Salir a buscar el mundo como una manera de ser brasileña. La música de Bianca Gismonti está más allá de Brasil y sin embargo suena al lugar donde nació y creció, donde vive y trabaja. Algo así como el regreso a casa después de un largo viaje o más aún: reconocer la propia casa en el medio del viaje. “Busqué en músicas de Armenia, de las distintas Áfricas, de la India y de pronto me reconocí en esos sonidos, porque la música de Brasil está hecha también de eso”, dice Gismonti al comenzar la charla con Página/12. Esa sensación está vistosamente sintetizada en el último disco de la pianista y compositora. Desvelando mares se llama el trabajo que presentará el sábado a las 21 en la Usina de Arte (Cafarena 1). Con ella estarán Julio Falavigna en batería y Fernando Silva en bajo, además el guitarrista José Galvano como invitado especial.

“La idiosincrasia musical brasileña tiene que ver con encuentros, búsquedas e influencias acumuladas en el tiempo. La mezcla es una de las características de nuestros países”, agrega Bianca. Hija del notable música brasileño Egberto Gismonti y de la actriz Rejane Medeiros, Bianca creció en un clima de estímulos creativos. “La influencia de mi padre por supuesto es grande, porque crecí y me formé escuchando y tocando su música. Pero también es muy importante la figura de mi madre, que me acercó también al teatro, al cine, a la literatura. Tanto a mi hermano Alexandre, que es guitarrista, como a mí nos fue dado crecer dentro de una idea cultura en el que las mezclas terminaban de definir lo universal”, agrega.

Articulado en nueve temas, Desvelando mares es el tercer disco de Bianca Gismonti en trío. “Este disco se sintetiza la música que estuve escuchando en los últimos tiempos, los artistas que me estimularon. Desde hace muchos años me siento atraída por la música de la India, por ejemplo. Julio (Falavigna), el baterista del trío, que es además mi esposo, es un estudioso del tablas y de la percusión de la India, de ahí que esa presencia sea muy fuerte”, explica Bianca. La pianista japonesa Hiromi, el pianista armenio Tigran Hamasyan, el cantante e intérprete de oud tunecino Dhafer Youssef, son algunas de las influencias que Bianca suma a los nombres del compositor minimalista Steve Reich y los portugueses Maria Joao, cantante, y Mario Laginha, pianista. “Pensé este disco como una forma de viaje y por sobre los nombres y las influencias, en las músicas de este disco se reflejan las cosas de la vida, lo cotidiano. Mirar, escuchar y aprender son cosas de todos los días”, asegura Bianca.

Además del trío con el que llega a Buenos Aires, Gismonti lleva adelante desde hace años un dúo de pianos con Claudia Castelo Branco, el Dúo Gisbranco, con el que tienen dos trabajos grabados. “El dúo de pianos ofrece muchas posibilidades, pero el trío es otro plan, me permite moverme de la tarea melódica y rítmica y liberar mi instinto en busca de otras combinaciones, de diálogos más abiertos”, agrega.

-¿De qué manera se equilibran la escritura con la improvisación en la música del trío?

-La improvisación está en la base de mi formación. Me acerqué a la música de una manera muy libre y con el tiempo fui dándole una dirección más formal, estudiado música clásica y moviéndome en esos ámbitos hasta que comencé a tocar con mi padre. El resto lo hizo mi curiosidad, la necesidad de acercarme a la escritura musical sin dejar de lado un principio de improvisación que de todas maneras me viene más del folklore que del jazz. Se trata de buscar la libertad, tanto en la improvisación cuanto a la hora de escribir. En este sentido, la formación de trío me resulta ideal para equilibrar. En general, cuando compongo escribo lo que va saliendo como para tener una base, como si fuese un documento. Después eso se desarrolla en distintas direcciones, dejo de lado la escritura para que entre en juego lo que cada momento va inspirando. En la dinámica del trío siempre estamos creando por encima de la escritura.

-Hace poco grabó Gismonti 70, un disco que editará el año que viene, dedicado a la música de su padre ¿Cómo fue repensar la música de Egberto?

-Fue otra forma de viaje. Empecé a tocar con él a los 15 años y escucho su música desde siempre. La llevo en la sangre y en el cuerpo, y me sigue diciendo cosas. Tocar su música es parte de mi naturaleza, es como hablar de la familia, del amor. En este sentido, no pensé en términos de arreglos sino de expresar un lenguaje propio, encontrar la forma de canalizar esa naturaleza familiar dentro del trío. Y eso tiene que ver con la libertad, pero también con la pertenencia.

-¿Cómo eligió dentro de una obra tan vasta?

-Elegí obras de distintas épocas, algunas más conocidas otras menos. Mezclé un poco de todo. Lo importante fue que las tocamos mucho, hasta encontrarles un sentido, y en ese proceso fueron madurando. Cuando estábamos listos para grabarlas, las escuchamos con él, y me dio algunas sugerencias muy valiosas que se sumaron a nuestra idea. Por supuesto que trabajamos con una cantidad limitada de obras. Muchas quedaron pendientes. Si fuese por mí, haría varios discos con la música de mi padre.