La bielorrusa Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura, se propone crear su propia editorial para publicar libros escritos exclusivamente por mujeres. La revista mensual Nasha Niva informó que la idea de abrir un sello le surgió a la autora de Voces de Chernóbil en 2019 y su intención es hacerla realidad en los próximos meses. La escritora bielorrusa –la decimocuarta mujer galardonada por la Academia Sueca- tomó esta decisión porque las obras que aparecen en el mercado editorial “son por todas partes sólo de hombres y se publican muy pocas de mujeres”. Esta iniciativa “estimulará y dará confianza a las autoras, hará que su deseo de escribir aumente”, explicó Alexiévich sobre esta nueva editorial que publicará lo último de las bielorrusas Eva Vezhnavets y Tatiana Skarínkina.

“La vida hoy va muy rápido, todo corre a gran velocidad. Hoy no se puede escribir como Leon Tolstoi, hay que acelerar”, dijo Alexiévich el año pasado durante su participación en el festival literario Cosmopoética, que se realizó en Córdoba (España). Al mismo tiempo, la escritora y cronista cree que “cada persona lleva consigo una historia que se puede contar, y eso es lo que yo hago. Si solo nos basamos en los hechos como fundamento, sin revelar la narrativa implícita, no sale la imagen completa de la realidad”. Esta perspectiva está desplegada en las páginas de Voces de Chernóbil.

La belleza puede encontrarse entre el horror y el mal, pero hay que acompañarlo de una narrativa. Por ejemplo, el relato de aquella mujer, la esposa de un bombero que apagaba el fuego la noche de la catástrofe. Si simplemente decimos que estos personajes han sido expuestos a una radiación enorme, no vamos a entender qué pasó. Si simplemente cuentas cómo ella le sacaba las entrañas a su esposo para que no se ahogase en sus propios órganos internos, solo provocaremos el disgusto de los lectores”, planteó la escritora y cronista. “Esta señora me contaba su historia y no paraba de repetir: ‘No sé si quiero hablar del amor o de la muerte’. Creo que cuando pude contar cómo ella cuidaba de este monstruo que poco antes había sido su marido, un hombre joven y guapo, sí pude transmitir todo el horror con que está asociada la energía nuclear”.

De padre bielorruso y madre ucraniana, Alexievich nació el 31 de mayo de 1948 en el oeste de Ucrania. Su familia emigró a la vecina Bielorrusia, donde ella ejerció como profesora de Historia y de lengua alemana. Pronto eligió dedicarse a su verdadera pasión: el periodismo. En 1972 se licenció en la Facultad de Periodismo de Minsk y trabajó como redactora en diversos diarios de su país. Recibió el premio Nobel de Literatura en 2015 “por su creatividad polifónica, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.

En La guerra no tiene rostro de mujer hablan las mujeres que padecieron en la Unión Soviética los horrores de la Segunda Guerra Mundial; en Últimos testigos el enfoque cambia y son los niños huérfanos los que salen de la invisibilidad de la Segunda Guerra Mundial; solo en Bielorrusia vivían en los orfanatos unos 27 mil huérfanos, resultado de la devastación producida por la guerra en ese país. A fines de los años '80, la escritora entrevistó a algunos de esos huérfanos. En Los muchachos de zinc –en referencia a los soldados soviéticos que combatieron entre 1979 y 1989 en Afganistán, que volvían a casa en ataúdes de zinc sellados-, la polifonía la construye a través de los testimonios de oficiales y soldados rasos, prostitutas, madres, hijos e hijas que describen la guerra y sus efectos. En El fin del "Homo sovieticus" hablan los damnificados por la implosión de la Unión Soviética.

Una de las series del 2019 fue Chernóbil, de HBO, basada en el libro de la bielorrusa. “La serie me gustó, a pesar de que sea hollywoodiense, en el sentido de que hay una distinción muy clara entre buenos y malos, siendo por supuesto los rusos los malos… Pero mi libro iba del abismo que se abrió para nosotros y ese componente filosófico no sale en la serie”, afirmó Alexiévich, y recordó el maltrato de no figurar en los créditos de la serie. Casi llegamos a juicio. Supongo que será la forma de los estadounidenses de hacer las cosas, creen que pagando honorarios se pueden apropiar de todo. Es una forma de soberbia típicamente suya. Porque todas las fuentes que se citan están basadas en mi libro, pero no tuvieron la valentía de ponerlo en los créditos. Finalmente, muchos periodistas a nivel mundial se rebelaron contra ellos, expresaron su descontento, hicieron presión y se vieron obligados a reconocerme”.

Los libros de Alexiévich, traducidos a 52 idiomas y publicados en 55 países, han molestado a las autoridades rusas y bielorrusas, que los han prohibido. La premio Nobel de Literatura es muy crítica con el presidente ruso, Vladimir Putin, y también con el presidente de su país, Alexánder Lukashenko. “Creo que, en general, cualquier dictadura o poder autoritario son muy poco cultos. Solo gente muy poco culta puede llevar a cabo algo así. Putin o Lukashenko son personas de tiempos pasados, se quedaron en el ayer”, advirtió la escritora bielorrusa que declaró que “en la nueva realidad de hoy día, en la que las personas deben ser más racionales y respetuosas entre sí, el feminismo es necesario”. Quizá el catálogo que construirá a partir de ahora como editora también logre transmitir lo que podría ser su lema como narradora: “Mostrar el horror a través de la belleza es para mí como guiar al lector a través del infierno de Dante, para que vea la vida en toda su complejidad”.