El aroma a boloñesa se propaga y el vapor pega directamente en el mentón de Florián Fernández Capello, que promedia su almuerzo. Se cierra la semana de ensayos y, con ella, una nueva visita al centro cultural barrial del que es habitué. Esquina tradicional, de marcos de madera y vidrios gastados, que se empañan por el calor de la comida casera y se esconden por momentos detrás de afiches con actividades de todo tipo. A pocos metros se ubica una hermosa casona floreada de Florida, donde Florián trabaja para clausurar su prolífico 2019, que lo vio pasar al formato solista . “Me armé un bandón, la verdad”, se relaja. “Con buenos músicos, no hay secretos. Son recontra talentosos y laburadores, gente que toca bien y tiene una personalidad copada; me importa que el show suene a banda, que se pueda ver eso”, remarca el músico de 24 años.

 

La cosecha personal suma seis sencillos firmados con su nombre de pila, producidos alternativamente por Mariano Otero o Tuta Torres y que, aproximadamente para marzo de 2020, deberían formar parte de un primer larga duración. La última se titula Mi amor se fue y está cantada a dúo con Zoe Gotusso: “En media hora liquidó todo. Es una artista talentosísima, nos queremos un montón y fue la indicada”, explica Florián.

En canciones marcadas por un sonido limpio y sin distorsión, el músico sugiere por qué se disolvió Callate Mark, la banda de rock que marcó su camino entre 2014 y 2018: se ocupó de la guitarra eléctrica, primero, y de la voz, después. “Estaba distorsionado emocionalmente”, ironiza. “Esto es mucho más representativo de mi persona. Hay algo de la dinámica de laburar solo que me fascina, vengo de años de tener que estar de acuerdo en cada decisión y eso un poco te frena. A lo otro le guardo cariño, es como hablar de la adolescencia.”

Fueron cuatro años de experiencia en el mundo del rock, con dos LP (Balboa y Todo/Nada) de evidencia física, y un recuerdo que pierde brillo en la mente del autor. “Hay un corte generacional que no sé bien con qué tiene que ver, no sé si con el contexto del país, pero se ve un cambio de mentalidad de las pibas y los pibes. Recuerdo a la banda en un momento de la música en el que lo nuevo no se terminaba de armar; era todo raro y competitivo. En el último tiempo, eso se re switcheó. Ahora hay una propuesta general de que exista movimiento, data nueva, está empezando a cambiar el paradigma”, celebra.

Como hijo de personalidades del arte (Vicentico y Valeria Bertuccelli), llaman todavía más la atención los problemas para desenvolverse en una escena que, tal vez en el prejuicio, le podría haber sido amigable. Pero no: “No nos sentíamos para nada respaldados por los colegas del momento -recuerda-. No existía ir a verse entre artistas, no había contagio, no se disfrutaba, para mí porque nos iba mal a todos. Ahora lo veo muy distinto. Cuando saqué mi primer tema y tenía nervios, me sentí recontra bancado. Esa camaradería es re sana”.

 

El vapor pierde fuerza pero sigue subiendo como un hilito, ahora suenan las vajillas en la bacha y el anuncio de que está por cerrar la cocina. Casualidad o no, la secuencia se parece a la tapa de su último sencillo, en el que comparte una mesa de bodegón y un gran plato de pastas con Gotusso, en plan de desencuentro emocional. Y eso último quizá sea el hilo conductor del futuro disco: “Lo estoy descubriendo, todavía“.

¿Relaciones interpersonales? Puede ser. “Las canciones tampoco se refieren puntualmente a una persona; partí de una base y me fui apoyando en cosas que me sucedieron. A veces agrego elementos que son parte de un cuento. Cuando salió TKM, mi primer tema, me preguntaban si se lo había escrito a una piba, pero el amor es universal, podía ser a un amigo o un perro. Son vínculos. Pero sí hay una carga de amor y desamor, es un poco el eslógan.”

Su carrera solista empezó una tarde. Todavía existía Callate Mark , pero él ya escuchaba con mucha atención a Juan Ingaramo  y fue a la casa de Mariano Otero para divertirse un rato, hasta que la composición lo iluminó. Entonces entra en la charla un verbo que no sólo define su ánimo actual, sino el de una generación: fluir. “Tanto con Mariano como con Tuta fluimos mucho en el estudio. A veces se me ocurre algo, me pongo a componer en casa y lo llevo para que le demos forma. Musicalmente, es lo que me gusta hacer, tiene algo de pop y otros matices, ritmos, estilos. Las letras reflejan algo personal muy genuino, procesos internos, vivencias importantes”, dice.

Pero a la carga personal, Florián le agrega un contexto que, ahora sí, se presenta amigable: “Todos los artistas contemporáneos me parecen interesantes. Aprendo mucho más de los colegas de la escena que de las bandas más grandes. De todos saco un poco: Louta cayó con una data re especial que cambió el paradigma, Bandalos Chinos también, y siguen siendo más banda. Hasta hace pocos años, el foco estaba en el lugar incorrecto, flotaba ese estigma de que el rock era la que iba porque era contestatario. ¿Contestatario de qué? Hay cosas que no van más, y el rock, como se lo veía en ese entonces, tampoco. Ahora se piensa más en la música y el contenido, cuestiones realmente valiosas. Los artistas más masivos son de trap, no de rock, y tenía que suceder, te guste o no el género. Los festivales de rock se llenan de gente pero ya no es lo que manda”.

* Florián toca este viernes 6 de diciembre desde las 21 en el Xirgu Untref, Chacabuco 875.