¿Cómo es el periodismo visual desde “la región más desigual del mundo”? “Buscamos contar historias con rigor y belleza, acercando información que desafía a una comunidad que nos apoya, colabora y a la que nos debemos”, responden desde El Surtidor, un medio digital de Paraguay –“un país con una altísima concentración de medios empresariales en manos de pocos propietarios, lo cual se traduce en menos voces”- gestionado por los trabajadores, que ganó el premio Gabo 2018 al Periodismo más Innovador de Iberoamérica por “Los desterrados del Chaco: Una serie sobre el lugar con la deforestación más acelerada del mundo”. 

Juan Heilborn, diseñador y tipógrafo nacido en Asunción, editor de El Surtidor, es uno de los invitados a la tercera edición del Festival Basado en Hechos Reales en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). Además del taller “Edición ilustrada de noticias”, en el que enseñará cómo es el scrollytelling, el editor paraguayo participará del panel “Infoxicados”, este sábado 30 a las 16, junto a Chani Guyot y Carolina Potocar, donde hablará sobre el desafío que enfrentan los nuevos medios digitales para atraer nuevas audiencias y ser autosustentables en tiempos de sobreoferta informativa.

-¿Cuáles son los principales desafíos de hacer scrollytelling hoy? ¿Cómo se narra “con rigor” desde la imagen problemas complejos como pueden ser la contaminación ambiental, los derechos humanos o la corrupción económica-política?

-Creo que los desafíos del scroll son similares a los de la crónica. Al no ser piezas que se puedan producir muy rápido, tienen que ser pertinentes para la audiencia en un mundo donde la información muere a los diez minutos y ser relevante en el tiempo, tener una vida útil larga. Y por eso mismo requieren un proceso de redacción, ilustración y edición muy detallado. El rigor en la ilustración es uno de temas más entretenidos en nuestro trabajo, porque la técnica de por sí implica “imaginar” cómo se verá algo, pero no por eso podemos permitirnos desinformar. Por ejemplo, el rigor no pasa sólo por cómo se ven los animales, plantas o paisajes, para lo que nos documentamos bastante. Pasa también porque los dibujos ayudan a establecer relaciones, comparaciones y procesos. Así, otro tema como las inequidades tributarias –árido y abstracto para mucha gente– con la ilustración queda muy en evidencia al comparar tamaños de carga tributaria entre élites y el 99 por ciento restante. Usamos técnicas de infografía, del diseño de información y hasta de cartografía para hacer rigurosos reportajes ilustrados; y en este proceso hemos aprendido y debatido mucho sobre los peligros de no ser extremadamente conscientes a la hora de decidir qué y cómo dibujar. El poder de la imagen se ha usado para perpetuar y agudizar prejuicios a lo largo de la historia, nosotros tenemos la obligación de ser muy precisos para hacer todo lo contrario.

-La relación del periodismo con el poder político siempre ha sido compleja. ¿Cuál es la línea editorial que siguen en El surtidor y cómo se sustenta como medio, cuáles son los ingresos, la financiación, que permite que puedan funcionar?

-El Surtidor es un medio gestionado por sus trabajadores, somos dueños de nuestro plan editorial, ya que no tenemos vínculos con los grupos de medios corporativos ni políticos. El mismo se sostiene y busca mantener su independencia mediante la diversificación de ingresos. Actualmente son cuatro fuentes: inversiones de impacto recibidas, ingresos por la sección de ingresos de la comunidad (membresía y tienda), consultoría en comunicación visual y servicios editoriales (cesión de derechos de publicación y publicaciones co-creadas). Ahora estamos ingresando a un período de 24 meses cuyo objetivo es que al menos el 25 por ciento de los ingresos provengan de la comunidad de lectores, lo cual es un tremendo desafío.

-¿Qué análisis podés hacer sobre el modo en que se informa (o desinforma) acerca de lo que está sucediendo en Chile desde el 18 de octubre y sobre el golpe en Bolivia?

-Puedo analizarlo desde la prensa empresarial de Paraguay. En el caso de Chile, siempre fue el ejemplo de cómo debía ser un país y el estallido social evidenció una enorme contradicción: al principio siguieron la falsa hipótesis de la injerencia organizada de izquierda, pero, al quedar sin sustento, algunos periodistas referentes vieron la oportunidad de hablar –por fin– de la desigualdad social, sin el miedo de ser tildados de “zurdos”. Sin embargo, la cobertura de la mayor movilización en 30 años en Chile es llamativamente tímida y muy pegada a la vocería oficial de Santiago. Por el contrario, la cobertura de lo que pasó en Bolivia fue para justificar un golpe de Estado militar porque (Evo) Morales se presentó a elecciones. Y sus fuentes a partir de ahí fueron solo la OEA y el gobierno de facto. Sin ninguna intención de explicar el proceso complejo que tiene Bolivia ni de objetar las muertes en represiones. Cuando usan la palabra “enfrentamientos” y no dicen quién pone los muertos y quién pone las balas, naturalizan que a la gente la mate su propio ejército. Y eso da mucho miedo, la verdad, porque cuando los militares toman el control, nunca se sabe cuántas muertes costará que lo suelten.

-¿Las fake news son también una amenaza para el tipo de periodismo que hacen en El Surtidor?

-Las fake news son una amenaza para el periodismo y la democracia, claramente. En nuestro caso específico, la mayor amenaza que percibimos son ataques difamatorios que corren como la pólvora. Por ejemplo, reporteamos sobre una científica paraguaya que investigó sobre daños graves en la salud ocasionados por agroquímicos. El sector aliado al agronegocio lanzó ataques hacia la doctora, hacia nuestro medio y hacia nuestra editora, Jazmín Acuña, con mentiras sobre subsidios estatales y malversaciones. De hecho, fue tan efectivo el ataque que lograron controlar la financiación a investigaciones del Conacyt antes que se realicen. También tenemos un par de parodias nuestras de la extrema derecha, que la tomamos como potencial amenaza, pero como indicador de éxito a la vez.