El 27 de octubre, el mismo día de las elecciones generales en Argentina, se vota también en Uruguay. Y, como habrá sucedido el domingo 20 en Bolivia, se juega también allí parte del color político que dominará en esta etapa el Cono Sur. El favoritismo de Alberto Fernández de este lado del Río de la Plata así como, en 2018, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México, abrieron una grieta al mapa neoliberal de la región. El Frente Amplio, que ha gobernado al pueblo uruguayo ya por 15 años desde su primer triunfo histórico en 2004, quiere profundizar esa tendencia de gobiernos progresistas. La economía claramente lo apoya, el desgaste lo perjudica.

El candidato oficialista Daniel Martínez (ingeniero, ex ministro de Industria y Energía y socialista, igual que el saliente Tabaré Vázquez) va primero en los sondeos pero arriesgará posiblemente la continuidad de la izquierda uruguaya en el poder político si no gana en primer vuelta y va a un balotaje, donde el candidato “blanco” o “nacional” Luis Lacalle Pou, hijo de un ex presidente homónimo, sumaría votos opositores del Partido Colorado y de otros candidatos de la derecha como el general Guido Manini Ríos, para buscar la victoria. Obvio, nada está escrito sin embargo.

Según datos el Banco Mundial, la economía uruguaya ha lucido tasas de crecimiento en todos los años del Frente con un promedio anual de 4,1 por ciento entre 2003 y 2018, lo que llevó al PIB a un inédito nivel de 60 mil millones de dólares. Hubo dieciséis años de expansión sin pausa, con un salario real que también aumentó en el ciclo 55 por ciento y una pobreza que bajó del 40 (pico de la crisis de 2002) a apenas 8 por ciento.

El investigador Gerardo Caetano explicó a Cash que “este último gobierno no ha sido transformador, pero ha tenido el mérito de mantener cierta autonomía respecto a una coyuntura de desaceleración económica en el mundo y de recesión brutal en la región”. Otros datos macro son un desempleo que no llega a 10 por ciento, inflación controlada entre 7 y 8 por ciento, déficit fiscal inferior a 5 por ciento y un nivel de inversión importante aunque fue disminuyendo en los últimos años de la etapa que lideraron Tabaré, luego José Mujica y de nuevo el actual mandatario.

Alejandro Ribeiro, egresado de la Universidad de la República y hoy en la de Pennsylvania, añade otros indicadores: por ejemplo, el PIB por habitante subió en la década y media de gobiernos frentamplistas 73 por ciento y hoy supera los 17 mil dólares.

Pero también hay desgaste. Y cierto freno a la bonanza, que se da en parte por la crisis que sufren los dos países que más condicionan el desarrollo uruguayo, sus dos grandes vecinos. Sea por baja en el turismo o por las devaluaciones del real de Brasil y del peso de Argentina, el impacto en la balanza de pagos es fuerte y siempre un factor de peso en la macro uruguaya.

El gobiero uruguayo ha tratado de salir de esa trampa con varios acuerdos comerciales y trabajo de exportaciones extra zona por ejemplo con Rusia, Japón o China, donde han hecho buena performance la ganadería o los lácteos, que dependiendo del momento, incluso han desplazado a la soja como producto clave del agro. El forestal es otra de las actividades que apuntaló el crecimiento vía inversiones extranjeras y exportaciones, pero el sector externo está perjudicado por la debilidad actual del Mercosur. Recientemente, el ministro de Economía, Danilo Astori, sostuvo que “el principal rubro de exportación de Uruguay son los servicios de turismo recreativo, y el principal cliente de ese rubro es Argentina. Ya hace un par de años que la crisis está golpeando. De cifras muy altas como unos 4 millones de visitantes y 2500 millones de dólares de ingreso, el primer impacto fue bajar un 30 por ciento”.

A su vez, Gonzalo Civila, titular del Partido Socialista de Uruguay, analizó para Voces del Mundo de Radio Cooperativa que por el freno actual se perdieron 60 mil puestos de trabajo, una quinta parte de todos los que se habían creado en los gobiernos del FA. “Aunque el balance es positivo, para quien pierde el trabajo ese el principal problema. Tenemos 15 años en el gobierno. La demanda se vuelve más compleja. Los que han experimentado mejoras en su vida reclaman más”, indicó.

En los debates de candidatos entre Martínez y Lacalle Pou, el tema impositivo, la crisis en Argentina provocada por el gobierno de Mauricio Macri y sus lecciones para Uruguay, así como el mal recordado gobierno neoliberal de Lacalle padre, que más bien se ha llamado a silencio, han sido los asuntos más controvertidos.

 

Igual que en Bolivia, la oposición uruguaya hace campaña con asuntos como seguridad o alternancia en el gobierno. En economía tiene pocos flancos para golpear: como en otras experiencias progresistas de estas últimas dos décadas en la región, la estabilidad y el crecimiento –no sin contradicciones ni problemas- han sido rasgos tan visibles como arruinados cuando llegan al poder los “liberales”.