Hubo mucha discusión en las redes y mucha explicación, que abarcó desde las razones que dio la teórica y militante francesa Monique Wittig para concluir en 1981 con la famosa frase “las lesbianas no son mujeres” (ampliaremos más adelante), hasta el hecho de que la categoría “lesbiana” se fue transformando a partir de diferentes formas de ser lesbiana que siempre existieron y que ahora reclaman presencia identitaria: transbianxs, masculinidades lesbianxs. La respuesta de las lesbianas que militan lesbianismo fue la siguiente: “Porque hay muchas lesbianas que no se consideran mujeres”. El género es el autopercibido, puede no coincidir con el sexo asignado al nacer. La ley argentina lo avala. Entonces, si una lesbiana (o unx lesbianx) no se autopercibe mujer, no es mujer.

 

FEMINISTAS CONSERVADORAS AL ATAQUE 
Primero hay que considerar entonces, el ataque a la Ley de Identidad de Género. Existen núcleos conservadores que se manifiestan en contra. En primer lugar iglesias cristianas pentecostales (las que perdieron su oportunidad de dar un golpe reaccionario en Uruguay, llamando a votar un referéndum que revoque la ley). La jerarquía católica activa contra lo que denomina “ideología de género”. Y en general la derecha tradicionalmente homofóbica arrastra su odio hacia todo el espectro que cuestione el lema “tradición, familia, propiedad” (“familia” en el sentido que le daba el Imperio romano y su versión 2.0, el catolicismo latino).

Lo paradójico es que ese núcleo conservador en los últimos tiempos pasó a ser microalimentado por un sector del movimiento feminista, que considera que el feminismo tiene como única lucha la opresión del grupo social de los varones hacia el grupo social de las mujeres, y que “mujer” se define como “ser humano con vulva, oprimido por el grupo social de los seres humanos con pene”. Este sector del feminismo (¿habría que dudar en llamarlo femiconservadurismo?) está integrado por mujeres cisgénero heterosexuales y por mujeres lesbianas (hablamos de Argentina) que no militan lesbianismo. Porque no es lo mismo activar lesbianismo que ser lesbiana y activar en otro frente, por ejemplo,  únicamente en el movimiento de mujeres.

QUE PASO EN EL ENCUENTRO. HOY Y AYER

Durante el 34º Encuentro de La Plata, este sector hizo alianza tácita con el PCR, partido que hegemonizó la comisión organizadora, algunas de cuyas miembras fueron denunciadas por haberse apoderado de las claves de las redes sociales y haber censurado más de 30 talleres, que no figuraron en el programa o a los que les cambiaron el nombre a su antojo. (Ver Campaña #SomosPlurinacional, en las redes sociales). 

Se da aquí un movimiento que no es extraño, es histórico. Aquel partido, en los albores de los Encuentros (en los 80), fue muy abierto al feminismo en el sentido de criticar la opresión doméstica de las mujeres, pero siempre muy cerrado a las libertades sexuales y a la crítica a la heteronormatividad. Ahora se cierra a la crítica a la heterocisnormatividad. ¿Qué es la heterocisnormatividad? La imposición social de la heterosexualidad y a la obligación de aceptar el sexo asignado al nacer; una antropología muy parecida a la de la iglesia católica, con la única diferencia de que no es Dios quien garantiza que el mundo se divida inexorablemente en “adanes y evas”. Todo sea por el sentido común, que no nos desvía de la tarea revolucionaria. Sabrán ellos y ellas cuál es su tarea “revolucionaria”, porque negando derecho a expresarse en el escenario de cierre del Encuentro a travestis, trans e indígenas, solo afirman el conservadurismo eclesial, tanto católico como pentecostal. Más viejo que cuando partidos y la mayoría de las orgas sembraban odio y desconfianza contra los homosexuales en general, antes de la apertura de los 90s. Muchxs dinosaurixs rezan sin saber avemaría ni padrenuestro, por la bolsonarización sexual de la Argentina.

Esta es una de las afirmaciones que apareció en las redes. “Las que se consideran lesbianas no mujeres –por ser no binarias- se están amputando el sexo”. Vamos a centrarnos en responder esa afirmación. Primero es necesario señalar algo muy práctico. A lo largo de las luchas feministas, la presencia de las lesbianas ha sido tapada, silenciada (salvo honrosas excepciones). Las lesbianas fuimos, durante muchas décadas, fuerza de trabajo, logística y furgón de cola del movimiento feminista. Energía donada a mejorar gradualmente la situación de las mujeres heterosexuales. ¿Qué lesbianas conocemos de las primeras olas del feminismo en Argentina? ¿No las hubo o nunca se las nombró? ¡Qué vergüenza que se note que son/ somos tortilleras, vamos a espantar a las mujeres! Recién a mediados de la década de 1980 las lesbianas nos atrevimos a asomar la nariz en las calles y a reclamar nuestro lugar –como militantes/activistas lesbianas militando/activando lesbianismo, no como lesbianas militando/activando las causas de las mujeres heterosexuales- en el movimiento feminista argentino. ¿Es preciso o no, a los efectos prácticos, separar las categorías “mujeres” y “lesbianas”? ¿No será que las mujeres nos amputan cuando se niegan a nombrarnos y nos ocultan bajo la alfombra? ¿Y cuando nos tutelan? Una provocación de quienes se arrogaron re-nombrar los talleres de este 34º Encuentro, imprimiendo un giro femiconservador: “Mujeres y activismos lésbicos”. Otra vez furgón de cola, a confesión de parte.

Ahora vamos a la afirmación “las lesbianas no mujeres se están amputando el sexo”. En el prólogo de 1991 a la colección de ensayos titulada en castellano El pensamiento heterosexual, Monique Wittig señala su inscripción en la corriente del lesbianismo materialista, un derivado del feminismo materialista (las feministas que escribían en las publicaciones que dirigía Simone de Beauvoir en la década de 1980. Habían pasado más de 30 años desde la publicación de El segundo sexo. ¿Serían aceptables hoy los dichos de Simone de Beauvoir sobre las lesbianas? ¿Y otrxs de sus expresiones/conceptos de 1949? Muchxs ya no lo eran en los 80s). El concepto de “mujer” de Monique Wittig es el del feminismo materialista. Es un concepto relacional y lo toma de Colette Guillaumin. Mujer es quien se encuentra bajo un doble aspecto de opresión: “la apropiación privada por un individuo (marido o padre) y la apropiación colectiva de todo un grupo –incluyendo las personas solteras- por la clase de los hombres”. La apropiación es la del trabajo gratuito que las mujeres prestan en virtud de su sexo, básicamente las tareas de cuidado. (Recuerdo una partida de nacimiento de una mujer expedida en la España franquista, que consignaba “profesión de la madre: su sexo”. Eso quería decir que la madre era ama de casa). Esta apropiación es la sexuación (en francés, sexage). Agregaría desde mi interpretación que la sexuación se produce en el momento de nacer (e incluso antes, ecógrafo por medio), cuando se asigna sexo al bebé sobre la garantía de los genitales visibles.

El programa de Monique Wittig es la fuga de la categoría “mujer”. “En situaciones desesperadas, como ocurría a siervos y esclavos, las mujeres pueden ‘elegir’ convertirse en fugitivas e intentar escapar de su clase o grupo (como hacen las lesbianas) y/o renegociar diariamente, término a término, el contrato social”. (Es criticable su comparación con la esclavitud. La situación de las mujeres esclavizadas es inconmensurable con la de las esclavistas. En todo caso se podría sostener la comparación con la servidumbre, pero desde un feminismo interseccional hay mucho para trabajar sobre este punto).

WITTIG: LAS LESBIANAS NO SON MUJERES; SON DESERTORAS 

En el ensayo La categoría de sexo (1976) Monique Wittig sostiene “es la opresión la que crea al sexo y no al revés”. La sexuación crea al sexo. MW sigue la misma lógica que la crítica al concepto de “raza” de Colette Guillaumin. Hay tráfico esclavista de seres humanos, surge una ideología racista para justificarlo y luego un concepto “científico” de raza para legitimar al racismo. Con la categoría de sexo ocurre lo mismo. Hay apropiación del trabajo gratuito de un grupo de seres humanos, surge una ideología sexista y luego el concepto de sexo. La ciencia hace rato que “amputó” el concepto de raza, que durante siglos fue garantía de una explotación/opresión ominosa.

En ningún momento habla Monique Wittig de “no binarismo” en sus textos teóricos. Se refiere, sí, a la necesidad de terminar con la categoría de sexo. El programa, enunciado en el ensayo No se nace mujer (1981), consiste en que “las desertoras de nuestra clase (las lesbianas) nos dediquemos con todas nuestras fuerzas a destruir esa clase –las mujeres- con la cual los hombres se apropian de las mujeres. Y eso solo puede lograrse por medio de la destrucción de la heterosexualidad como un sistema social basado en la opresión de las mujeres por los hombres, un sistema que produce el cuerpo de doctrinas de la diferencia entre los sexos para justificar esta opresión” (todo concebido dentro de un universo cisgénero, el movimiento de liberación trans aún no había arribado al escenario de las disputas feministas). Por eso Monique W. dice “una lesbiana debe ser cualquier cosa, una no-mujer, un no-hombre, un producto de la sociedad y no de la ‘naturaleza’, porque no hay ‘naturaleza’ en la sociedad”. El proyecto es “amputar” la opresión, derribar categorías impuestas. Y por esta ventana que abre Monique Wittig, el movimiento de liberación trans y el movimiento de liberación de las lesbianas tiene un punto de encuentro en el materialismo feminista.

El punto de vista de Monique Wittig recibió muchas críticas desde el feminismo. Especialmente de las corrientes del feminismo de la diferencia (que considera que existen diferencias esenciales entre el hombre y la mujer, basadas en la diferencia corporal) que surgieron en oposición al feminismo materialista de Colette Guillaumin, Christine Delphy y compañía.

 

En los últimos años también surgieron relecturas de los planteos de Monique Wittig, desde la teoría queer. Judith Butler pregunta en El género en disputa (1999): “¿Qué permanece cuando el cuerpo, que se ha hecho coherente mediante la categoría de sexo, se desagrega y se vuelve caótico?”. Judith B. señala que en su novela Las guerrilleras (1969), Monique W. “no solo propone una forma de derribar la falsa unidad nombrada por el sexo sino que también efectúa una suerte de acción corpórea y difusa, creada a partir de varios centros de poder diferentes”. La acción política lesbiana “no procede desde el interior del individuo sino de los intercambios culturales complejos entre los cuerpos en que la identidad en sí varía constantemente (…). Se trata más bien de una subversión interna en la que lo binario se reconoce y se multiplica hasta el punto de lo que ya no tiene sentido”. Esta descripción de Judith Butler es aplicable al estado de situación del lesbianismo activista/militante en estos días en que el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersex y No-Binaries intenta emerger como posibilidad y como realidad, con el horizonte de San Luis 2020.