Alberto Padoán es el hombre fuerte de Vicentín, sexta agroexportadora del país en 2018. En 2011 hizo un primer intento fallido por la presidencia de la Bolsa. Lo logró recién en 2015, en un contexto ideal para él y para el flamante gobierno nacional, que lo veía como un interlocutor afín y confiable.

Consolidó su liderazgo rápidamente. El peso propio de Vicentín y su política de facilitar el negocio a operadores que los demás jugadores preferían no atender le valió favores y lealtades.

Sin embargo nunca terminó de cuajar en la Bolsa. Por un lado porque su arribo implicaba un desplazamiento de la manija de poder institucional hacia los agroexportadores en un momento de grandes cambios en el mercado impulsados por la compra directa de los granos a los productores por parte de estos gigantes y en detrimento de corredores, cooperativas y acopiadores.

Por otro lado, en el recelo de los sectores tradicionales también pesaba el perfil personal de Padoán, su carácter excesivamente extrovertido, desapegado a las formas, un tanto vulgar y fanfarrón para ámbitos acostumbrados a otro estilo de dirigentes. Hay anécdotas que lo pintan entero. Por ejemplo cuando en los 80 decidió armar su propio videocable para poder ver las carreras de caballo desde Avellaneda, en el norte provincial. O, ya como presidente de la Bolsa, contratando con su hijo la provisión de vino para ágapes oficiales. O cuando en la misma Bolsa vociferaba abiertamente: “Vamos a ganar en primera vuelta”, refiriéndose al macrismo en primera persona.