Pasaron casi dos años del rodaje de Ciegos, y Benicio Mutti Spinetta, el segundo de los tres hijos de Catarina y Nahuel, ya cumplió 17. Desde su presente multicolor –la ropa, el pelo, el duo musical Flu Os con el hermano mayor, Angelo–, recuerda a Juan, su personaje en la película Ciegos de Fernando Zuber y primer protagónico, y piensa que en su lugar sería como él: empático con el padre. Su lazarillo, llegado el caso. “Seguro estaría en mi mente la lucha de 'yo quiero hacer mi vida'”, dice.

El momento de la vida arquetípico en el primer largometraje de ficción de Zuber es el regreso al pueblo natal porque la madre agoniza. Marco (Marcelo Subiotto) llevó de acompañante al hijo; viajan en micro y se impacienta: quiere saber por dónde van, cuánto falta, si pasaron un cartel, que pregunte. Juan nunca le responde mal. Al costado de la ruta –el lugar es selvático– los recibe Pedro, hermano y tío (Luis Ziembrowski), con la noticia: “Se murió mamá. No llegó a esperarte”. Comienzan unos días de reconocimiento de terreno para Marco: volver a sentir las paredes, muebles, plantas de su madre, a la vez que reanuda el vínculo con el hermano en medio del papeleo por el devenir de la casa. Parece un hombre duro, desconfiado; tal vez recuerde que allí los vecinos no tocan timbre y quiere tener la puerta con llave. Juan le hace caso, respeta sus dos roles: es hijo y asiste a su padre, pero no es sus ojos: es él mismo y Marco confía. Tiene 13 años y su primo algo más grande –interpretado por Matías Recalt, revelación de Apache: la vida de Carlos Tévez – lo incluye en su grupo de chicos y chicas que disfrutan la engañosa libertad del pueblo y la naturaleza cerca. Juan va a intentar conocer esa vida por un rato, al tiempo que acompaña al padre en el encontronazo con su historia, y empieza a descubrir un aspecto de él que lo descoloca.

“Su cuerpo revelaba una fragilidad movilizante, su mirada una sensibilidad contagiosa y una seriedad y madurez propia de un niño que había vivido más experiencias que la media. Era lo que necesitaba el personaje. Cuidar a tu padre siendo niño genera algo de todo eso. Y me resultó asombroso cómo a pesar de no haber tenido una formación académica como actor podía ser tan versátil”, dice el director sobre la elección de Benicio para el papel de Juan. A Zuber la idea de la ceguera lo atrajo cuando empezó a usar anteojos, a los diez años –“sentía que no ver era una forma de que no te vean”–, y filmar esta película se le ocurrió hace once, cuando supo que iba a ser padre padre por primera vez: “Me hizo pensarme como hijo. Pensar cuánto de lo que soy es el resultado de la influencia de mis padres y cuánto lo fui creando en la liberación como hijo. Marco y Juan tienen mucho de mi vínculo con mi padre, pero no desde las experiencias sino desde las sensaciones que recuerdo. La película no se inspiró en mi propia historia sino en el retrogusto como hijo. Quién cuida a quién, desde cuándo y hasta cuándo”.

Benicio actuó frente a cámara por primera vez a los once, con el hermano, en el videoclip de “Te Vi” , hermosa canción de Julieta Venegas. Su voz comenzó a aparecer de a poco, en Anagramas (2014) y Primavera (2016) –del amigo y vecino de la familia en Ingeniero Maschwitz, Santiago Giralt–, Sangre en la boca (2016) y Mi Mejor Amigo (2018), el inolvidable protagónico de Ángelo, la última actuación de Benicio con facciones de niño. Ahora ya filmó su segundo protagónico, en Brasil, aunque en su sensación del tiempo hace mucho que no actúa. De Ciegos la única escena que le costó fue pelearse con el padre: “La fluí mucho a peli, la sentí. Tiene poco diálogo y mucha sensibilidad. Yo también soy un ciego porque estoy adentro de ese mundo, y a la vez tengo cuatro ojos porque llevo a mi padre”, dice. Nahuel Mutti participó varios días del rodaje: a Benicio su mirada no le generaba exigencia ni ansiedad, solo sensación de respaldo.

Marcelo Subiotto acaba de cerrar temporada en el Centro Cultural Rojas con el unipersonal Los Pájaros (Juan Ignacio Gonzáles, Ignacio Torres), donde también trabajó sobre la muerte y el pasado. Para construir a Marco –cuya ceguera contiene la historia de esa especie de violencia que empieza a revelar durante la vuelta al pueblo–, se entrenó con terapeutas de no videntes: aprendió lo básico de cómo se comporta un cuerpo que no ve. “Ser padre siendo ciego representa un acto de incertidumbre y confianza total. Ser niño y cuidar de tu propio padre perdiendo claridad en los roles, representa un gran gesto de amor, y al mismo tiempo una pérdida del equilibrio”, dice Fernando Zuber.

 

En un momento de la película va a pasar lo inevitable: el hijo escapa del padre. Antes, Juan se aplasta contra la pared y lo mira desesperarse por atraparlo. “Estoy seguro de que no se iba a escapar”, dice Benicio, pero Juan se va al río y pierde la noción del tiempo, algo que a él también le suele pasar –le gusta dejar el celular sin carga horas o días– pero sin que conlleve dejar a un padre ciego solo en una casa con pileta. Estos días, Benicio está terminando cuarto año a distancia, estudiando canto y piano y empezando a hacer beats: “Voy a seguir actuando toda mi vida, seguro, o hasta donde yo quiera”, dice. “También soy artista plástico, quizás ahora me ceba hacer ropa. La vida es larga, hay tiempo para todo”. El dúo Flu Os con Ángelo está en pleno crecimiento: debutaron en enero con “Billete Dorado” , y lo más reciente es “HADA”, una balada trap onírica, cantada, con arreglo de cuerdas, que grabaron entre su home studio –“parlantes, compu, placa, micro, hamaca paraguaya”, describe Benicio– y La Diosa Salvaje. “No sabíamos que íbamos a terminar siendo músicos. Sí, teníamos el fuego intacto para ser únicos”, canta ahí el hermano mayor.