Villanelle (Jodie Comer en Killing Eve) mira a través de la ventanilla del auto, sopla aliento y escribe HELP con un dedo en el vidrio empañado mientras canta los primeros versos de Listen to Your Heart. El corazón habla, está celosa y enamorada. Al amor irrenunciable lo musicaliza Marie, la voz femenina del dúo sueco Roxette. Una vez más la voz de Marie es la elegida para completar la imagen perfecta de una serie, de una película (que Pose y Mujer bonita organicen la fila fan del mundo soundtrack). Cuando aparece la voz de Marie aparece también su rubísimo pelo corto -ícono de los ochenta y furor en el Pinterest de dos mil diecinueve- y enseguida sus pantalones negros ajustados, sus cinturones y su cuerpo largo estilizado y poderoso vestido con cuero y metal. Marie y Per Gessle (Roxette) entraron triunfantes en la esfera del video clip cuando las canciones se escuchaban y rebobinaban en cinta de cassette. Se habían conocido a fines de los años setenta (cada uno por su lado ya era parte de la música sueca que bailaba con ABBA) pero el dúo que soñaba con canciones en el pequeño departamento de Per en Halmstad, recién se formó en 1986, gracias a la idea de un productor discográfico.
La patria propia los disfrutó en solitario hasta que un estudiante de intercambio llevó un disco (dicen que Look Sharp!), a una radio de Mineápolis y se convirtieron en un éxito norteamericano con cuatro temas número uno en el top five -The Look, Listen to Your Heart, Joyride y It Must Have Been Love-, setenta y cinco millones de discos vendidos en todo el mundo, diez álbumes de estudio y ocho de Fredriksson en solitario.
En septiembre de 2002, antes de ir a una conferencia de prensa, Marie se cayó en el baño de su casa después de una convulsión, aquella caída reveló que tenía un tumor cerebral. De pronto todo se dio vuelta y los años de recitales y giras se convirtieron en años de tratamiento (acompañada por su familia) y de pausa incluyendo una cirugía temporalmente salvadora que dejó secuelas funestas: Marie ya no podía leer ni podía cantar. Uno años después, cuando la recuperación le exigió aprender de cero todo otra vez, escribió y grabó, The Change, canciones sobre los momentos de perturbada dolencia. En 2009 fue a ver un show de Gessle en Holanda y se subió otra vez a un escenario; aquella aparición fugaz como invitada le abrió, entre ovaciones y llantos, otra vez las puertas al dúo. Juntos grabaron cuatro discos más y recorrieron escenarios hasta que en 2016 cancelaron, por la debilidad de Marie, la gira por los festejos del aniversario número treinta. “Pintaste mis canciones en blanco y negro con los colores más hermosos” le dijo su compañero ahora en la despedida cuando todxs en ejercicio de homenaje recuerdan su voz de mezzosoprano entrecortada, una voz entre el esternón y la luz laríngea capaz de cambiarle la superficie a la canción, y el andar vigoroso con el que llenaba cualquier escenario. Venganza sublime de cualquier introspección espiritual que arrastra el duelo temprano mientras alguien la recuerda contando en su autobiografía que su razón de lucha y supervivencia nació cuando tenía siete años y murió su hermana, y que fue esa misma razón la que usó cuando el mundo discográfico masculino no tomaba en cuenta sus ideas, o cuando, hinchada por tanta medicación, nadie la reconocía y escribía versos de canciones por venir, “llena de miedo, no había nada que pudiera hacer y a lo lejos te escuché llorar”.