Nació en Nueva York en 1934 y se dedicó a la poesía, pero nunca sin reivindicar sus lugares de enunciación: mujer, negra, lesbiana, madre de dos hijos y feminista. Y como a ella le gustaba decirse: guerrera. Cuando Audre Lorde (hija de inmigrantes afrocaribeños, Lic. en Literatura y Filosofía) fue diagnosticada con cáncer de mama se dedicó a registrarlo todo, primero para ella misma, después para que esas palabras iluminen al resto. Audre Lorde sabía que en las profundidades del miedo también hay una pequeña fogata que ilumina otros rostros, otras verdades, otros relatos que los que la hegemonía médica pretenden imponer como pensamiento único. Una mujer a la que le practican una mastectomía debe ser una mujer con miedo, pero no a morirse sino a dejar que el mundo vea que le falta una teta, parece decir Lorde en este manifiesto que fue publicado por primera vez en inglés en 1981 y que fue traducido en nuestro país por la editorial rosarina Hipólita en 2008. Ahora, Verónica Gelman y Melisa Wortman revisaron aquella traducción, que muy amorosamente les cedió Gabriela Adelstein y la reeditaron para Ginecosofía , el proyecto autogestionado y liderado por Pabla Pérez San Martín desde el valle del Aconcagua, territorio chileno.“¿Qué palabras no tienes todavía? ¿Qué necesitas decir? ¿Qué tiranías te tragas día a día e intentas hacer tuyas, hasta que te enfermen y te maten, todavía en silencio? Quizás para algunas de ustedes que están aquí hoy, soy la cara de alguno de sus miedos. Porque soy mujer, porque soy negra, porque soy lesbiana, porque soy yo misma, una poeta negra y guerrera haciendo mi trabajo, que es preguntarles: ¿están ustedes haciendo el suyo?” dijo Audre en un discurso en 1977 en el Panel Lésbico y de Literatura de la Modern Language Association, arengando a convertir el silencio en lenguaje y acción de ese modo tan descarnado y tan propio de ella, como cuando dice “el silencio no te protegerá” o cuando asume que el miedo (como el cansancio) es parte de la vida pero eso no debe paralizar, aunque la diferencia racial en un país como Estados Unidos pueda costarle la vida (¿y en qué lugar del mundo no?) y aunque todo conspire contra la unión feminista (“No nos escondamos detrás de las falsas divisiones que nos han impuesto”). “Quiero ser la persona que solía ser, la verdadera yo” dice en una entrada de octubre de 1978 y pronto habla de la muerte, el dolor y de reencontrarse ella misma en la masturbación, “haciéndome el amor a mi misma durante horas”. Sobre la mastectomía, dice ”el dolor de la separación de mi pecho fue por lo menos tan agudo como el dolor de separarme de mi madre. Pero ya lo hice una vez, así que sé que puedo hacerlo de nuevo”. Audre tuvo una especie de entrenamiento en aquello de lidiar con el miedo a la muerte y el terror a ver modificado el propio cuerpo y ya nunca volver a ser la de antes: tras palparse un bulto, primero tuvo una biopsia cuyo resultado fue un tumor benigno pero al año siguiente el mismo procedimiento la arrojó a los brazos de la enfermedad tan temida, esa que se calla y se esconde y siempre tiene el estigma de la cabeza pelada, el deterioro fisico y el final más oscuro alrededor. Tenía 44 años en ese momento. A este revés Audre lo encaró con amigas, con su pareja Frances, con su hija Beth ("mi hija lloró en la sala de espera cuando le dije que me iban a hacer una mastectomía. Dijo que estaba sentimentalmente ligada a mis pechos"), con la evocación de las amazonas de Dahomey, quienes se cortaban el pecho derecho para ser mejor arqueras. "El amor de las mujeres me sanó" escribió tiempo después sobre esos primeros días de aturdimiento en que su teta derecha ya no estaba. "Crecer siendo una Negra Gorda casi ciega en Estados Unidos requiere tanta superviviencia que tienes que aprender de ello o morir" escribió para seguir evidenciando todos los atajos mentales que hizo en esos días posteriores a perder el pecho, y narra con maestría los días en el hospital, las semanas en su casa, la visita de una voluntaria de Reach for Recovery que le llevó un apósito de lana prensada para disimular la amputación. Se lo probó pero jamás lo usó. Y de ella, dijo "pensé que era una lástima que una mujer tan audaz no fuera tortillera, pero la habían agarrado demasiado temprano y su pelo gris estaba teñido de rubio y muy batido". El humor también se cuela en estas páginas. Y es tan agudo como la angustia o el coraje que inspira. 

La editorial del autocuidado

“El centro de nuestro trabajo es el autocuidado y el autoconocimiento como formas de autonomía y de empoderamiento. Uno de los riesgos es que terminamos volcando muy a menudo ese autocuidado en el cuerpo, en la propia historia, en el trabajo personal y en algún punto pierde la dimensión más comunitaria o más social. En este sentido, Audre hace de esa oportunidad que le da su duelo personal y con esta conciencia de su propia mortalidad, potencia política” dice Melisa Wortman a Las12. Ella también es la responsable de la circulación de Ginecosofía en nuestro país, y menciona sus otros títulos en esta dirección de la autodefensa feminista: el Manual de Ginecología Natural, que ya va por su tercera edición, o Del cuerpo a las raíces. Uso de plantas medicinales para la salud sexual y reproductiva. Audre también evalúa las terapias alternativas y se sirve de ellas para autosanarse pero además lo hace con la conciencia de que la medicina alopática no tiene en cuenta un montón de padecimientos que acompañan al cáncer de mama e intenta paliarlos arengando a las mujeres a que lo tapen, lo superen rápidamente y si es posible, en soledad. "Lo de Audre es impresionante porque no es que ella guarda sus diarios y cuando muere alguien los descubre y los convierte en un material de valor para un publico más amplio. Es directamente ella la que los publica. Y eso los hace distintos como género, porque ella misma entiende el poder de sus anotaciones personales, íntimas, que en un principio no fueron escritas con la intención de ser divulgadas ni compartidas y ella descubre que pueden tener mucho valor para otras mujeres, que a ella misma le hubiera servido conocer la historia de otras, y que muchas veces esta dimesión nos la llevamos en la intimidad y le quitamos el poder de compartirla. Ella encuentra este modo cuando todavía vive, cuando todavía no sabe que se va a morir de cáncer igual (en 1992), y pone a disposición todo ese despertar que le genera esta situación extrema de conocer su propia mortalidad y tomar dimensión de eso". Revisar esta traducción y reeditarla fue una decisión que el equipo de mujeres de Ginecosofía tomó el año pasado. Llevó un año de trabajo y ya está disponible este hermoso libro con una ilustración de Audre en la tapa hecha por Lucía Ladreche en base a una foto de la autora. Si se mueve un poquito la ilustración da cuenta de la cicatriz de Audre, pero es algo difícil de describir: el efecto se aprecia en vivo y en directo. Para Melisa, que haya salido ahora, con los ecos de la organización feminista en Chile retumbando en todo Latinoamerica, no es casualidad ni azar. "Esta situación de enfermedad, de plantarse y despertar y de mirarse a la cara y salir de la individualidad a una construcción colectiva nos hace pensar que el libro cuadró maravillosamente con este momento histórico. Audre, cuatro décadas atrás y desde otras luchas, otras militancias y otras interpelaciones por sus propias identidades mutantes fue haciendo muchas cosas a lo largo de su vida y se fue haciendo cargo de todos esos momentos pero este límite, el del cáncer, fue el que mas la interpeló. Las preguntas son miles: ¿Qué vida estoy llevando? ¿A qué químicos me estoy exponiendo? ¿A qué militancias les estoy dando la vida? ¿A cuáles me estoy subiendo por inercia? ¿Adónde estoy decidiendo y adónde debiendo ser? ¿Adónde estoy respondiendo a lo que la sociedad espera de mi y adonde estoy siendo realmente yo? ¿Adónde está el goce, el duelo? ¿Qué pasa con lo perdido? ¿ De qué manera elaboramos nuestras pérdidas y renacemos desde ahí, de qué manera abrazamos la idea de morir? Y esto en este punto tiene que ver con lo que está pasando hoy: hasta qué punto estamos dispuestos a morir para que una generación futura arranque con los ojos abiertos. Sobrevivir a cualquier costo y sobrevivir enteras a cualquier costo no: sobrevivimos con nuestras marcas, las que nos hacen quienes somos y no la que se espera que seamos. Sin marcas, sin arrugas, sin cicatrices es a veces también un deseo nuestro, de permanecer impolutas, bueno ¿qué hacemos con estas ideas? Esta idea de Audre de no tener vergüenza de la cicatriz sino todo lo contrario nos parece muy interesante y si podemos hacer eso con nosotras mismas en lo mas íntimo podemos despues abrazar la cicatriz del otre, de una comunidad, la de un país y la de un mundo, así que por eso decidimos publicar este libro".