que Frank Capra utilizó en ¡Qué bello es vivir!: hacer que su protagonista se despierte en una realidad paralela en la que debe reconquistar el amor de la mujer de su vida, quien mágicamente se ha convertido en una extraña.