Mario Wainfeld encara hacia el sillón más cercano al balcón externo de su departamento. Ofrece café, se sienta, apoya el antebrazo en el respaldo, mira de reflejo el sol y hace un ademán como diciendo "meta". Está tranquilo y con algo de tiempo, parece. Tal vez esté transitando esos breves lapsus de descanso que los animales políticos se toman para volver a atacar, sobre todo cuando una coyuntura como la que atraviesa el país, hoy, lo amerita. Es una suerte entonces que Página 12 -la casa donde trabaja de uno u otro modo desde 1997- acceda a tal instancia de relax. La idea, animada por el marco, es que el abogado, periodista, docente y militante hurgue en las profundidades de Estallidos Argentinos, libro que publicó Siglo XXI y que, a juzgar por sus constantes y pobladas presentaciones en vivo, parece fluir viento en popa. “Hago muchas presentaciones, porque son una experiencia preciosa”, se entusiasma Wainfeld, ante un libro que ofrece variopintos disparadores para que aquella experiencia se dé: la marcha contra el 2 X 1 de 2017; las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel; el estado de sitio de De La Rúa, o el asesinato del Oso Cisneros, entre los diez episodios que lo pueblan. “La reivindicación de figuras populares produce efectos interesantes”, asegura.

-También arroja luz sobre los hechos. Acorde a tus preocupaciones, a tus formas de hacer y trasmitir periodismo, tu trabajo se asienta en una primacía de lo empírico. Los hechos y después la teoría. Entre muchas de las ideas-fuerza que aparecen en este fragor, emerge una que podría servir como llave de acceso: “Vivimos en laberintos, pensamos en línea recta” ¿Es apropiada para empezar?

-. Lo que quiero decir con ella es que la realidad es dialéctica y que yo creo en las concausas, en las determinaciones históricas, en el peso de los contextos. Y entonces, cuando vos contás la historia y decís, no sé, Macri es un malcriado, un chico caprichoso, etcétera, son todas cosas ciertas pero a la vez imperfectas para describir al macrismo. Quiero decir que muchas de las cosas que contamos son parte de la realidad de un rompecabezas muy rico, y el periodismo incurre mucho en el personalismo, en el simplismo y en deshistorizar. Yo creo que hay que ir por otro lado y asumir la gran vastedad de hechos y causas, que supere el azar y las personalidades. Por eso la frase.

-Hablás de historizar, y ahí aparece una dificultad que enfrenta a diferentes corrientes historiográficas. ¿A partir de qué momento se puede “escribir historia”?

-En principio diría que no soy historiador, por lo tanto no entraría en la disyuntiva. Sí trabajo con una historia que llamaría "súper contemporánea", de la democracia para acá, es decir. Y lo hago porque es actual, porque me interesa y porque en este momento de mi vida, después de haber pensado mucho y haber escrito algunas macanas sobre otros momentos históricos, me interesa esta parte. Me interesa más la Marcha Federal que el 17 de octubre de 1945, y no por una cuestión de magnitudes, lógico, sino porque es un hecho más cercano. Por eso, el libro abarca coyunturas cercanas y contemporáneas de mi trabajo como periodista.

-¿Cómo hiciste el corte empírico, más allá del “corsé estructural” que propone el siglo XXI?

-Me paré en hechos que conozco bien, porque los cubrí en el día a día y porque tengo un cierto saber previo sobre los mismos. Es decir, tomé los temas que tengo trabajados y me interesan porque nadie investiga lo que no le interesa, ¿no? Además, la mayoría de los hechos que escribo, salvo el caso Nahuel y Maldonado, están relativamente cerraditos. Me refiero a la presidencia de Rodríguez Saá, o a los asesinatos de Kosteki y Santillán. Quiero decir, cuando uno cubre el día a día no sabe los desenlaces y ahora los sé, los conozco y vuelvo a reflexionar sobre eso.

-Otro foco, además del epocal, es el social. Tu mirada central parte de aquí y luego “baja” hacia otros aspectos de la realidad. Ya lo anunciás desde el título.

-Me importa mucho lo social porque creo que el recorte de la política como el mundo del palacio es un mal recorte. Quiero decir, las organizaciones sociales existen, la calle existe, las organizaciones sindicales existen. Es más, si yo hubiera tenido el talento para ponerle El palacio y la calle a mi libro y Bonasso no lo hubiera tenido antes (risas) me hubiese gustado que el mío se llamara así. Cuento en el libro que suelo ir a las marchas.

-Y tenés el privilegio de poder contarlo.

-Tal cual. Incluso, durante mucho tiempo he ido a muchas por fuera de lo laboral, aunque la mayoría, salvo las de Blumberg y alguna otra, fui por las dos razones: hacer número y cubrir. Las multitudes en las calles es algo que tiene mucha importancia en la argentina, y a veces eso se suele subestimar, como pasó durante el macrismo. Quiero decir, la marcha contra el 2 X 1 fue clave en este sentido. Yo creo que la democracia argentina es estable porque tiene mucha gente en la calle. Que la posibilidad de manifestarse y hacer catarsis impide manifestaciones más brutales.

-Destacás en el libro cuatro presidentes que supieron interpretar el péndulo palacio-calle que mencionabas: Perón, Alfonsín, Néstor y Cristina. ¿Por qué optaste por Néstor para hacer un libro? ¿En qué sentido El hombre que supo supone un nexo con Estallidos argentinos?

-Escribí el libro de Néstor porque quería hacerle un homenaje, porque tenía mucho material y porque lo conocí muy bien. Tenía una buena relación con él, hablábamos y discutíamos mucho, y nos apreciábamos. Había empatía mutua, digamos. Además, lo político… yo estaba de acuerdo con el kirchnerismo incluso antes de que existiera (risas). El momento en el que saco el libro habla también de mi sentimiento hacia él, porque sale con el kirchnerismo en bajamar… en contrapelo a un discurso que se imponía. La idea fue rechazar claramente que el kirchnerismo había sido una página del código penal. No. No fue eso. Por el contrario, fueron gobiernos que tuvieron desempeños altísimos, en promedio con otros gobiernos.

-¿Es el capítulo en el que abordás la marcha por el 2 x 1 (“Del engendro al rechazo”) el más “fuerte” del librosu , mejor puerta de entrada?

-Agregaría el del Oso Cisneros (“Cuando la vida es lo de menos”) porque es un hecho que siempre se contó parcializado. Quiero decir ¿hubo una toma de comisaría?... no, hubo una reacción social que derivó en la toma de una comisaría. Es cierto que no es legal tomar una comisaría y que dentro había un arsenal que pudo haber determinado un desenlace que afortunadamente no tuvo. Y no lo tuvo, creo yo, porque hubo líderes inteligentes como D´Elía, Lito Borelo o el padre del pibe Bordón, que contuvieron a la militancia.

-No fue la única vez que D´Elía paró un disturbio. También lo hizo en Plaza Congreso, después del voto no positivo de Cobos por la 125, cuando contuvo el arrebato emocional de cierta militancia enfervorizada, disconforme.

-Así es. Y aquí hay una lectura acertada de cómo manejarse en movilizaciones espontáneas. En el caso de la toma de la comisaría, hay que poner en contexto que la policía mata a alguien muy querido del barrio y cuando llegan D´Elía y Borelo, llegan a contener a compañeras y compañeros que están muy embravecidos. ¿Qué consiguen?, organizar esto con la colaboración del gobierno de Néstor, con la ayuda de Beliz que era ministro, y que estuvo físicamente en las negociaciones. En fin, lo del 2 X 1 y lo del Oso Cisneros están unidos -aunque una pacífica y otra turbulenta- por lo que significa una movilización con conciencia. En ambas, lo que la gente hizo fue pedir que se aplique la ley, siguiendo el ejemplo histórico de las Madres, y no, en el caso del asesinato del Oso, ir a quemarle la casa al asesino. O a lincharlo.