EL CUENTO POR SU AUTOR

Hay un recuerdo o una imagen que me acompaña desde muy chica y es la caída en un pozo ciego. No sé si efectivamente sucedió, si lo soñé o si me lo inventé; lo cierto es que nunca consulté con nadie acerca de este episodio. Recién ahora que escribo esto, me pregunto por qué. De lo que estoy segura es que no me resuena lo escatológico del espacio sino su nombre. Me pregunto a los cuatro años por qué al pozo lo llaman ciego, si soy yo la que estoy ahí dentro y nadie me ve. ¿Es ciego porque no quiere ver lo que traga o para mitigar la ceguera de quien no lo percibe en plena superficie? Escucho los gritos que llegan desde arriba, veo fragmentos de brazos, caras que no puedo reconocer, respiro el espanto fuera del pozo pero no entiendo por qué. Ese rescate convive conmigo desde hace tantos años que cuestionar su existencia no tiene ningún sentido. En todo caso lo que importa es la persistencia de la imagen y las preguntas que le hago a ese nombre, a ese pozo, al espanto, a la calma que recuerdo tener. ¿Quién puede decir qué es lo que ve, por dónde camina, cuál es la superficie y cuál la profundidad real de las cosas que se nos escapan de la vista, una y otra vez?    

UN POZO EN EL AGUA

Greta ve la franja negra sobre el mar y apoya sus dos manos grasientas de galletitas sobre la ventanilla del avión. Quesesomamá, queseso. Queso, le dice Rita sin levantar la vista del libro y sigue leyendo. Greta se fastidia, no es queso quéeseso, mirá, acá. Dedo taladro en el hombro y la irritación pasa de hija a madre como una descarga eléctrica. Rita cierra los ojos y respira. No debe enojarse, se la está devolviendo en su justa medida. Busca con la mirada a Jonas que se hace el dormido del otro lado del pasillo, descansando de Greta y sus cuatro años de curiosidad veinticuatro horas. Antes de cerrar el libro vuelve a leer lo que acaba de subrayar: “Siempre he tratado de ponerme en el lugar de mis clientes para ver los problemas a través de sus ojos. Compro acciones de sus compañías, de forma que pueda pensar como un miembro más de su familia”. Problemas, ojos, familia, predica Ogilvy. Como en la publicidad, como en la vida. Le toca a ella contestar esta vez, ponerse en los ojos de su hija y ver qué es lo que tanto la inquieta de esa visión del mar tan repetida y siempre alarmante. No veo nada. Greta entonces la empuja contra el vidrio con una fuerza tan desproporcionada para la edad como para la intención de sus movimientos. Rita se enoja y se sorprende cada vez ante esa fuerza que no pudo haber heredado de ninguno de los dos. Acá, acá, es negro. Acá es allá y entonces Rita la ve. Una mancha, una línea negra irrumpiendo en el medio del mar sin tocar ninguna costa. ¿Podría ser petróleo? No, el petróleo se derramó más al norte, imposible que llegue así, sin rastro, hasta las aguas que bordean la isla. Sí, sí lo veo. Quéseso. Debe ser una especie de cardumen. ¿Qué? Peces que nadan todos juntos. Rita escucha la risa entusiasta de su hija, que aplaude repitiendo la estupidez que ella acababa de decirle. No sabe nada del mar y tampoco se lo ha preguntado nunca. Creció repitiendo ella misma las verdades de los puesteros de la feria, de los pescadores, de las predicciones de su madre al pasar, cada vez que se aproximaba una tormenta. Quiero nadar con los peces que andan juntos, puedo, puedo pregunta Greta mientras Rita asiente y vuelve a acomodarse en su asiento.

Nunca se lo confesó a nadie, pero lo único que sabe del mar es que le teme en silencio. No puede asumirlo en voz alta, como no puede con tantas cosas que se le alojan entre el estómago y la garganta, y entonces hace lo que sabe hacer mejor: enfrentar el miedo adentrándose siempre más de lo debido, buceando en la ignorancia. Prefiere no saber, no ponerle datos a lo inabarcable, ella escucha y retiene alguna que otra información pero no chequea, no avanza en conocimiento sobre esa masa de agua a la que está a punto de volver a entrar.

Sin embargo, frente a la insistencia de su hija, Rita no se convence con su respuesta y arriesga otra. No Gretu, no sé si son peces. Puede que sean algas también. Sí, deben ser algas le dice y amaga a agarrar el libro porque sabe que la cosa no va a terminar ahí. Algos, repregunta Greta. No. Algas, son plantas del mar. Entonces escucha la voz bien despierta de Jonas que llega burlona del otro lado del pasillo. No algo, no algas no algamos falsas respuestas. Jonas le guiña un ojo y le estira la mano a Rita. Dale, explicale vos. Enroque. Plis. Jonas se levanta y al cambiar asientos le recuerda que él hace eso todos los días, de lunes a viernes salvo vacaciones, findes y feriados. Ella le da un pico y se reclina en el asiento justo cuando avisan que el avión está por aterrizar. Jonas le abrocha el cinturón a Greta, se acerca a su ventanilla y comienza a señalarle cosas allá abajo. Greta se aquieta, lo escucha, le pregunta menos que a ella. Las respuestas de él la convencen más. ¿Será porque hablan la misma lengua? Si Greta juega, sueña y piensa en voz alta en el idioma de él. Es que el padre le colonizó la lengua, le explica ella al resto, pretendiendo que le cause gracia, que es natural porque ella volvió a trabajar a los tres meses, claro que el inglés va a ser su primera lengua. Lengua materna como segunda lengua. Ahí están, cabeza con cabeza, a Rita le gustaría estar junto a ellos pero cada vez que puede se escapa del medio, a veces cree que es ella la que deja el lugar, la que abre el juego, la que habilita, otras está convencida de que se quedó afuera, que no forma parte, que no pertenece ni a ese recuadro ni a ningún otro.

Comienza el descenso. Jonas le guiña un ojo, Greta le tira un beso. Ella lo atrapa y se lo guarda en el pecho porque lo va a necesitar más que nunca, porque está entrando a esta tierra aislada por una masa de agua impredecible, está acercándose a la casa de su madre a una velocidad imposible, tantos kilómetros de seguridad a distancia para burlarlos en un par de horas de vuelo. Cierra los ojos. Todo va a salir bien. Todo va a salir bien. Mira de costado. Jonas y Greta se dan la mano. Ella apoya la cabeza y sigue su mantra. El estómago le sube a la garganta, podría tocarse las entrañas con la punta de la lengua, las ruedas rasguñan el piso y junto con la panza metálica del avión cruje todo el peso que lleva dentro.

Jonas respira el aire pesado y dulce. No sabe si le atrae o le disgusta en oposición al frío implacable y gris de su propia isla. Greta suelta su mano y grita vovó mientras sale corriendo hacia ese hombre bronceado que la espera agachado con los brazos abiertos. La alza, le da una vuelta en el aire y cuando la trae hacia él y la besa, ella se ríe por las cosquillas que le provoca el bigote. Rita descuida el equipaje para apurarse a ser parte de la bienvenida y abandona el carro con las valijas en medio de la gente que va de un lado a otro. Jonas lo rescata y se queda a cierta distancia, observando la imagen de los tres, un solo cuerpo en el abrazo. El padre de Rita le parece un eterno turista, uno que acaba de llegar a la isla desde otra parte del mundo y ha decidido quedarse, convencido de que se puede vivir de un bar sobre una playa casi desierta, bebiendo agua de coco y comiendo de la pesca del día. Hasta que llegan las desgracias y ahí hay que verlo, mirando al cielo para encontrar las razones de su insolvencia, llamando a su hija para que viaje de apuro en su auxilio, desconocedor rotundo de las leyes de la naturaleza, de la economía y del hombre. Sin embargo ahí está, rodeado de quienes lo aman sin reprocharle nada.

En un par de minutos el abrazo se deshace y Greta señala a Jonas para que se reúna con ellos. Rita sale del hombro de su padre, se seca las lágrimas, Jonas pone esa cara de estúpido, ojos bizcos, lengua afuera, orejas de mono, todo para distraer a Greta de ella, como si las emociones fueran veneno en polvo, hombre de cartón piedra y Rita por el amor de dios qué necesidad de empezar ahora con eso, si ya habrá tiempo y familia de más para el drama en exceso. Danos un break, Rita. Se le acercan los tres al mismo tiempo y Jonas se pega al equipaje sin darse cuenta. En unos segundos está pecho con pecho contra su suegro, camisa transpirada, bigote en el cuello. Sí, viajamos muy bien. Sí, qué bueno verte también. Por favor, cómo no iba a venir. Claro, sí, somos familia.

Rita va en el asiento de adelante murmurando con su padre. Deben estar hablando sobre la salud de Teresinha, Jonas trata de adivinar lo que dicen; el padre de Rita sacude la cabeza, le pone una mano en el hombro, la mira lleno de pena y se hace silencio. Está conduciendo, que mire al frente for god’s sake. Rita entonces señala un caserío. Su padre le dice que es un barrio nuevo, que la isla está creciendo a pasos agigantados. El hombre siempre habló de la isla como si fuera una hija, con orgullo desmedido frente a los avances más insignificantes. Ojalá admirara de esa forma a Rita, ojalá la percibiera con la misma intuición que a esos mensajes que le entran al celular y a los que le sonríe un segundo antes que le suene la campanilla.

Greta se aburre de lo que está viendo, hace ya demasiado tiempo que nadie le habla y de pronto se saca los auriculares y deja la tablet sobre las piernas de su padre que ni se da cuenta de sus movimientos. Va concentrado en lo que pasa adelante y entonces Greta se para de un salto, mete la cabeza entre los asientos y pregunta.

La abuela ya se murió.

Ahora todos pueden escuchar el ruido que viene de afuera.

Rita se da vuelta, mira a Jonas acusándolo de haberle dicho algo pero él niega con la cabeza y frunce las cejas ofendido.

La abuela ya se murió, insiste Greta con la misma pregunta y Jonas nota que la gramática va perfecta y él de eso sabe más que Rita porque la lengua materna es como él dice: un mar en el que se nada a la perfección y en el más absoluto desconocimiento. Rita escucha a su hija por segunda vez y a pesar de la pregunta o de la respuesta sonríe levemente y quisiera motivarla, decirle muy bien, lo dijiste muy bien pero su padre se adelanta, mira por el espejo retrovisor a Jonas.

¿Nadie va a contestarle a la nena?

La demanda es para él, justo él que es quien le contesta todas las preguntas a Greta.

El abuelo no espera un segundo y hace notar su importancia en la escena cuando le responde a su nieta con una ternura contrariada.

No, la abuela no se murió mi amor. Está muy enferma pero ya va a estar mejor, ¿sabés?

La expresión de Greta de pronto se nubla aunque asiente y vuelve a ponerse los auriculares. Va a mirar a la nena de YouTube que juega con el padre y la madre todo el día sobre un piso de lava que nunca se derrama sobre ellos.

Jonas sube el volumen de la tablet y se acerca a Rita. We need to talk to her.

Rita se peina el pelo hacia atrás y suspira hondo. Ahora no.

Se gira hacia Jonas. ¿Qué le dijiste en el avión?

¿Realmente crees que le dije algo?

Sobre la mancha.

Estoy con Jonas en esta —interrumpe el padre— hay que ir adelantándole, prepararla por las dudas.

Jonas se sorprende de que su suegro por una vez no le lleve la contra.

Adelantarse. ¿Adelantarse a qué? Como si así se lograra algo. ¡Ay!, ese PhD en administración del tiempo emocional de los otros. Rita no entiende el sistema de pensamiento de ellos, cómo pueden confundir previsión con prevención, esa idea de control que les explota en las manos como una cañita voladora en plena nochebuena.

¿Y cómo sabe entonces? le pregunta el padre.

¿Cómo sabe qué?

De tu madre.

No sé, habrá escuchado alguna conversación con Jonas, habrá visto mi tristeza, los chicos son así, entienden antes que nosotros.

El padre de Rita quiere contestarle pero se contiene, piensa en decirle que está exagerando, que los chicos respiran la carga, ven la limpidez, perciben la aspereza, el filo de las superficies que los rodean, pero los adultos son los que entienden cabalmente lo que sucede en su mundo y por lo tanto es de ellos la responsabilidad de ordenar esas impresiones, darles un sentido más preciso, quitarles ansiedad. Pero claro que él no puede decir nada de eso porque fue tarde que lo aprendió y ahora su hija es toda una mujer que se hizo sola, porque padre irresponsable y madre sobreprotectora y así será para Rita hasta el día en que ellos se mueran, porque encima la distancia que hace imperceptibles los pequeños grandes cambios y esta visita en medio de tanta angustia, no cree que pueda llegar a conversar con ella sobre todas las cosas que tiene para decirle. Pero él ahora va a protegerlas a las dos y por eso no va a contarle nada de Luiz, no ahora por lo menos, cuando la madre está a punto o casi a punto de.

¿Vamos primero a tu casa o a lo de Teresinha? Rita interrumpe su pensamiento porque siempre que él se mete para adentro ella lo rescata así, haciendo preguntas que ya sabe, desviando la atención hacia cualquier punto que rompa el silencio y dé el volantazo.

A lo de tu madre. Si me pidió que fuera hoy más temprano a prepararles el desayuno y dejara todo listo para recibirlos.

Desde la cama sigue en pie la comandanta, Rita sacuda la cabeza.

Su padre asiente y sonríe.

Siempre. Y te pido que no la llames más por el nombre, sabés que le molesta.

Ella está por decirle que no empiecen a tratarla como si fuera de cristal, que por favor no cambien nada en el trato ni en la forma ni en la mirada solo porque puede morirse en cualquier momento, no es justo vivir así el último tiempo, negarle su brío, su electricidad pero no puede decir nada porque Greta está de nuevo sin los auriculares y gritando en inglés que quiere ir al mar y Jonas la celebra y dice que también y los dos juntos son un ejército en los asientos de atrás que avanza puño en alto y a Rita le parece una pésima idea pero sin embargo la apoya porque Jonas es más atractivo cuando sostiene causas irracionales que cuando pone en la balanza costo-beneficio de cada cosa, entonces mira a su padre que frunce el ceño y dice que está bien, que pueden retrasarse un rato, pero no mucho porque la madre quiere verlos y no es justo y ya está todo organizado.

El auto se sale de la autopista, baja por la colectora y para en el playón de una estación de servicio. Rita y Jonas revisan las valijas y se dirigen al baño mientras Greta va saltando adelante de ellos. El padre de Rita los espera afuera, chequea el teléfono recostado en el auto y aprovecha para contestarle los mensajes a Luiz: Ja estou com minha filha, feliz. E com você, sempre.

Greta, Rita y Jonas salen en ojotas, traje de baño y protector puesto. Bajan los cuatro a la playa cruzando primero la ruta y luego los médanos. El mar azul turquesa aparece cortado por la bruma de las olas y no hay reparo del sol porque éste no es un balneario turístico. A Jonas le gustan las playas así, sin residuo humano a la vista. Los tres corren al agua y se sumergen enseguida. El padre de Rita se queda observándolos sentado sobre el médano.

Jonas bracea hasta alejarse. Greta se cuelga de Rita, aprovecha que no le puede decir que ya está pesada para pedir upa y las dos se miran. A Rita le gusta tenerla así, como cuando era un bebé, cuando su propia existencia estaba justificada por completo. Recuerda a su madre de pronto: en la misma posición la sostiene a ella, le está enseñando a nadar, Rita ve el agua que cuelga de las pestañas de Greta y no puede concentrarse en otra cosa, su madre es protección suave, un instante perfecto instalado en su memoria acuática. Greta le da un pico y el placer es tan inmenso como el agua que las rodea y Rita piensa que tal vez su hija ahora la vea de la misma forma, tal vez esté forjando en su memoria una imagen de ella que pueda ser tan perpetua como irreal, así de hermosa. ¿Cómo saberlo?

¿Qué te explicó papá sobre la mancha en el agua?

¿Qué mancha?

La del avión.

Greta mira hacia el cielo, lo recuerda porque sonríe abriendo grandes los ojos.

¡Sí!

¿Qué te dijo?

Greta le da otro pico.

No sé. ¿Dónde está papá?

Rita vuelve la mirada hacia la costa, divisa a su padre a lo lejos, les está haciendo señas con los brazos. Gira con Greta encima, ve a Jonas que sigue braceando. Por un segundo duda de lo que está viendo, no entiende las señas del padre. ¿Quieren que salgan del agua porque ya pasó mucho tiempo? ¿Hay algún peligro que ella no está viendo?

Rita llama a Jonas con un grito que siente tan inútil como el de los sueños. No la escucha, está sumergido en el agua que todo lo aísla. Greta le grita también, Daddy, Daddy y entonces Jonas comienza a volver. Rita se ríe, no sabe si es casualidad o si es que Jonas solo responde a la voz de su hija. Vamos saliendo, le dice a Greta, que se queja pero igual se deja llevar. Rita apura el paso dentro del agua, esa resistencia que la agota, siente que su cuerpo no puede contra el agua, no avanza, es que está tan cansada, todo lo que tuvo que dejar listo para poder venir a la isla, el trabajo, la casa, los perros, convencer a Jonas que la acompañara, está cansada y recién llega a esta visita tan fatigosa como la corriente, tan poco real como la profundidad del agua. Su padre agita los brazos, cómo se llega a despedirse de la madre, con qué palabras, con qué fuerza, con qué cuerpo se dice así, cuidate, nos vemos, buen viaje, te llamo cuando llegue, Teresinha, cómo estás, veamos otro tratamiento, mi vida bien, no te preocupes, ahora sos vos lo más importante. Jonas viene hacia ellas, viene detrás de ellas y pasa al lado de Greta un agua viva que no la toca pero Greta grita igual. Su padre también bracea pero al rayo del sol sobre la arena. Qué querrá decir, ya vamos, estamos saliendo, pero la arena bajo sus pies de pronto se acaba y corre un agua fría por debajo de ellas. Agarrate de mí, voy a nadar vos andá arriba de mami, Greta no quiere pero ella insiste: ¡Agarrate fuerte! Comienza a nadar, el cuerpo de ella llevando al de Greta, qué pasó con el piso, estaba pisando el fondo, será un vacío en la arena, Rita nada y cuando lleva el brazo hacia atrás toca el cuerpo de Greta, chequea que siga ahí, cachorro colgante, si pudiera metérsela en la boca sería más fácil y de pronto Jonas la agarra del pie, ella cree que se hunde, Jonas se ríe le dice que está loca, por qué escapa así de él. Rita deja de nadar y se para, siente la arena de nuevo, Greta ahora en caballito a su espalda, no puede hablar, los brazos le tiemblan, Jonas se acerca a ayudarla, le tira los brazos a Greta que salta hacia él. Are you alright? Pero no le sale el aliento, hace unos instantes estaba nadando sobre un pozo de agua y ahora de pronto otra vez sobre sus pies, el mar es así, traiciona, vos deberías saberlo más que nadie; se siente confundida, no puede explicar bien lo que ha pasado, su padre sigue llamando, ella quiere salir del agua pero Jonas la trae hacia él, la abraza y le dice que todo va a estar bien, ella dice que sí, que ya lo sabe pero que fue así, de pronto había un pozo en el agua, es imposible saberlo, por más que conozca estos mares, es imposible saberlo.