Durante la tercera jornada, la Real Academia de las Ciencias de Suecia reconoció a John Goodenough (EEUU), Stanley Whittingham (Reino Unido) y Akira Yoshino (Japón) con el Nobel de Química. Fueron distinguidos por “el desarrollo de las baterías de iones de litio”, ya que a partir de su trabajo crearon las condiciones necesarias para una sociedad inalámbrica y libre de combustibles fósiles. Las baterías, hoy empleadas en computadoras, celulares y autos, constituyen una pieza fundamental para transformar el paisaje energético y orientar el mundo hacia un “paradigma recargable”.

Durante los 70’s, en un escenario pautado por la Crisis del petróleo, Whittingham colocó manos a la obra y en poco tiempo creó una batería con gran potencial (dos voltios). Sin embargo, el problema era que estaba basada en litio metálico, el cual es reactivo y volvía a la propuesta inviable. Fue Goodenough quien recogió el guante y una década más tarde decidió reemplazar los insumos que la hacían explosiva. De esta manera empleó óxido de cobalto con iones de litio y tornó a la tecnología mucho más potente (cuatro voltios). Finalmente, el mundo debió esperar a que Yoshino marcase un verdadero punto de inflexión: volvió a la batería más ligera y resistente para ser cargada y recargada cuantas veces fuera necesario. De este modo, se tornó susceptible de ser comercializada.

“La creación de las baterías significó un salto muy importante. Goodenough era conocido por sus aportes en la teoría de los óxidos al describir sus propiedades eléctricas y magnéticas. Gracias a este conocimiento se le ocurrió que los iones de litio podían entrar en las estructuras de los óxidos (fenómeno conocido como intercalación)”, señala Ernesto Calvo, Investigador del Conicet en el Instituto de Química, Física de los materiales, Medioambiente y Energía (INQUIMAE) y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. A partir de aquí, explotó el área y, a principios de los 90’s, Sony comercializó los primeros ejemplares.

“Su presencia ha transformado las maneras en que nos comunicamos. En primer lugar, ha tornado más pequeños a los celulares, tablets y computadoras y, de esta forma, habilitó la consolidación de la electrónica móvil. La segunda aplicación importante tiene relación con la electrificación rural: aquellas personas que no tienen acceso a la red eléctrica pueden emplear la batería para almacenar energía. La tercera y, quizás la más rimbombante, tiene que ver con los autos eléctricos”, explica Calvo.

El litio es el metal más liviano y, a la vez, detenta excelentes capacidades para almacenar energía. Un auto, por ejemplo, utiliza el equivalente de litio presente en 15 mil celulares, por ello, se espera que la industria automotriz sea –en un futuro no muy lejano– la encargada de traccionar la demanda de este insumo.

“Las baterías recargables de ion de litio le ganan por goleada a cualquier otra. Tienen una ciclabilidad (carga y descarga en miles de ciclos) increíble y permiten, por ejemplo, que nuestro celular se la aguante a las 11 de la noche sin haber sido cargado desde la mañana. El contraejemplo son las de plomo ácido que se usan en los coches y que, cada tres o cuatro años, hay que cambiar”, describe Victoria Flexer, investigadora del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Jujuy. Y, luego, completa su argumento: “Más allá de posibilitar la portabilidad en electrónica y la fabricación de autos eléctricos, han permitido almacenar energía de fuentes renovables pero intermitentes como la eólica y solar. No es factible pensar en una matriz energética con una altísima porción de renovables sin contar con el método de almacenaje. Hoy en día, en Argentina, el empleo de renovables es inferior al 1%”.

Paradójicamente, aunque Argentina posee litio en buenas cantidades (de hecho, junto a Chile y Bolivia conforma el conocido “Triángulo de litio” que cuenta con enormes reservas) lo importa de países como Corea y China. “Tenemos una gran tradición científica, hemos desarrollado satélites y centrales nucleares. No debemos pensar al litio como minería sino como desarrollo tecnológico capaz de un escalamiento industrial formidable. Lo peor estrategia que podemos tomar es la que privilegia el gobierno actual; hoy se lo llevan por nada. Espero que en los próximos meses haya cambios en la política para volver a cuidar lo nuestro y sumar valor agregado”. Al respecto, reflexiona Flexer: “Contra todos los embates que hemos sufrido los científicos del Conicet, el litio constituye un claro ejemplo de la importancia que implica apoyar a la ciencia y la tecnología local. Aquí hay aproximadamente diez grupos que exploran el tema, con abordajes de vanguardia; solo que no nos escuchan”.

El 10 de diciembre se realizará la ceremonia y los galardonados se repartirán los nueve millones de coronas suecas, cifra que roza el millón de dólares. Como no podía ser de otra manera, aquí también los números históricos inclinan la balanza de manera desmesurada hacia los varones. Hasta esta edición, de un total de 110 Nobel y 181 personas laureadas (ya que el galardón puede compartirse) tan solo 5 correspondieron a mujeres. Marie Curie (1911), su hija Irène Joliot-Curie (1935), Dorothy Crowfoot Hodgkin (1964), Ada Yonath (2009) y Frances H. Arnold en 2018 fueron las únicas bendecidas. Con esta entrega, los reconocimientos en el campo de la ciencia culminan hasta el año que viene y solo resta por revelar los ganadores de Literatura (jueves), Paz (Viernes) y Economía (lunes).

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