No debería ser una sorpresa que un presidente peronista decida incluir, en su discurso inaugural, al feminismo como parte de un “nuevo contrato de ciudadanía social”. Dos integrantes del gabinete de ministrxs juraron con pañuelo verde a la vista (Elizabeth Gómez Alcorta y Vilma Ibarra). No debería serlo si se tiene en cuenta el precedente del Partido Peronista Femenino, que fundó Eva Perón con el sentido de hacer política de manera diferente a como lo venían haciendo los varones. Pero,  en realidad resultó una sorpresa enorme.

Chicas de fierro y chicas con fierros

1. La Juventud Peronista rompió con la tradición del Partido Peronista Femenino –cuyas protagonistas quedaron congeladas como una caricatura de lo que fue la gesta de las censistas de Evita, en la descolorida y derechizada Rama Femenina que terminó dando apoyo a Isabel Perón en los 70. Las mujeres peronistas, a partir de los años de la Resistencia, quedaron subsumidas en el paradigma “Hijos de Fierro”. La mujer de Fierro soporta sacrificios e incluso las peores torturas por su compañero/marido, no lo hace por sus propias convicciones políticas sino por “los” compañeros. 

2. Diferente era el otro paradigma posible a partir de la guerrilla peronista y guevarista: mujeres inquebrantables como Norma Arrostito, las militantes que participaron en la fuga del penal de Rawson. Aunque no había en aquel horizonte guerrillero “reivindicaciones de las mujeres”. Menos que menos reivindicación de libertades sexuales. Tanto para las fuerzas policiales como para las organizaciones guerrilleras, los homosexuales eran desviados indeseables. Los militares del plan Cóndor se ensañaron doblemente con las mujeres en los campos de concentración (“violación correctiva” se dice de muchas maneras; hay feministas que dicen que todas lo son. Pero son muy diferentes las que buscan corregir “hiperfemineidad” de las que buscan corregir “masculinización”). A pesar de ellas mismas, los militares del plan Cóndor las consideraban desviadas de su sexo, masculinizadas.

3. Hacia los últimos años de dictadura, derrotada la Contraofensiva montonera y luego del desastre militar de Malvinas, empezó a abrirse espacio para que las agrupaciones políticas se reactivaran. No había muchas mujeres con ganas de militar en la Juventud Peronista (en sus distintas expresiones). Las mujeres eran “la compañera” o “la esposa de”, casi no había “mujeres sueltas”, a menos que fuera viuda, “hermana de” o “hija de”. Mi breve experiencia como única “mujer” que atendía una mesa de la Juventud Peronista en la Facultad de Derecho de la UBA (agrupación 26 de Julio; en otras ni siquiera había mujeres) durante todo 1983, es la colección de múltiples presiones para ponerme de novia con un compañero (el que me habían elegido los varones de la agrupación; de refilón lo vi al “pibe” hace unos días en la presentación del libro de Araceli Bellotta, “El peronismo será feminista o no será nada”, y no quise saludarlo), para embarazarme de alguno de los “compañeros” del frente territorial de la unidad básica de Palermo donde estudiábamos las 5 tesis de Mao, y para dejarnos tocar el traste por los borrachos en las peñas de la agrupación. No se toleraba una mujer sola y autónoma. Ni hablar de una marimacho. Tanto no se toleraba que “aquello” no se decía (no se usaba el término “lesbiana”, todo lo que había era señalamiento y burla a espaldas de la tortillera en cuestión). Las lesbianas no existíamos, más que en las fiestas medio pelo que ilustraba David José Kohon en su película sobre el período 1974-1976 “Qué es el otoño”. Una de las consignas predilectas por aquellos varones de la Facultad de Derecho era “A procrear como lo ordena el General”.

¿Las lesbianas dónde están?

Momentos inolvidables. Que “mejoraron” con les amigues de la Fede (Federación Juvenil Comunista). Otra vez el plan “te presento a tu novio”. Y de yapa en un cumpleaños –porque sos de confianza- fumate el instructivo contra homosexuales y drogadictos: “Los homosexuales y los drogadictos son peligrosos porque son potenciales buchones de los servicios”. Comienzos de 1984, democracia. De allí, la lesbiana salió directamente eyectada hacia el feminismo, qué más quedaba. En aquel tiempo el feminismo estaba conformado por unas 200 simpatizantes, con un núcleo duro de 50 militantes, con consignas que la lesbiana JP no podía percibir de otra manera que “burguesas”, con la salvedad del reclamo por la libertad de la presa política Hilda Nava de Cuesta, que continuaba en la cárcel durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Por suerte había feministas que abordaban las reivindicaciones desde la perspectiva de los derechos humanos. Algunas de ellas habían pertenecido a la JP; otras volvían del exilio, donde se habían hecho feministas. Había Madres de Plaza de Mayo y Familiares de Detenidxs Desaparecidxs feministas, que activaban feminismo desde los organismos de derechos humanos y desde el movimiento de mujeres.

El presidente Alberto Fernández –egresado 1983- tuvo contacto con aquella generación de jóvenes varones peronistas de la Facultad de Derecho de la UBA , donde –al igual que en todo otro espacio de la Juventud Peronista de la época- las personas que no pertenecíamos al sexo masculino, no teníamos la menor posibilidad de tallar en la rosca política, al menos que tuviéramos la habilitación de relaciones sexuales sostenidas con algún referente, o pasado como antiguo cuadro de la “orga”.

¿Cuántos años demoró el feminismo en permear al peronismo? Aquellas militantes que volvieron feministas del exilio, trabajaron para que la coraza machista empezara a aflojar. Algunas de ellas habían pasado por la experiencia de la Multisectorial de la Mujer (de donde salió la idea del Encuentro Nacional de Mujeres) y fueron funcionarias durante el menemato. Aunque el Estado menemista no fue el mejor lugar para que prosperara el feminismo. ¿Qué habilitaba el menemismo hacia la sociedad desde la figura presidencial? No obstante, fue el primer momento de restitución de la línea de aquel viejo Partido Peronista Femenino. Las reivindicaciones feministas ya no eran un tema de “burguesas liberales gorilas”.

Durante el kirchnerismo, el movimiento LGBT+ permeó al movimiento nacional y popular, por la vía de los derechos humanos. Esta asociación política garantizó al colectivo las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Pero faltaba un tiempo para que el feminismo lograra atravesar las capas profundas justicialistas y kirchneristas. Para entonces ya había muchas feministas trabajando dentro del kirchnerismo, pero Cristina se formó en aquella Juventud Peronista que rechazaba profundamente la línea Partido Peronista Femenino-Rama Femenina. La eclosión del Ni Una Menos interpelando a su hija feminista -que le reclamó dar el paso a una nueva toma de conciencia- logró volcar a Cristina hacia posiciones más cercanas al feminismo. Y recién en 2019, con el mayor peso de su apellido “de soltera” en la fórmula FF, el nombre “Cristina Fernández” pudo prescindir del “de Kirchner” para cobrar significado pleno en el campo político peronista.

Cuando el presidente Alberto Fernández señaló en su discurso inaugural “No quiero finalizar sin mencionar enfáticamente que en estos próximos cuatro años haré todos los esfuerzos necesarios para que estén en un primer plano los derechos de las mujeres. Buscaremos reducir, a través de diversos instrumentos, las desigualdades de género, económicas, políticas y culturales”, hizo una reivindicación de todas aquellas compañeras peronistas signadas por el estereotipo de mujer-“compañera de” construido desde la resistencia peronista, que las dejó sin acceso a las mesas de discusión y a los cargos partidarios. Aquel modelo tan diferente a la autonomía de las censistas de Eva Perón, que recorrieron las provincias a caballo si era necesario, solas, sin tener que pedirles autorización a su padre o a su marido. La de Alberto, es la proclama del fin a la postergación de las identidades que no corresponden al varón cisgénero, en el movimiento nacional y popular. También implica de alguna manera pedirle perdón póstumamente a Evita en nombre de los varones que le impidieron ser vicepresidenta de la Nación, como hoy lo es Cristina. Reconocer las tareas domésticas y de cuidados que realizan las mujeres, también es reconocer a esa cantidad de mujeres que durante décadas se ocuparon de la logística en los locales, unidades básicas y agrupaciones estudiantiles, a las que se les impidió acceder a lugares de decisión porque ser mujeres solas, sin compañero que las habilite. Estas situaciones de desigualdad, que el presidente llama a reducir, pueden verse a cada momento en distintas situaciones. Durante la transmisión de los festejos en Plaza de Mayo, resultó muy chocante ver cómo el movilero de C5N intentaba entrevistar a una mujer militante que había estado en situación de calle, mientras dos varones –también militantes- no cesaban de gritar y de reclamar el micrófono para ellos. Y mientras tanto, la paradoja de que el presidente Fernández haya reclamado empezar la tarea de reconstrucción del país a partir de lxs más postergadxs. Hay “compañeros” que no entendieron el mensaje de Alberto. Otro tanto para lo ocurrido el mes pasado, durante la organización de la marcha del orgullo en el distrito de Almirante Brown, de la que fueron expulsadas las travestis que se quejaron de los punteros heterosexuales que ocuparon lugares de dirección en el evento LGBT+. Luego de la declaración de principios ante el Congreso, este hecho no puede volver a suceder, de ninguna manera.

Cuando el presidente dice “una justicia demorada y manipulada significa una democracia acosada y denegada”, también se está refiriendo a la situación de las mujeres sometidas a proceso por causas políticas. No entró en detalles de las causas, porque está abogando por una Justicia independiente de la política. Pero es de público conocimiento que las primeras que sufrieron cárcel por persecución política durante el gobierno de Mauricio Macri fueron mujeres racializadas: Milagro Sala, Shakira y otras mujeres prisioneras y perseguidas judicialmente en la provincia de Jujuy. Es imposible no vincular esta situación con la designación de Elizabeth Gómez Alcorta al frente del Ministerio de la Mujer, Género y Diversidad, que creó Alberto Fernández a fin de poner en marcha estas declaraciones en defensa de las mujeres. Cuando decide la intervención a la AFI y el levantamiento del secreto de los fondos reservados de los servicios de inteligencia, también está poniendo en jaque las operaciones judiciales-de prensa-de inteligencia (lawfare) que llevaron a la cárcel o intentan llevar a la cárcel a líderes populares mujeres. Los sótanos de la democracia se alimentan también de sexismo.

FEMINISMO FERNANDEZ

El feminismo que reivindica el discurso de Alberto Fernández no se agota en proclamar la lucha contra la violencia estructural que sufren las mujeres. Es un reconocimiento implícito al agenciamiento y a los avances realizados por las feministas y por sus propias compañeras de militancia. Es un reconocimiento al cambio de los tiempos, que rompe su propio estereotipo como varón cisgénero. La nueva familia presidencial y el hijo con el pañuelo con los colores de la bandera del orgullo señalan el inicio de un nuevo contrato social, que ya no supone la heterosexualidad obligatoria. Y el lapsus del final, “volvimos y seremos mujeres/mejores”, alienta la esperanza en quienes confiamos en las novedades que aporta cada día el movimiento de liberación travesti-trans a los feminismos. Novedad que consiste básicamente en la desestabilización de la categoría de sexo. Para muchas teorías feministas, esta categoría binaria es el punto cero de la opresión sobre las mujeres.

La categoría de sexo tambalea. Y eso también ocurre en el Estado. La idea de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social supone unir voluntades y articular al Estado con las fuerzas políticas, los sectores productivos, las confederaciones de trabajadores, los movimientos sociales, que incluyen al feminismo, a la juventud, al ambientalismo. Vamos a sumar en ello, también al entramado científico-tecnológico y a los sectores académicos.