Al principio de los años setenta en Argentina, la feroz represión obligaba al exilio. Mi padre iba a ofrecerme un pasaje rumbo a Francia donde vivían algunos parientes. Todo se estaba organizando para la urgente huida hasta que una de esa noches de bohemia milagrosa, mi gran amiga y cantante Ginamaria Hildalgo me invitara para acompañarla a disfrutar una pareja de músicos brasileros que recién habían debutado en el ya desaparecido Teatro Embassy.

Cuando llegamos el show acababa de empezar. Sobre el escenario, de inmediato me sorprendió la presencia de ese mago fascinante, juglar poderoso que ni siquiera sabía se llamaba Vinicius de Moraes.

Con su siempre colmado vaso de whisky sobre una mesita donde colocaba la botella que poco a poco iba vaciando mientras brindaba un tema tras otro pronunciando Saravá, que es el modo de agradecer a los dioses afrobrasileros, el caudal de inspiración siempre creciente; acompañado por la guitarra impecable de Toquinho.

Quedé tan deslumbrado desde el inicio que luego de escuchar por primera vez “A Felicidade” y otro tema en el que preguntaba "Vocé conoce Bahía, niega, entonces vaya", ya había decidido cambiar mi destino.

Poco después llegué a Salvador, en pleno auge del tropicalismo, repitiendo como un mantra "Tristeza no tiene fin. Felicidad, sí". "La felicidad del pobre pareciera, la gran ilusión del carnaval", etc, etc...

Esta conmovedora canción había sido compuesta en dupla con nada menos que Antonio Carlos Jobim y letra del "poetinha" Vinicius, que finalmente logró con creces alterar el halo despectivo de esa definición, para transformarse en uno de los poetas cantantes más venerados de Brasil.

Durante esta etapa, Vinicus desempeñaba funciones diplomáticas en Uruguay. Residía en Pocitos y cuando le propusiera a Jobim crear esta futura maravilla juntos, el músico, evidentemente acuciado por problemas económicos, preguntó antes que nada si "habría algún dineriño"

De inmediato Vinicus le envió una suma con parte de los adelantos por los derechos para la puesta teatral Orfeo da Conceicao, que iba a tener escenografía de otro grande, el arquitecto Oscar Niemeyer y la musicalización de esta dupla incuestionable.

Vinicus y Jobim recién se habían conocido en el mítico Bar Veloso de Rio de Janeiro hoy rebautizado en su recuerdo “Garota de Ipanema”, presentados por Lucio Rangel, legendário crítico de espectáculos.

Posteriormente, a partir de esta puesta en escena, llegó la adaptación cinematográfica con el nombre Orfeo Negro, insoslayable obra maestra dirigida por el cineasta francés Marcel Camus, con guión y libro original de Vinicus de Moraes, logrando una enome repercusión hasta la actualidad, sobre todo en lo que respecta a la internalización del carnaval, el samba, la bossa nova e interpretada por un excelente elenco de actrices y actores negros, como su nombre lo indica.

Orfeo Negro, libre adaptación de la original tragedia griega proyectada en personajes de las favelas, resultó uno de los más grandes éxitos del cine en esa época, arrebatando en 1960 un Oscar al Mejor Filme extranjero, además de la Palma de Oro en Cannes.

“A felicidade”, según contaba Vinicus, simplemente había sido inspirado por las gotas de rocío que caían sobre las flores de Plaza Matriz en Ciudad Vieja, uno de los barrio más antiguos de Montevideo.

El tema fue prácticamente compuesto por teléfono, ya que Jobim vivía en San Pablo. Sólo quedaba el finalmente infalible recurso de innumerables llamadas telefónicas. Vinicus irónicamente comentaba, que “A Felicidade”, además de ser la canción que mayores satisfacciones y derechos autorales le brindara, al mismo tiempo se había vuelto la más cara de producir, justamente por la enorme cuenta telefónica, lo cual en verdad no le importaba. El tema, de inmediato, se convirtió en uno de los mas grabados de la Música Popular Brasilera, dentro y fuera del país . Sólo durante 1959 existe el registro de veinticinco versiones. Hasta el día de la fecha son legión los que se sintieron identificados con esa epifanía directa al corazón.

La obra completa de Vinicius es insoslayable, pero con “A Felicidade” se inauguró un cancionero que por siempre sigue maravillando en todos los idiomas ya que ha sido versionada por artistas del mundo entero.

Saravá


FERNANDO NOY es una de las personalidades más originales e inclasificables de la cultura argentina. Legendario protagonista del under porteño, poeta de culto, performer, agitador cultural, actor, letrista, recitador, escritor prolífico. Poemas de su autoría fueron publicados en diversos idiomas y países. Escribió la biografía oral de Batato Barea Te lo juro por Batato (Libros del Rojas), y entre tantos otros, el año pasado Peregrinaciones Profanas ( Sudamericana) hasta la reciente reedición de Dentellada por Saraza Editorial. Vivió en los años 70 y 80 en Bahía, Brasil, donde es considerado un mito del carnaval bahiano. Allí frecuentó a Vinicus de Moraes con su esposa tropicalista Gessie Gessie en Itapoán. En breve presenta su séptimo libro de poemas aun sin título. El 19 diciembre a las 21 presenta Saudades de Vinicius junto a Belén Perez Muñiz y Anabella Casales en Bebop Club, Moreno 364.