Los indicadores económicos disponibles confirman que continúa la caída del consumo en la mayoría de los bienes y servicios. Por caso, el índice elaborado por el  ITE-Fundación Germán Abdala marca un retroceso interanual del 3,3 por ciento en diciembre. La retracción de las compras alcanza a bienes esenciales de la canasta alimentaria. Por ejemplo, la demanda de leche fluida per cápita cayó de 44,2 litros en 2015 a 40,1 litros en 2016. 

El retroceso es extensible a la mayoría de los productos lácteos.  El Observatorio de Políticas Publicas (Módulo Políticas Económicas) de la Universidad de Avellaneda precisa que “el consumo por habitante de leche en polvo entera cayó desde un promedio cercano a los 2,5 kilos anuales en 2015 a 1,5 kilos en 2016 (esto es, una baja superior al 40 por ciento). El consumo de leche en polvo descremada descendió casi un 60 por ciento, interanualmente. En el agregado, el consumo de ambos tipos de leches en polvo (descremada y entera) disminuyó 43,8 por ciento. La manteca fue el subproducto más afectado con una caída en el consumo per cápita de 13,1 por ciento. Le siguen el descenso del yogur (-9,8 por ciento), dulce de leche (-3,1 por ciento), crema (-2,2 por ciento) y queso (-1,8 por ciento)”. 

El escenario actual es muy complejo por una combinación de factores internos y externos. Las medidas de política económica adoptadas por el macrismo perjudicaron la rentabilidad sectorial.  La suba del precio del maíz (por devaluación y eliminación de retenciones) empeoró la ecuación de costos de los tamberos. Además, el aumento del tipo de cambio se trasladó a diversos insumos productivos (bolsas para silo, semillas, fitosanitarios, balanceados). 

La única respuesta oficial (incrementar el subsidio -implementado en el kirchnerismo- de 30 a 40 centavos por litro de leche) no alcanzó a compensar los mayores costos.  En ese marco, el Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA) sostiene que cerraron 460 tambos en 2016.

Por otro lado, las industrias sufrieron el aumento de los costos de producción (entre ellos, el energético) y la contracción de las ventas (internas y externas). 

El 2016 culminó con números muy negativos: la producción de litros de leche se derrumbó 14 por ciento. Ese retroceso es el más importante de la historia reciente, superando la merma del 10 por ciento de 2002. 

Las inclemencias climáticas que afectaron la cuenca láctea santafesina fue otro factor que explicó la mayor caída productiva registrada desde que se lleva la serie completa (año 1970).

La producción de leche fluida retrocedió 11,7 por ciento y la de leche en polvo 37,5 por ciento. Las caídas también afectaron la elaboración de diversos subproductos: manteca (- 24,2 por ciento), quesos (-5,8 por ciento), yogur (-5,6 por ciento), crema (-4,8 por ciento), dulce de leche (-4,2 por ciento).

Por su parte, las exportaciones de leche en polvo cayeron más del 50 por ciento y las importaciones de quesos crecieron 30 por ciento en cantidades y 93,1 por ciento en valores.

“En un mundo globalizado en el que las economías compiten furtivamente por el desarrollo, cada sector se estimula y se protege a lo largo de toda la cadena de valor porque se sabe con certeza que, si uno de sus eslabones desaparece, es sustituido por otro extranjero o por importaciones. A diferencia de las políticas públicas que aplican economías con una desarrollada cadena láctea como son Francia, Italia, Estados Unidos y Nueva Zelanda, ente otros, la cadena de valor láctea argentina parece estar librada a su suerte”, concluye el Observatorio de la Universidad de Avellaneda.

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@diegorubinzal